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Redacción
Miércoles, 29 de Abril de 2020

Diario del año del coronavirus

Todos a la calle

Balsa Cirrito

[Img #132743]Cada vez se acerca más el momento. Ya tenemos aquí, casi rozándola con la punta de los dedos, la posibilidad de pasear junto a personas de la familia. Supongo que este fin de semana La Costilla y El Rompidillo estarán petados. Aunque si en mi mano estuviera y fuera omnipotente, yo gastaría una pequeña broma, y haría que lloviese torrencialmente el domingo. Total, puestos  a fastidiar vamos a hacerlo con gracia.

           

Pero supongamos que no llueve. Veremos probablemente a gente que hacía tiempo que no veíamos. Y lo que más nos sorprenderá serán los kilos que habrán ganado. Hace un par de días, hablando con un amigo por Facebook, me decía: “¿cómo? ¿No has hecho pan casero? ¡Pero si es a lo que se ha dedicado todo el  mundo!”. Le respondí que no, pero que me había dado una idea. “No vas a poder, continuó, se ha acabado la levadura en todas partes. Vas a tener que utilizar masa madre”. No le pregunté por la masa madre, pero en ese preciso instante decidí que continuaría haciendo lo que hasta ahora, comprando muchas barras de pan y congelándolas. En compensación, he de decir que voy a ser el más canijo (y elegante) del paseo marítimo.

           

Por supuesto, cuando salgamos a pasear, veremos al noventa por ciento de las personas con mascarilla, lo cual nos ofrece un par de ventajas en las que seguramente pocos de ustedes habrán reparado.

           

Piensen un momento en las películas del Oeste. Y piensen en un forajido dispuesto a atracar un banco. ¿Qué le caracteriza? Pues el pañuelo atado que le cubre media cara. ¿Y por qué lleva ese pañuelo? Pues para que no lo reconozcan. No creo que haya que echarle una imaginación extraordinaria para darse cuenta que una persona con mascarilla y un forajido del Far West presentan un aspecto muy similar.

           

¿Y qué? Me dirán ustedes. Pues piénsenlo por un momento, responderé yo, porque la mascarilla nos ofrece dos ventajas. La primera es que podremos entrar en un banco para atracarlo sin levantar sospechas. Y si ustedes no son atracadores de banco, seguro que les gustaría serlo, así que aprovéchense, que la ocasión la pintan calva. ¿No les enganchó La Casa de Papel? Pues, nada, a ponerlo en práctica.

           

Pero, en fin, en el caso de que ustedes sean cobardes y no se decidan a robar bancos, aparte de mi desprecio tienen otra ventaja que resulta muy evidente.

           

Sigamos con la escena que planteábamos. El paseo marítimo lleno de gente. Fijo que hay muchas personas con las que se cruzarán con las que no tienen ganas de pararse a charlar, y seguro que mucha de la gente que se cruza y nos conoce tampoco tiene ganas de ponerse a charlar con nosotros. Pues gracias a las mascarillas podremos pasar a metro y medio, mirarnos a los ojos y seguir adelante como si tal cosa. Y si por casualidad esa persona nos llama y nos para, siempre tendremos como excusa: “caramba, no te había reconocido”.

           

Si es que todo son ventajas. Pero me detengo. El próximo día hablaré del optimismo económico. ¿Qué no? Ya verán...

           

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