Cainismo de ayer y de hoy (por Manuel García Mata)
Si se quiere saber dónde nació el cainismo que empapa nuestra sociedad es preciso zambullirse en lo más recóndito de la historia y, partiendo de allí, en el momento que se estableciera una diferencia que sirviese para que alguien se situara por encima del resto lo habríamos encontrado. Pues, evidentemente, mucho tiempo ha.
Se puede decir que esta hipotética circunstancia no fue exclusiva de nuestra tierra, o ente social equiparable en su momento, sino que el suceso y sus consecuencias fueron de lo más generalizados. Entonces ¿por qué triste razón en algunos lugares, como aquí, han quedado enraizadas en lo más profundo de nuestra idiosincrasia y en tantos otros más el tema se ha superado con mejor o peor resultado? Es posible que fuera el momento de echar mano de los tópicos que no explicarían nada y nos devolverían a la casilla de salida, a la raíz del problema.
El hecho es que a lo largo de nuestra historia son innumerables las pruebas que certifican esta desafección entre una y otra parte en que nos hemos identificado las gentes de aquí. Puestos a refrescar la memoria, quede bien claro que esto ya venía de antes, los dos sigos y pico que llevamos de la edad contemporánea ofrecen una trifulca continua entre una y otra facción, término muy empleado en la época sobre todo para descatalogar al contrario. Si el primer siglo, a ojo de buen cubero, encuadra a nuestras gentes, a unos en el bloque de la tradición y de la religión más purista, a otros les sitúa en el bloque del modernismo y de la libertad, en este segundo siglo, aunque mantenga mucho del rescoldo de la época anterior, se puede encasillar, con toda la carga visceral propia de nuestro suelo patrio, en el más universal discurso de la izquierda y la derecha, o sea los rojos y los fachas de toda la vida, para entendernos entre rivales clásicos, dejando anotado el matiz que si bien a la hora del voto, en gran parte, solemos aparecer como moderados, tanto en uno como en otro rincón, a la hora de las opiniones, de los sentimientos, se descubre toda la radicalidad que demostramos de continuo, No sea por consolar, pero que esto no es exclusivo del pueblo llano, sino que lo mismo ocurre entre las élites dirigentes, es pura obviedad. Si bien entre estos campea el conocido refrán “Perro ladrador, poco mordedor”, pero que, de manera bien estudiada, encienden los fulminantes que hacen posible la explosión de cuantas fobias vomita la españolidad, en especial, en ese ágora casposo en que se han convertido las RRSS, receptáculo del odio, del fanatismo y de la mala leche reconcentrada que caracteriza nuestra bien definida repulsión, que responde al nombre de cainismo.
Centrándonos en la situación actual nadie puede negar que nos encontramos en uno de los momentos más tensos de los últimos años. Para esto basta observar la campaña de confrontación que han desatado las derechas extremas contra el gobierno, agudizada por los improperios, los exhabruptos y las agresiones verbales de la plana mayor del PP y de la práctica totalidad de la aristocracia de VOX. Ante esta desaforada ola de provocación la respuesta más inteligente, que no quiere decir que fuera la que mejor entiende la gente, debería encaminarse a contestar con la mesura y la educación suficiente recomendable y, si en algún caso la ofensa adquiriera el indeseado nivel de delito, llevarlo directamente a los juzgados, sin más. En absoluto enfangarse en la bronca, que solo sirve para desautorizar a quienes la protagonizan, como ha hecho el Vicepresidente Segundo, Pablo Iglesias, sin entrar en los motivos, posiblemente muy justificados, que le pudieran amparar. Contando además que ese paso en falso le sirve a la reacción, detractora de la labor gubernamental, para establecer un paralelismo en la radicalidad en las dos bandas y así sacar réditos de su insidiosa campaña y reforzar el sanbenito que han colgado a la formación.
Esta oleada de provocación se complementa con el uso y abuso del “lawfare” del que la oposición radicalizada echa mano continuamente para obstaculizar la labor del gobierno judicializando cualquier medida que se toma y así presentar ante la opinión pública la sensación de inseguridad y desprestigio de su labor. La actualidad nos viene demostrando que solo hace falta que alguien les dé curso, a pesar de que las acusaciones presentadas se justifiquen en un cúmulo escandalosos de falsedades, que caen por su propio peso. Antes era eso de “Calumnia que algo queda” y ahora eso otro de “Judicializa que algo daña”.
Con un panorama como este ¿alguien piensa que alguna vez se superará el odio entre las gentes españolas, el citado cainismo? ¿Somos capaces de llegar a un acuerdo a nivel nacional tan imprescindible para la recuperación del país, tras la incidencia trágica del coronavirus? Cuando se habla del Pacto de Reconstrucción post-COVID19 se buscan comparaciones con los Pactos de la Moncloa ¿Tendrá que ver que en Octubre de 1977 era la derecha de UCD quien gobernaba y la izquierda de turno tuvo la generosidad y altura de miras que las circunstancias requerían? Puede que Ciudadanos y las derechas nacionalistas sí estén a la altura; en cambio el PP y VOX ya han mostrado sus cartas, les interesa más la crispación que la recuperación de España ¿dónde está ahora el patriotismo de banderita?
La derecha nacional ha ocupado la calle para sus intereses. Ya recurren a las tradicionales movilizaciones, instrumentos del rojerío de la izquierda, aunque con la confianza de que no vendrán grupos ultras a reventar sus actos y a ensangrentar las reivindicaciones. Ni tan siquiera las fuerzas del orden público mantienen la misma contundencia si se trata de la élite social e ideológica.
Con este clima no se vislumbra esperanza alguna.
Manuel García Mata
Nole | Lunes, 08 de Junio de 2020 a las 10:10:58 horas
Perdón Manolo A., no sé porqué al leer: "En absoluto enfangarse en la bronca, que solo sirve para desautorizar a quienes la protagonizan, como ha hecho el Vicepresidente Segundo, Pablo Iglesias, sin entrar en los motivos, posiblemente muy justificados, que le pudieran amparar" me pareció que estaba usted defendiendo a Pablo Iglesias. Ahora que lo he vuelto a leer ya lo veo claro; Pablo Iglesias no "entra al trapo de la crispación" de la derecha cainista, él no sugiere golpes de Estado encubiertos, no permite ni el enchufismo ni las puertas giratorias como ya dijera cuando no tenia poder, no pone en puestos del Gobierno a personas que son totalmente contrarias al sistema, no aupa a su pareja a ser ministra por el solo hecho de ser su pareja, en fin, es todo un caballero, digno de llevar la espada del Rey.
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