Diario del año del coronavirus
El fin del mundo debe esperar
Balsa Cirrito
Desde el principio de la pandemia fui optimista. Reconozco que en muchos momentos sin razones para ello. Supongo que será por temperamento. En general, y en esto soy muy poco español, no me gustan mucho las malas noticias. De hecho, los días que sé que hay alguna mala nueva, ni siquiera leo el periódico (ni escucho la radio ni veo los telediarios ni me conecto a twitter, ni siquiera practico la telepatía). Sin embargo, parece que el optimismo empieza a estar justificado.
Las cifras de enfermos y, sobre todo, de fallecidos en nuestro país no es que sean buenas, es que son excelentes: ayer nos encontramos con la inspiradora, casi embriagadora noticia de 0 bajas en España. A decir verdad, la situación de la enfermedad en nuestra nación parece ser la más positiva entre los países grandes del continente. Mejor que en Gran Bretaña, Francia, Italia e, incluso, Alemania, siendo cierto que en casi todos estos lugares el panorama se ve ahora mucho más despejado (el problema se diría que se ha desplazado a América y a ciertas partes de Asia).
Pero hay más. La situación económica, aunque chunga, tampoco se vislumbra tan horrible como parecía al principio (he de decir que también me mostré siempre relativamente optimista a este respecto). Hoy mismo aparecen datos esperanzadores sobre creación de empleo, y la caída de nuestro PIB ha sido inferior a la de Alemania (esto último me satisface especialmente, no porque le desee el mal a nadie, sino porque los boches parecen siempre estar dando lecciones al resto de Europa sobre todo lo que se tercie).
Todo esto nos lleva a aplazar el Apocalipsis. Quienes profetizaban ese futuro tan negro como la vida de un ídem en EEUU delante de un policía se tendrán que retirar a sus cuarteles de invierno. Lo cual creo que muchos no consideran exactamente bueno. Tengo la sensación de que a un grupo considerable de individuos (e individuas) les hacía ilusión un cataclismo, un Armageddon, un todoatomarporsaco, que trastornara el mundo. No por ilusión de un planeta mejor, ca, sino por aquello de vamos a cambiar a ver qué pasa. Pues va a ser que no. El fin del mundo tendrá que esperar hasta la próxima pandemia (que no se apuren, llegará).
PD. Antes que me envuelvan en una polémica política sobre las cifras (y en este Diario he prometido no hablar de política), es preciso señalar que los datos de la pandemia no los suministra el gobierno de la nación, sino las Comunidades Autónomas. Como quiera que cada una de ellas es de su padre y de su madre y, además, de diferentes partidos, hemos de entender que si hay errores son por fallos técnicos, no por otra cosa. Por lo demás, las dificultades para ofrecer cifras exactas son las mismas en todos los países. Con un ligero repaso a la prensa extranjera se darán cuenta cómo en EEUU, Italia, GB... se suscitan las mismas polémicas. De hecho, hoy mismo leo que en Francia aplazan hasta la semana que viene los datos de fallecidos en residencias o centros no hospitalarios.
Otra PD. Para ser una posdata, la anterior me ha salido larga de narices. Casi otro artículo.
Josele | Jueves, 04 de Junio de 2020 a las 00:36:07 horas
En mi opinión el gobierno no dice la verdad con el número de fallecidos que son al menos 15000 más. No somos niños chicos, que nos digan la verdad. Vd es un buen tío pero hay cosas indefendibles.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder