Diario del año del coronavirus
Cuando no salen las cuentas
Balsa Cirrito
Hay muchas cosas que no entiendo en el mundo. Tantas que no creo que sea necesario hacer una lista. Sin embargo, en estos días del Gran Confinamiento damos vueltas a ciertas ideas y a ciertos hechos. Y hay una circunstancia que, al menos para mí, resulta incompresible.
Toda esta crisis, los diferentes procesos y los resultados dispares que se dan en cada país (que en el fondo me huelo que no son tan dispares) se supone que serían lógicos y comprensibles a partir de ciertos datos. Sin embargo, lo que ocurre en España me desarma.
Si no he entendido mal, hay dos cuestiones básicas para evitar que la enfermedad se expanda. Estos son, el número de tests detectores que se realizan y el grado de confinamiento de la población.
En cuanto al grado de confinamiento, España está demostrando, ligeramente por encima de Italia (y estos dos países muy destacados sobre los demás), un civismo del que podemos legítimamente enorgullecernos. Somos el país del mundo donde la gente se recluye más en su casa y donde la gente respeta más el confinamiento. Y no se trata de datos de encuestas donde cada cual pueda mentir. Son datos sobre el movimiento de los teléfonos móviles. Apple, por ejemplo, ha hecho públicos unos resultados según los que se afirma que “el confinamiento español es el más radical del mundo”.
Constantemente nos ponen a Alemania como ejemplo de cómo llevar esta crisis. Pudiera ser, aunque su número de enfermos es de los más altos, bien es verdad que han conseguido una muy baja letalidad. Pues bien, ayer veía en El País una fotografía de un parque alemán. La gente aparecía literalmente apiñada, muy cerca unos de otros y, al menos en la fotografía, nadie llevaba mascarilla o cosa semejante. Según lo que escucho todos los días a los especialistas en televisión, con que tres o cuatro personas de ese abarrotado parque estuvieran infectadas, tendríamos al día siguiente unos cuantos miles más de enfermos.
El segundo dato primordial es el de los tests de detección. Parece que en los primeros días en España no se hicieron suficientes tests, pero esa cuestión se ha solventado, de tal manera que según el Financial Times (y cito el periódico para que no crea nadie que me baso en afirmaciones patrióticas o interesadas del gobierno español) España es el segundo país del mundo en el número de tests realizados (por cierto que Italia también está entre los tres o cuatro primeros). Con lo cual el segundo elemento también se cumple.
¿A dónde voy? Pues eso mismo me pregunto yo. Es posible que dentro de unos meses, cuando nos encontremos los datos finales de todo el mundo, aparezca una lógica en este asunto. Ahora mismo no la veo. Sospecho que existe una variante (o muchas) con la que nadie ha dado.
Hace unas semanas escuché a un médico afirmar que en España y en Italia la letalidad era alta por cuestiones genéticas. Entonces parecía tener sentido aquello, ya que españoles e italianos tienen un código parecido (en mi caso, que soy hispano italiano, no digo nada). Pero ahora, viendo que Bélgica es el país del mundo con mayor letalidad, esa teoría se me escapa, ya que los belgas son próximos a los alemanes, que sin embargo tienen muchos enfermos pero baja mortalidad. Todo, en fin, muy contradictorio.
Termino. Lo que más me sorprende es que hablemos tanto, empezando por mí, cuando ignoramos casi todo sobre este asunto que tanto nos preocupa. Desde hace decenios la arrogancia científica humana es inmensa. Teníamos la sensación de que podíamos con cualquier cosa. Pues ahí lo llevamos.
Manuel | Lunes, 20 de Abril de 2020 a las 17:12:41 horas
Me quedo con el último párrafo. Creo que hemos vivido en una sociedad donde esos problemas de contagios en masa no los hemos sufrido, al menos con tanta virulencia. Supongo que a partir de ahora nuestros científicos y nosotros como sociedad tendremos que ser mas humildes. Y nuestros políticos que tomen nota de que la investigación y la sanidad no es derroche sino inversión de futuro.
Salud y Libertad
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