Con nombre de virus (por Manuel García Mata)
Aunque cuesta no seguir incidiendo en el tema central, el coronavirus, también es bueno para nuestra salud mental y la de la nación buscar otros intereses que nos ofrezcan un pequeño respiro en lo que tanto nos preocupa.
Cada día que pasa son mayores las decepciones que nos provoca aquel que fue el gran mito de la democracia española. Juan Carlos I, el rey campechano, acumula escándalos que desbordan la hasta ahora férrea censura con que los medios de comunicación le protegían, impuesta para tener a oscuras a la población española. Seguro que algunas de sus actuaciones merecen el reconocimeinto de la nación española, pero son tantas las sombras que ha generado que cada vez cuesta más evitar que la balanza se incline hacia el lado oscuro. Él solo se ha ganado el descrédito personal y con ello ha dañado gravemente a la institución monárquica.
Cuando ya creíamos que se conocían todas sus andanzas salta la noticia de la escandalosa cantidad de dinero que escondía en Suiza, 100 millones de €, fruto de las comisiones recibidas de Arabia Saudí tras la llegada del AVE a la Meca. Los 100 millones, que después se trasladaron a una cuenta offshore en Bahamas, sirvieron como generoso regalo a Corinna Larsen, su amiga del alma, de 65 millones de €. Esta señora, que es la mamá de un muchacho que llama papá al emérito y que presenta rasgos de curioso parecido con nuestra familia real.
La reacción no se ha hecho esperar. Felipe VI, con su negativa a ser heredero de la fortuna de su padre y la supresión a este de la asignación económica anual había dado un buen paso en la dirección de ser más reconocido por toda la nación española. Con ello dejaba en evidencia a su progenitor y mostraba la buena voluntad de inclinarse hacia el camino correcto. A raíz de esto el anuncio de la intervención de S.M., un mensaje a la nación, despertó las expectativas entre la gente esperanzada en que confirmara el nuevo rumbo.
La historia está repleta de ocasiones perdidas y acabamos de vivir una que hubiera resultado de lo más oportuna. Felipe VI, el rey de España nos defraudó por completo. El asunto del que se esperaba que hablara no apareció en ningún momento y se limitó a expresar unos buenos deseos, optimistas en extremo, ante la tragedia que nos acucia. Siendo de agradecer, no era ni siquiera un mínimo más de lo que había dicho el Presidente Sánchez unas horas antes; volviendo al refranero decir que “para ese viaje no se necesitan alforjas”.
Fue tal el asombro y la decepción que, incluso un periodista de derechas, como el excelente director de El Confidencial, Juan Antonio Zarzalejos, en Hora 25 de la cadena SER, no tuvo reparo en señalar que había echado de menos esa ocasión para dejar zanjado el asunto; mientras que Xavier Vidal-Folch, subdirector adjunto de El País, siguiendo la línea del Grupo, justificaba con pobres argumentos al monarca. También se puede pensar que el mensaje fue inoportuno por innecesario al obviar lo evidente, como oportunista había sido sacar a la luz el asunto del dinero de su padre, cuando el coronavirus lo ensombrece todo y pasa al olvido con mayor facilidad.
Recuperando el tema de la desautorización a los chanchullos paternos da que pensar que si realmente nuestro rey tuviera verdadera intención de afear la conducta de su predecesor debería ser valiente y dar un paso adelante renunciando a la inviolabilidad de su persona, que significa la impunidad del monarca en todos los asuntos, no solo los de estado sino también los particulares, potestad que ha permitido a Juan Carlos I campar a sus anchas. Elevando una renuncia pública e invitando al Gobierno y al Parlamento a modificar la Constitución en ese sentido, mostraría el rey un claro ejercicio de responsabilidad y recuperaría su credibilidad y el prestigio de la institución. Todo nos lleva a concluir que, de no ser así, todo quedará en agua de borrajas y la monarquía no pasa por sus mejores momentos.
Imaginando que llegásemos al punto más extremo, tampoco tendría pocas opciones en un supuesto referéndum monarquía-república. ¿Quién no se quedaría con una monarquía con un rey como Felipe VI, capaz de modernizar la institución y de renunciar al privilegio más absurdo y más antidemocrático, como es que una persona, por muy rey que sea, esté por encima de las leyes, o quién se inclinaría por una república, que con toda seguridad estarían destinados a encabezar, por un lado u otro, dos figurones de relumbrón, tan nefastos el uno como el otro, como Felipe González o José María Aznar.
Les juro que, a pesar de lo que puedan imaginar, igual me inclinaba por la primera opción.
Manuel García Mata

































Rebelderota | Martes, 24 de Marzo de 2020 a las 11:08:29 horas
Andan preocupados los rojelios de Rota por mi identidad , pero claro la situación delos autónomos , y dela pequeña y media empresa, así como ERTES y parados no les preocupa y sobre todo no les preocupa La negligencia de Pedro el sepulturero y su vicevirrey que viven mejor que quieren ,eso si queno falte dinero a los políticos ni a sus autonomías diputaciones y senado pero mientras la sanidad pública con escasez de todo. Que Vergüenza de gente
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