El año de nuestras vidas
Es el momento clave de una generación. De varias generaciones. Particularmente los más jóvenes, recordarán las semanas que se nos avecinan como una especie de montaña sagrada. Será El año, o El tiempo del coronavirus. Démonos cuenta de algo muy sencillo: millones personas encerradas en sus casas durante muchos días. Es muy posible que haya gente que (aparte de ver la TV) se dedique a leer, a escribir, a pintar, a aprender a tocar el piano. Muy probablemente habrá quien se dedique a pensar con calma. Y es posible que cambie su visión de la vida.
Ayer, por motivos familiares, tuve que salir repentinamente para Ciudad Real, a recoger a un familiar directo, después de consultar la Guardia Civil que nos dijo que era muy probable que las comunidades autónomas quedaran cerradas. Partimos de Rota como a las seis y media de la tarde. Las carreteras estaban llenas. En el ambiente flotaba cierto aire de serie de Netflix, una de esas historias apocalípticas en las que el mundo es dominado por los zombis. Teníamos la sensación de que los coches huían de algo. Todos corrían mucho, y cuando parábamos en una gasolinera, nos mirábamos unos a otros como walking deads en potencia, observándonos – es un decir – por si alguno daba algún gruñido.
Veíamos sobre todo camiones. Camiones de suministro por doquier. A partir aproximadamente de Córdoba, dejaron de circular automóviles (se ve que nadie iba en dirección norte, solo nosotros). Prácticamente todo eran camiones. De madrugada, mientras volvíamos, se levantó una niebla espesísima que nos acompañó durante doscientos kilómetros, logrando que todo fuera aún más fantasmagórico.
Pero antes de eso, por la mañana, en el IES, tenía la sensación de vísperas de algo, no sabíamos qué, pero algo iba a pasar. Los alumnos, muy excitados, no podían disimular su alegría ante dos semanas sin clase. Los profesores, perplejos, no tenían claro qué habrían de hacer... Sospecho que muchos tenían la sensación (probablemente correcta) de hallarse en medio de una aventura.
El mundo, sin duda, está trastornado. Pero soy optimista. Después de la Peste Negra del siglo XIV, terrible epidemia que liquidó a más de una tercera parte de la población europea, se desató en nuestro continente una enorme alegría de vivir. Se abandonaron muchos de los hábitos teocráticos de la Edad Media y se dio el pistoletazo de salida a uno de los movimientos más liberadores y humanistas (en todos los sentidos de la palabra) de la historia: el Renacimiento. Después de la gran Gripe Española de 1918, más letal que la misma I Guerra Mundial, los europeos decidieron que la vida era para disfrutarla, y comenzaron los llamados felices veinte.
Soy optimista. Incluso creo que la economía no va a sufrir tanto. El mayor temor de los economistas es la caída del consumo (aunque no hay nada que ponga tanto a un economista como anunciar una megacrisis). Pero dejando aparte que los supermercados están vacíos, después de dos semanas metidos en casa, cuando salgamos a la calle, compraremos de todo, comeremos de todo y beberemos nada moderadamente, reventando esos índices de consumo. Si este año se permite la feria, será la mejor de toda la historia. Tendremos temas de conversación para muchos años y nos contaremos anécdotas sin fin cerca de lo ocurrido durante los días de la cuarentena.
Intentemos ser optimistas. Aunque para que ocurra todo esto, supongo que debemos portarnos bien, con cabeza, y cumplir las instrucciones de las autoridades. Si no lo hacemos y las cosas se tuercen, los recuerdos no serán tan buenos, sino tristes, y perderemos quizás a amigos, igual que si tuviéramos que pagar como precio por nuestra aventura el equivalente de un desembarco en Normandía.
Mejor la playa de la Costilla que las playas de Normandía.












Justino "Tomasito" | Martes, 17 de Marzo de 2020 a las 21:33:44 horas
Esta crisis coronaviral,como muy bién dice el articulista, será muy recordada por diferentes generaciones e incluso me atrevo a predecir que entrará muy pronto como otro capítulo negro más en los libros de Historia.Algunos creen que más pronto que tarde,otro virus parecido pero con un poco de más mala leche que éste,acabará con la actual civilización.Por ello,esperemos a la feria de Sevilla en Septiembre o la de Rota en Octubre,para por si acaso, irnos despidiendo de este mundo con una copita de manzanilla y una racioncita de buén jamón ibérico.Me ha parecido entender esta tarde a Sánchez que como Plan de choque,el Estado español iba a invertir 30 millones de euros en Investigación contra este virus y 199.970 millones de euros en otras medidas para parar la caída de la economía de todos en general...¿ven cómo está el Apocalipsis mucho más cerca? En referencia al artículo,el sr.Balsa Cirrito ¡debe seguir escribiendo en Rota al Día,sí o sí!
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