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Prudente Arjona 2
Sábado, 07 de Marzo de 2020

Er verano no es para mí

[Img #131236]En esta sección publicamos capítulos del libro "Desde el Picobarro de Rota" (Relatos y cuentos), escrito por el roteño Prudente Arjona que gentilmente lo ha cedido para compartir con los lectores de Rotaaldia.com. El autor, quiere simplemente que se conozcan las historias y anécdotas que describe y en esta sección de Opinión semanalmente se irán publicando.

 

 

ER VERANO NO ES PA-MÍ

Mucho desvivirse por un metro de tierra,

cuando al final te la regalan para siempre”

           

 

Me azomo a la playa y erzo me jace esconderme bajo la gorra como una tortuga bajo la concha. -¡Es mucho zo er de hoy, Ozé”!- Dice un paisano ar pasá, mientras en la orilla,  un cordón multicolor la serpentea; ¡Toas las sombrillas juntas como una priñaca de tomates, pimientos y cebolla...! Y yo, eme aquí, a lo Cristóbal Colón; buscando tierra,  pa´ mi parasol y con una ristra de niños...

 

¡He llegao´ un poquillo tarde!; Y ya está to´ conquistao´...   A ver cómo ze lo cuento yo a la parienta que se ha queao´ jaciendo la tortilla... Ar finá terminaremos a la sombra de la torreta der vigilante de la playa... Pero ni ezo, han cojío hasta la escalera de acceso a la atalaya del vigía, y ya están unos pocos jugando ar dominó... ¿me digo?; que temprano empiezan esta gente, pero dezeguía caigo; po´ claro, si están desde er primer día de las vacaciones turnándose día y noche pa´ que no le quiten er sitio... ¡Hay que joerse...!

 

¡Y es que er verano no es pa mí...! Fíjate que namá salí de casa, he patinao en una KK de un joío Kan,  y ¡Claro!, to los deditos asomaos a la suela de la chancla a ve que pasaba ahí abajo y ¡!, han terminaos de pie a cabeza...  Y ahí me encuentro yo, limpiándome con un papé de churros de segunda mano... Pero es que a renglón seguío la chancla que se libró de la escatológica plastilina, se queó apegá ar zuelo –que ya echaba jumo der caló-. Cuando miro… ¡Conio!: Un chicle le ha lanzao su telaraña atrapató...

 

Y es que las calles, los aceraos´, las plazas... se encuentran zarpicá de manchas renegrías, agazapá durante el invierno, esperando su despertá con la llegá der caló, pa´ desplegá sus brazos gelatinozos en las azuelas de las chanclas de los despistaos´ -que como yo- se ven aprezao´ por un purpo de tentáculos extensibles al estilo del Inspector Gache...

 

Y ahí voy yo, como un emplea´ de correo; Mata-sellando toas´ las bardozas con mi 44 y dejando atrás una maraña de hilos lechozos que se intercomunican entre ellos, y me van frenando cada vez más al andá...

 

Ahora, los artavoces anuncian la perdida de -“Una niña de tres añitos, llamada Maria-Isabel-Camila-del-Rocío, lleva braguitas rojas, un cubito amarillo y una palita a juego...”. Po´ no se va a perdé esa criatura y es que aquí se pierde hasta los exploradores de la zerva, porque hay más palos de sombrillas jincao´, que árboles tié la Amazonia. ¡Como pa´ no perderse los chiquillos! Aquí desaparece hasta el de las papas fritas...

 

Mientras tanto y temiendo la bronca domestica, me arriezgo a parcheá en donde clavá la sombrilla, como si buscara zetas en er bosque; Entre toallas, sillas, palitas de plastico, protectores solares y... morenazas con incipientes bikinis a lo Morse, o sea: que solo cubren, punto, y raya... No quea´ ná. Me jarto de tó, y cojo los trastos y los niños y de vuerta a casa... ¡Ah! Pero los niños no quieren vorvé; Yo me cabreo tobía má, saco er tubo de la sombrilla y les digo:

 

—O tiráis palante, o los ensarto a como un pinchito moruno.

 

Los pobres refunfuñando, me replican que en la orilla hay sitio. Me suena er movi, ¡éa! A zortá to´ los pertrechos en la arena; la parienta que dice que ha llegao´ a la playa, y que le diga dónde estamos.

 

—¡Ja!, eso quisiera saber yo, le replico; ¿No tas traío la brujula? -¿¡Que soy una bruja!?, después que te traigo la tortilla, ¡cabr..!

 

—Que no mujé, que estoy de coña. Mira, estoy amarrando una toalla ar palo de la sombrilla y la voy a mové. -¿Qué, la ve?, po´ aquí estamos, en la orilla vamos a instalar el campamento.

 

Cuando la gorda llega, zuerta la cesta con las viandas y se desparrama sobre la primera silla que ve.

 

—Que peazo de caló jace y que caliente está la arena, que hasta las chanclas se me han derretío.

 

—¡Oye, Manué, ¿tú crees que aquí estamos bien?

 

—Po´ claro mujé, tu ve otro sitio, y ademá más fresquito que nadie al está tan cerquita de la orilla. ¡Venga niños, los flotadores que no quiero perdé a ninguno, con el trabajito que me costó pariros!

 

Manué mira de reojo a la orilla y le da la sensación de que la ola que rompe en la orilla es un poquillo grande, pero cualquiera le dice a la Juana y a los zagales que no se bañen. Como si me hubieran escuchao´, cuando me doy cuenta ya están los cuatros en el agua.

 

—¡Manué, venga ya, que el agua está estupenda, no te hagas más el rezagao, que bien sé que te lo piensa mucho, friolero!

 

Chapuzón al canto, zaco la cabeza pa´ tomá aire y allá viene otra ola que me la trago enterita. Me queo´ sin respiración y comienzo a tosé. Miro a mi alrededor y a pesar de que la playa estaba en bote, muy poca gente se atreve a bañarse. Esto me huele a chamuzquina. Entre golpes de tós, le digo a to´ mi personá que zarga del agua, que las olas están un poco cabreá.

 

Cuando los niños se van acercando a la orilla, ¡allá va!; los tres los arrevolea´ el rompiente y terminan tos´ desperdigao´ por la orilla. Con el corazón en un puño intento salí, pero las olas en su retroceso me llevan pa´ entro. Por fin veo a dos o tres bañistas que se percatan de la situación y recogen a los niños que empiezan a llorá llamando a su padre y a su madre. Yo ya estoy saliendo con mil sacrificio y no pocos revoleos´. omo un novillero malo-. Toco la arena firme, le doy las gracias a los generosos salvavidas y abrazo consolando a los tres pajarillos que se pliegan a mí.

 

Claro que la cosa no quea´ ahí, porque la gorda intenta to zofocá salí del aremolino, dando una abrazá pa´ fuera y tres pa´entro. Las olas jacen lo que quieren con ella. La desesperación de la Juana y mía llega al límite cuando veo que por detrás le acomete una ola de un metro y medio, y de momento solo se ve espumas; la Juana ha dezaparecío.

 

De nuevo la ola hace su recorrido en retrocezo y ya se ve los rulos de la Juana, yo me meto hasta la cintura pa´ atrincarla. Se me va de las manos y vuelve a desaparecer, la ola me toma por derecho y me lleva dando vueltas a la orilla. Antes de llegá ya estaba yo de pie con los ojos llenos de agua y arena, me encamino de nuevo to´ zofocao´ al fragor de la batalla, mientras veo cómo la gente en la orilla, en vez de ayudarme se partían de riza. Algunos niños decían que la marea traía una ballena;

 

—¡Venid, venid! -Llamando a otros mequetrefes.

 

—La put... madre de tos´.

 

Por fin, seres humanitarios se compadecieron de mí, al tiempo que se percataron de que la cosa no era de risa, sino que mi Juana se iba ajogá si no la zacábamos pronto del agua. Fui en su busca, otro me tomó por la cintura y los demás fueron jaciendo una cadena humana y cuando la atrinqué por la muñeca, todos jalaron hacia la orilla y allí, como por arte de magia, apareció, como un submarino, la Juana dando trompicones, tosiendo y echando espumarajos por la boca y lo peó; Como la madre la echó ar mundo; en cueritati, porque, en la refriega había perdío la Juana er bikini.

 

¡Y mira que yo se lo decía veces!: Por Dios, Juana, que tú no tiee cuerpo pa´ bikini, que lo lleva mu´ajustao´ , que tu talla no la hay, que te bañes con pantalones cortos. Pero, paná le servían mis consejos. Y ahora, como un bicho raro aparecío en la orilla. To´ er mundo jechándole afotos y yo sin podé jace ná, porque estaba atontao´ y petrificao, hasta que una buena señora se apiadó de ella y de mí, y le alargó una toalla con la que se relió parte de sus vergüenzas, mientras que mi niño er mayó le trajo dos toallas más, pero que no la abarcaba pa´ cubrila entera.

 

—Totá, después de que media playa gastó los carretes de sus máquinas de afotos, se fueron ca´ mochuelo a su olivo, comentando y riéndose der numerito protagonizao´. Arrecojimos los trastos, recontamos los niños, por si fartaban argunos, y emprendimos la vuerta a casa, con la Juana llorando a mares.

 

—Ar finá, entre zollozos y algunas palabrillas subidas de tono, repartimos las tortillas entre nojotros y los niños y ahora, nos encontramos la parienta y yo, comiéndonos media tortilla en la bañera, sin sombrilla, ni palitas, ni niños perdío y sin morenazas, que la he cambiao ¡claro está!, por una rubia de bote de 110 kilos, que abarrota toa´ la bañera, y yo termino sentao´ en el borde de la pila, echándole agua fresquita por la espalda con el cubito de plástico de mi Paqui y rellenándole ca´ cuarto hora el vaso de tinto de verano der tetrablí, mientras que ella no deja de resoplá, recriminándome lo torpe que soy pa´ encontrá con seguridá un metro cuadrao´ de  playa. Y lo peó es que tie toa´ la razón la joía, que es lo que a mí, más de da´ potrá. Y es que en verdá, er verano no es pa´mí. Y ahora me pregunto, ¿cómo voy a sacá yo solo, a la Juana empotrá como está, en la bañera...? ¡Vaya poblema se me ha arejuntao´ hoy!.  ¡Si ya lo he dicho antes;  er verano no es pa´ mí...!                  

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  • Prudente Arjona Lobato

    Prudente Arjona Lobato | Jueves, 12 de Marzo de 2020 a las 18:43:30 horas

    Muchas gracias Ángela. Dado que la situación que se nos ha venido encima, nos aconseja salir lo menos posible de casa, puede ser aprovechable para escribir, a todas esas personas, que como tú y yo nos encanta hacerlo, y que al publicar esos humildes trabajos, les hacemos disfrutar un rato del goce de la lectura también, a esas otras, amantes de la literatura. Sigamos pues, complaciéndoles.

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  • Ángela Ortiz

    Ángela Ortiz | Miércoles, 11 de Marzo de 2020 a las 21:15:52 horas

    Jajajajaj, vaya aventura más divertida !!! Para la próxima ponle a la Juana un bañador enterizo de neopreno, que con ese no hay sorpresas desagradables.
    El verano tampoco es pa mí, al menos en sus horas más calurosas.

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