Según todos los indicios, la epidemia que nos corroe viene de China. Si viviéramos en tiempos de los romanos hubiera tardado casi un siglo en llegar. En los que corren, los romanos de ahora han recibido el virus en su casa, listo para consumir, prácticamente a la siguiente semana. No me digan que la ciencia no avanza.

Los chinos tienen un problema (o una ventaja, según se mire), y es que se les reconoce a la primera mirada. Uno ve un chino por la calle y dice: “un chino”. En cambio, uno ve un italiano por la misma calle y dice: “ese es gallego”, pero luego resulta que el tipo no es ni italiano ni gallego, sino argentino (si bien se mira, una mezcla de ambos). Razón por la cual, en los primeros momentos de la epidemia hubiera sido muy fácil parar el virus. Solo teníamos que haber detenido en la frontera a todo aquel con aspecto de chino. Es verdad que los chinos se pueden confundir con los coreanos, pero hay 1.400 millones de chinos y solo 50 de coreanos. Siendo la diferencia tan notable, ya sería mala suerte tropezar con un coreano, ¿no?. Y, bueno, si el tipo es coreano pues que apechugue. La cuestión es que llega el chino a la frontera, y le decimos:

            - Usted no puede pasar, es chino.

            - ¿Cómo que soy chino? ¡Tengo pasaporte británico!

            - Huy, británico, peor me lo pone.

            - ¡Boris Johnson protestará por esto!

            - Sí, hombre, para protestas está ahora el Boris.

            Y lo ponemos patitas en la calle:

            - ¡Y cuidadito donde tose! – le decimos con tono amenazador.

Pero eso hubiera sido al principio. Ahora todo ha cambiado. Ahora lo mismo llegamos usted y yo a China tan campantes y queremos entrar por la frontera como dos señores.

            - Eh, usted, no podel entlal – nos dice el aduanero chino.

            - Cómo que... ¿Yo? ¿Por qué? Si mi teléfono es Huawei...

            - No podel entlal polque usted es español.

            - ¿Español?-  respondemos - Nada de eso... Yo soy catalán. Escuche: “Tot el camp, ta ta ta, es un clan, ta ta ta, de la gent blaugrana...”

            - Catalán no existe, usted es español.

            (Hijo puta Quim Torrá, que nos tiene engañados, decimos por lo bajini)

            - Bueno, vale, soy español. ¿Qué hay de malo en ser español? España... Toros... Sergio Ramos... Plácido Domingo... Hum, lo mismo mejor que no siga por este camino.

            - Españoles infectados –nos grita el aduanero chino.

            - Claro, ¡por vuestra culpa!

            - Eso es un cuento español. La culpa es de Lodríguez Zapatelo.

            (Cuento español es el equivalente chino para lo que nosotros llamamos cuento chino).

La cuestión es que nos quedamos en tierra de nadie sin saber donde ir. En medio del vacío. El vacío... ¿Y cuál es la moraleja de esto? Pues que nadie sabe nada y que todo el mundo acusa a todo el mundo. Por mi parte, solo tengo una cosa clara. Si en un restaurante me ponen en la carta estofado de murciélago o sopa de pangolín, me levanto y me voy.

            (Un restaurante... Ay, quién lo pillara)

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