Diario del año del coronavirus
Encuentros en no estoy seguro qué fase
Balsa Cirrito
Según mi mujer, después de siete semanas de confinamiento yo me parecía un poco a Tom Hanks en Náufrago. Mi pelambrera iba tomando un aspecto francamente salvaje, que a mí me encantaba, pero a ella no. De resultas, en un ataque de valentía (tanto suyo como mío), decidió pelarme. Me metió la maquinilla y las tijeras y dejé de parecerme a Tom Hanks, pasando a ser clavado a Sinuhé el egipcio. No sé yo si fue un adelanto.
La cuestión es que el sábado era el primer episodio del camino hacia la normalidad, y había que salir a la calle. Y en la calle... Bueno, en la calle había cosas tristes y cosas alegres, y cosas que eran tristes o alegres, según cómo se mirasen.
Lo triste... Bueno, fuera de los bares y comercios cerrados, lo triste era cierto silencio que se daba entre los paseantes, que caminaban con mayor sigilo del habitual, un poco como temerosos que les atacase un pangolín. Y aparte, cierto equilibrismo que todos hacíamos cuando nos cruzábamos con otros paseantes. Lo digo porque todos queríamos guardar los dos metros preceptivos de separación. Cuando alguien se acercaba por nuestra acera, salíamos a la calzada o a la acera opuesta, y nuestros contrarios ejercitaban la misma jugada... Bueno, pensándolo mejor, esto último no es triste, sino alentador.
Por el otro lado, resultaba realmente divertido ver las muchas fachadas decoradas con farolillos, homenaje a la Feria de Rota, que este año me temo que vamos a tener que celebrar en el tiempo de la Oktoberfest. De bastantes casas salían alegres sones de sevillanas. Normalmente, no me gustan mucho las sevillanas (menos Ecos del Rocío, por supuesto, que son los mejores), pero escuchar ahora el A bailar, a bailar, alegres sevillanas... hacía que se nos regocijase el corazón. De hecho, en mi casa decidimos hacer una fiesta feriante el domingo. Compramos carne para pinchitos, pimientos para freír, tomates rojos como claveles para el arranque roteño, filetes menudos para la plancha, langostinos congelados para el cocedero... Lo que no fuimos capaces de encontrar fue manzanilla para el rebujito. Recorrimos varias tiendas y supermercados, siempre con el mismo resultado. En la última, ya en la tarde del sábado, pregunté a la dependienta: “¿No queda manzanilla?”, y estuvo a punto de darle un ataque de risa.
Y juraría que se respiraba una curiosa hermandad universal. Lo mismo es sensación mía, pero me parece que todos en la calle nos mirábamos con simpatía. Con esa simpatía que se siente de forma instintiva con todo aquel que tiene problemas similares. Saludábamos alegremente a gente que en otras ocasiones no habríamos saludado, y tratábamos de adivinar quienes se escondían detrás de las mascarillas (por cierto, gracias a las mascarillas he descubierto que ser mujer en un país musulmán estricto es un coñazo).
Digo más, vi a un individuo que no me cae demasiado bien (aproximadamente como yo a él), y creo que a los dos nos dio alegría vernos. Nos miramos cariñosamente. (A dos metros de distancia). Lo mismo me está entrando cierta debilidad en el cerebro y me estoy convirtiendo en un sentimental, pero yo diría que por días como este merece la pena estar en este mundo. Cada cual se siente vivo y saborea la vida con la intensidad del fumador que lleva mucho tiempo sin coger un cigarrillo...
Y todo esto en la primera fase... ¿Qué digo? No es ni la primera fase, sino la fase cero, que ni es fase ni es nada. Si pienso que todavía nos quedan unas cuantas, me pongo hasta nervioso.
Ciudadano | Domingo, 03 de Mayo de 2020 a las 15:51:36 horas
Posiblemente estés en la Fase Lunar, descubriendo si hay vida cuando donde la hay se acaba La tierra, que más da en que fase estés cuando ya uno mayor es, quedate por ahora en tu base (en casa) sin fases
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