No me negarán ustedes que una de las cosas que más caracterizan a Rota son sus playas. Patrimonio local que ha hecho de esta Villa una forma de vida en todos sus aspectos. Desde un atractivo turístico hasta una forma de ganarse la vida. Tan importante resultan ser que hasta se ha constituido una gran entidad urbanística en torno a una de ellas. Como habrán podido ya saber, estoy hablando de Costa Ballena. Urbanización que tiene vocación de barrio roteño.

En el pasado La Ballena era el ojito derecho de los ediles roteños, quienes veían en su configuración una oportunidad empresarial, laboral y turística. Se constituyó un núcleo urbano en torno a uno de los mejores campos de golf de Europa. Las urbanizaciones florecían y jóvenes parejas y matrimonios disfrutaban este pequeño paraíso enmarcado entre Aguadulce y Las Tres Piedras.

Sin embargo, todo lo que era luz ahora no hay más que oscuridad. Lo que prometía ser el "Maná" roteño ahora es un dolor de cabeza constante de las distintas corporaciones municipales. Ninguna de ellas ha sabido sacar el provecho necesario a este núcleo. Todo ha quedado en buenas voluntades.

La desgana y el interés se palpan en el ambiente. Algunos ejemplos son los siguientes: La línea 3 que une a Costa Ballena con Rota llegó a tener un horario cercano a las 24h de servicio. Hoy damos gracias si dura hasta las 12 de la noche un viernes en temporada de verano. Las pistas municipales de tenis y pádel estaban listas y operativas desde principios de mayo y junio. Incluso algunos fines de semana del año abrían para el disfrute de sus vecinos. El verano de 2019 no las terminaron de limpiar y de abrir hasta mediados de julio.

Desde los sectores más reacios argumentan que cómo van a invertir en La Ballena si allí no vive nadie. Y llevan razón. Yo me plantearía mucho poner un solo euro en un negocio aquí. Desde luego no con políticas como la de ceder suelo público para construir un parque acuático en vez de servicios y empleos que den vida al entorno. No me cabe la menor duda de que Costa Ballena les queda grande.

Gonzalo Jerez Romera