Quantcast
Redacción
Martes, 05 de Mayo de 2020

El Zaguán IV (por Ángela Ortiz Andrade)

Reyes tuvo que estar dos meses castigada sin lo que más le gustaba que eran sus clases y las meriendas en el zaguán, “pero ha merecido la pena, ya no me usarán más para alardear delante de sus amigos”.

   

Durante su tiempo de confinamiento, decidió prestar más atención a todo lo que la rodeaba: por las mañanas aprovechando que estaba solamente con Juana, la buena señora que se ocupaba de todas las tareas de la casa, se dedicó a hacer una investigación detallada de cada una de sus dependencias. El dormitorio de su madre era como el de una reina (pensó ella), muy lujoso, elegante, y con un armario repleto de pieles, encajes y sedas. Se tumbó sobre la cama y notó enseguida bajo su cuerpo la suavidad del jergón,  porque seguramente el relleno sería de algodón o lana, nada que ver con el de ella, que era de paja. Sobre el tocador se amontonaban muchísimos estuches con joyas, sobre todo collares que casi siempre adornaban el cuello largo y estilizado de mamá. Salió de allí algo aturdida, con la impresión de haber viajado a otro mundo. Se dirigió a la cocina a ver lo que había para comer y se quedó ayudando a Juana, que a esa hora le tocaba preparar el almuerzo. Desde el primer día de castigo sus horas próximas al almuerzo transcurrían junto al “alma de la casa” como Reyes la llamaba, de la que aprendía mucho sobre cocina, pero también sobre la vida real, la de las mujeres que tenían vidas sencillas, sin trampantojos  pero también llenas de mucho trabajo y sacrificios.

  

Uno de los días decidió visitar el despacho de Don Víctor. Bueno, su padre lo llamaba despacho, pero en realidad aparte de despacho era también su dormitorio. Cuando entró se vio atrapada por un olor un tanto desagradable fruto de la mezcla de puro habano y sudor. Lo primero que comprobó fue el jergón, también suave y mullido como el de mamá, no se tumbó, permaneció allí sentada mirando a su alrededor. Un armario empotrado cubría totalmente la pared izquierda del cuarto, fue abriendo sus puertas; en un extremo, chaquetas y abrigos, seguidamente pantalones y camisas, luego zapatos, pañuelos y bufandas. El último tramo  tenía sus dos puertas cerradas bajo llave, eso no la frenó; le bastó unos minutos para encontrarla, cuando las abrió se encontró con muchísimo dinero apilado y clasificado cuidadosamente, menos en la parte de la esquina, de arriba a abajo, donde los billetes estaban amontonados de manera caótica, sin ningún orden ni criterio “de tanto amontonar, ha perdido el interés” pensó ella. Volvió a cerrar,  dejó la llave en su sitio y se fue a ver a Juana.

  

Cada tarde-noche de encierro la dedicaba al cuidado de todas las plantas del patio, con mimo y paciencia. Las del zaguán no estaban a su alcance, porque la puerta forjada era el límite que su padre le impuso. Y así, sin darse cuenta, el tiempo de castigo se terminó y Reyes pudo retomar las cosas que la hacían feliz.

 

Pocos años más tarde, la tienda de ultramarinos que había en su calle cambió de dueño. Ahora, muy a menudo, Reyes veía pasar por delante del zaguán a un hombre joven con un delantal, era el hijo del nuevo dueño de la tienda que era el que hacía todos los recados para su padre y también llevaba a los clientes que lo requerían las compras de su negocio. El joven se fijó en ella al poco tiempo de circular por allí, de hecho, ahora siempre pasaba por el lado de la calle más próximo a ella y cuando lo hacía, desaceleraba el paso y muy atentamente, le daba las buenas tardes sonriendo. Su madre ni siquiera respondía, lo miraba con desprecio diciendo –“un tendero descarado ¿cómo se atreve?”. Reyes comenzó a preocuparse más por su aspecto, escogía los vestidos que mejor le sentaban y comenzó a frecuentar mucho más la peluquería.

   

Después de que él cada tarde la acompañara desde sus clases de piano   hasta su casa y de muchas conversaciones amables, comenzaron a salir; el padre de ella se lo prohibió terminantemente porque según él “era un don nadie que si estaba con ella era por conveniencia, porque quería la fortuna de la familia, no había otra explicación lógica” Pero como siempre a ella lo que dijeran sus padres le traía sin cuidado y siempre buscaba las maneras para estar con su chico. Unos meses más tarde, Reyes se quedó embarazada, sus padres cuando se enteraron montaron en cólera, Don Víctor le dio un guantazo que la tiró al suelo y habló con su amigo el médico de la familia para que a finales de esa misma semana le practicasen un aborto. Reyes no dijo nada, pero no estaba dispuesta a perder a su bebé, quería ser mamá, así que decidió escaparse. Esa tarde fue a hablar con su novio y le propuso marcharse juntos, alejarse de la familia y empezar de cero; él le dijo que no podía dejar el negocio de la noche a la mañana, tendría que contratar a algún chico que ocupara su puesto, así que se fuera ella primero y lo avisara cuando se estableciera. Esa misma noche mientras sus padres dormían, Reyes entró en la habitación de Don Víctor, cogió una buena suma de dinero del que no estaba clasificado y salió de allí sin mirar atrás. Su padre no la buscó, ni siquiera se preocupó en denunciar su desaparición y amenazó a su mujer con retirarle todos sus lujos si ésta lo hacía,  en consecuencia, ella tampoco movió un dedo;  para no suscitar malos rumores  ambos acordaron en decirle a todos los amigos que su hija había optado por irse a vivir al extranjero a casa de unos familiares porque el pueblo le resultaba aburrido. Reyes cogió varios trenes, viajó toda la noche y parte del día siguiente, hasta que se sintió segura; entonces le envió una carta a su novio, el cual nunca apareció, ni siquiera contestó a la misiva. A pesar de todo, se armó de valor y continuó en solitario, con el dinero que llevaba, buscó un lugar donde montar una academia de piano e idiomas que fue muy bien acogida, gracias a eso ambas pudieron llevar una vida digna, sin lujos, pero tranquila y muy feliz.

 

Ángela Ortiz Andrade

 

* Si no leiste el principio de esta historia, busca al pie de esta página los tres capítulos anteriores

 

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.40

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.