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Redacción
Miércoles, 27 de Mayo de 2020

Diario del año del coronavirus

Mascarillas transparentes y otras modas que nos vienen

Balsa Cirrito

[Img #133630]Andar por la calle se ha convertido en una experiencia de videogame. Caminamos y vemos a gente con media cara tapada. El juego es adivinar quién hay detrás de la máscara. Y las posibilidades son infinitas. Por ejemplo, hacerse el sueco y no saludar a quien no queremos saludar. O la contraria, saludar a quien no conocemos haciéndonos como que le conocemos (esta última posibilidad no veo que sea muy útil, cierto, pero, qué caramba, uno no juega por eso, sino para distraerse haciendo el burro). (Aunque, quién sabe, lo mismo ustedes son de esa gente aburrida que no hace un calvo por las ventanillas del tren cuando este sale de la estación). (Hay personas muy raras, así que no lo descarto). (Una vez, lo que son las cosas, conocí a un tipo ¡que no robaba las toallas de los hoteles!) (Ya digo, gente muuuy rara).

             

Volvemos. Las máscaras, además, no estoy seguro todavía de si embellecen o afean. Es cierto que nadie parece feo con la máscara. Pero también que nadie parece guapo. Con lo cuál viene a ser un empate que, para qué nos vamos a engañar, solo beneficia a los menos agraciados. Por eso me sorprende mucho que aún no se hayan inventado todavía las mascarillas transparentes. Es cierto que casi seguro que no nos protegerán contra el virus, pero, según he oído, tampoco lo hace la mayoría de las mascarillas chinas, o sea, que empate de nuevo.

             

Sí me atrevo a señalar un par de claves, y dentro de tres meses me darán la razón. Una. Con mucha probabilidad, las mujeres comenzarán a pintarse los ojos de una manera bastante llamativa. Simplemente, por ley de compensación. Y es algo que, además, he observado que ocurre mucho en los países árabes, países con gran tradición en eso de que las féminas lleven media cara tapada. Compruébenlo, pongan en Google, qué sé yo, “modelos egipcias – o marroquíes – famosas” y verán como son chicas generalmente con los ojos muy perfilados con rimmel. (Por cierto, he puesto en Google “modelos saudíes, imágenes” y la tercera o la cuarta que sale es Isabel Preysler). (Ya no se puede fiar uno ni de Google) (O de Isabel Preysler, vete a saber). Aunque en Occidente, como estamos muy liberados, no me extrañaría que la moda de los ojos pintados se extendiera también a los hombres (yo me los he pintado toda la vida, así que tampoco voy a notar nada extraño).

           

Otra cuestión, y va a ser la última, porque como de costumbre me voy alargando,  es cómo influirá la mascarilla en la vestimenta femenina. Me juego un millón de pesos argentinos (tal y como anda Argentina tampoco creo que sea jugarse mucho) a que en los próximos meses vamos a asistir a una disminución en la longitud de las faldas y a un aumento en el tamaño de los escotes. Por compensación de la mascarilla. He de decir que no me opongo. Y en cuanto a los chicos, se nos viene encima una epidemia de camisetas de baloncesto estrechas como un guante de Mercadona, y de tipos luciendo bíceps, tríceps y todas esas cosas raras que se lucen. He de decir que sí me opongo. Los chicos, además, se verán ahora ante una disyuntiva que ríete de Hamlet: “me dejo barba... no me la dejo... barbado... rasurado...”, que en realidad, da igual, porque tras la mascarilla no vamos a saber si lleva barba o va de lampiño.

             

No quiero seguir, que me voy poniendo pesado. Otro día volveremos al asunto que todavía tiene mucho juego.

 

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