Especies protegidas
Suiza acaba de aprobar en referéndum una ley contra la homofobia. El espíritu que la anima me parece saludable, pero la probable práctica me deja perplejo. La referida ley, por ejemplo, prohíbe que se le niegue la entrada a un gay a cualquier establecimiento por su condición de gay, o la denigración pública de la homosexualidad (para entendernos, hacer chistes de mariquitas en un programa de TV).
En fin, ¿no les parece que estamos llevando algunas cosas demasiado lejos? ¿De verdad queremos hacer de los gais algo así como una especie protegida? Verbigracia, en muchos locales de copas de las grandes ciudades era (y supongo que seguirá siendo) frecuente que un portero en la entrada decidiera quien podía pasar y quien no, basándose fundamentalmente en la ropa o en el aspecto físico. ¿Es más tolerable no dejar entrar a alguien en una discoteca por ser gordo o por llevar calcetines blancos con unas deportivas horteras que por ser gay? (De hecho, es infinitamente más probable que para entrar en una discoteca la circunstancia de ser gordo u hortera sea más penalizada que la de ser homosexual).
Y en cuanto a los chistes sobre gais, creo que es la propia sociedad la que ha desterrado los de manifiesto mal gusto u ofensivos, pero ¿eliminarlos todos? No voy a señalar el hecho evidente de que los chistes de mariquitas (dicho exactamente así, de mariquitas) quienes mayoritariamente los cuentan sean precisamente los humoristas homosexuales, pero ¿eliminaremos todos los chistes potencialmente ofensivos? ¿Los de tartamudos? ¿Los de locos? ¿Los de borrachos? ¿Los de tontos? ¿los de mejicanos? ¿los de leperos? No sé por qué razón un lepero debe estar menos protegido que un gay.
Se me ocurre un ejemplo. Hace años, un jugador de fútbol croata llamado Prosinecki era a menudo recibido en los estadios de fútbol con el grito de “feo, feo, feo...”. Si hoy en día se le hiciera algo parecido a otro jugador, no creo que le ocurriera nada al equipo propietario del estadio donde esto pasara. Pero imaginemos que un equipo de fútbol actual tiene a un pelotero que ha confesado públicamente ser gay. E imaginemos igualmente que el estadio del equipo rival lo recibe al grito de “maricón, maricón, maricón...”. Sin ningún género de dudas, el estadio sería clausurado. ¿Sufren acaso menos los feos porque los llamen feos que los gais porque los llamen maricones?
No son pocos los gais en Suiza que se han opuesto a la referida ley. La razón es precisamente la que apuntamos: quieren ser iguales que los demás, no una especie protegida. A la larga, entienden, terminará perjudicándoles. Hasta tal punto que han creado un grupo con el nombre de Derechos especiales, ¡NO!
No quiero que nos confundamos. Evidentemente, me parece una gilipollez negar la entrada a alguien en cualquier sitio por ser gay o por ser de Kinhasa, pero quizás tengamos que aceptar que la libertad conlleva aceptar algunas cosas desagradables y, desde luego, no veo la razón por la que nadie deba tener privilegios ante la estupidez ajena.
El motivo de fondo de que de esta sobreprotección no se me oculta, aunque si lo desmenuzáramos, me temo que el artículo se nos iría muy de largo, así que casi mejor lo dejamos para otro día. Pero no me resisto a dar una pista. Asociaciones, colectivos, grupos de defensa de... Y, desde luego, no hablo solo de la homosexualidad.
Ahí quedó.












Ángela Ortiz | Martes, 25 de Febrero de 2020 a las 19:50:15 horas
Señor Balsa, usted mismo lo ha dicho "estamos llevando las cosas (añado todas) demasiado lejos".
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