¿En qué fase estamos? ¿En la...? Reconozco que lo he olvidado, como la mayoría de las personas que no viven en Madrid, y que tengo que preguntar para saberlo. Lo digo porque vivimos en algún tipo de normalidad muy parecida a la anterior, solo que con antifaces. La verdad, la sensación que me asalta cuando salgo a la calle es la de que no tenemos demasiadas restricciones. Tratamos de no apiñarnos, nos ocultamos el rostro con mascarilla, y ya está.

Recordemos que siempre veíamos imágenes de países de Oriente, de Japón, Corea o China, y nos sorprendía la cantidad de personas que llevaban puestas las mascarillas, mucho antes de que existiera el Coronavirus. Reconozco que en más de una ocasión comenté ese detalle con amigos, y nos reíamos por lo que considerábamos una característica más del espíritu friki de los orientales. Ahora va a resultar que llevaban razón.

Porque la nueva normalidad ya está instalada, y lo ha hecho con una naturalidad lógica en sociedades como las contemporáneas, habituadas a un ritmo de cambio frenético en las cuestiones materiales de la vida. Casi podemos decir que las mascarillas son un nuevo modelo de teléfono móvil, flexible y que no nos podemos olvidar, con un mecanismo antirrobo que es que quien nos lo sustraiga se expone a un peligroso contagio (de hecho, mucho están tardando en sacarlo de verdad).

La vida es como siempre. Estamos en primavera y las flores huelen igual que solían. Me atrevería a decir que mejor que nunca. Es verdad que este año no ha habido feria, pero tampoco la había hace 100 años y el mundo no se acabó. Supongo que un año normal yo estaría a estas alturas poniendo las notas de segundo de bachillerato, cuyos alumnos se encontrarían nerviosos por la proximidad de selectividad. Este año va a ser casi igual, solo que un mes después. En el fondo, nada cambia.

Hace justamente un siglo la gente andaba asustada con la gripe española. Cuando por fin se dio por liquidada la epidemia, comenzó una década que fue calificada como Los felices veinte. A ver si hay suerte y la década que comienza podemos llamarla igual. Y si no, no pasa nada, después de todo los Felices veinte terminaron con el crack del 29. O sea, que da igual todo. La vida al final es como siempre.