"La chorrada inclusiva"
por Balsa Cirrito
Se me viene a la cabeza un viejo chiste de Paco Gandía: era un tío tan agarrao – contaba el humorista sevillano - que se encontró en la calle una tirita y se hizo un corte en el dedo para no desaprovecharla. Algo parecido ocurre con el feminismo radical. Se ha anunciado un Ministerio de la Igualdad y, francamente, hay motivos para estar acojonado.
Me explico. Si te dan un ministerio de este tipo, donde las atribuciones son tirando a nebulosas, el ministro o ministra correspondiente tenderá a meterse en todo. Y tratará de crear problemas más que solucionarlos, porque su propia existencia dependerá de ello. Quiero decir que el Ministerio de la Igualdad solo tendrá sentido si se demuestra que hay desigualdad, y cuanta más desigualdad haya más importancia tendrá el ministerio, con lo cual la tentación lógica será la de engordar, aunque sea artificialmente, esa desigualdad. ¿Un poco lioso? Para entendernos, si existiera un Ministerio para la búsqueda de vida extraterrestre, es seguro que sabríamos de la aparición de un ovni irrebatible todas las semanas. Y no se trata de maldad, es la condición humana.
Después de decir esto, se supone que ahora debería justificarme y asegurar que yo no soy machista y tal y tal, y que estas palabras mías no deberían ser malinterpretadas pues solo son una alerta, etc. Creo que no lo voy a hacer. Lo mas desagradable del feminismo radical (y de otras líneas de pensamiento concomitantes) es que hay que tomarlo como un dogma inalterable. Hay que comerse la ración completa o no hay ración. Cualquier matización, critica o puntualización lleva a que un número bastante grande de exaltados (venga, digámoslo) y exaltadas, califiquen de machista a cualquiera que se atreva discutir sus sagrados mandamientos.
Obsérvenlo porque resulta hasta divertido. Si no tragas con alguno de los mandalas radicales eres un indeseable machista. No puedes cambiar ni una coma ni una vírgula ni una tilde. Me pregunto, entonces (pueden ahora colocar ciertas dosis de dramatismo en mi voz) ¿Acaso no se puede disentir? ¿Solo cabe agachar la cabeza y decir "te alabamos señor? ¿Serán emplumados todos aquellos que no sigan los dictados del nuevo Yahveh? (fin de la voz dramática).
En realidad, toda esta introducción tan simpática va relacionada con un asunto que parecía saldado pero que últimamente renace con fuerza peligrosa, además, corregido y aumentado, muy aumentado. Me refiero al rollo del lenguaje inclusivo. Da igual que la RAE se haya pronunciado en contra, da igual que las inmensa mayoría de los lingüistas digan que se trata de un disparate. No importa. La secta tiene sus creencias firmes. Y como digo, la talibanería no se limita ahora a que haya que decir niños y niñas o presidenta o jueza. Acometen ahora con barbaridades del tipo de "todes les niñes quedaron sentades en sus sillas".
Realmente, resulta triste (y estúpido) tener que explicar porque esto resulta un disparate, pero lo vamos a intentar. Y ni siquiera me voy a referir a razones estrictamente lingüísticas, como la economía del lenguaje o a los conceptos de norma y habla. Me voy a fijar solo en una cuestión.
España, aunque a algunos les sorprenda, tiene una rica cultura. Y uno de sus idiomas, el castellano o español, es la segunda lengua del mundo en el número de hablantes nativos. Y este idioma tiene una poderosa, poderosísima literatura. Pues bien, en el remoto caso de que se impusieran estas normas, toda la literatura, todo lo escrito en nuestro país se convertiría automáticamente en antigualla, y nadie podría leer a Galdós, a Larra, a García Lorca, a Cela, a Alberti, a Unamuno, a Clarín, a Baroja, a Buero Vallejo, a Balsa Cirrito, a nadie que no fuera contemporáneo, puesto que sus obras resultarían incomprensibles al no escribir estos autores con el género inclusivo de Todes les niñes sentades. ¿Les parece poco problema?
En general, quienes propagan estas sandeces suelen ser personas de cultura mediana. A las personas de escasa cultura se la pela el asunto, y las feministas de cierto nivel intelectual se descojonan (perdonen, pero no sé cuál será el sinónimo inclusivo de descojonarse). Pero los enteradillos y las enteradillas, aquellos que oyen campanas pero no saben si son campanas o carrillones, estos se meten como buzos en todo este desatino.
Si la palabra fascismo significa algo hoy día, que creo que no, el sector este al que nos referimos sería sin duda fascista. O, por lo menos fascistoide. Observen como todos los totalitarismos tratan de cambiar el idioma, tratan de crear una jerga propia para unificar los pensamientos. Lo hizo el franquismo, lo hizo el estalinismo, el nazismo, el castrismo y lo hace el bolivarismo venezolano.
Pues me apuesto mi colección de soldados de plomo a que el nuevo ministerio va a tirar por esta senda.
En fin, termino, y como voy lanzado no me corto. En España, al día de hoy, la desigualdad entre los sexos es prácticamente inexistente, y, en todo caso, el género oprimido es el masculino. Solo hay, creo, un campo donde las mujeres siguen teniendo problemas reales, y es el del acoso y agresión sexual. Aquí sí que no quito ni una coma, y todo lo que se intente contra esta lacra me parecerá adecuado.
(Bueno, y no he dicho lo peor de todo. La ministra es Irene Montero).





































Manuel | Domingo, 19 de Enero de 2020 a las 17:53:31 horas
como sigas escribiendo así, contando las realidades, te vas a convertir en el blanco a batir, como mínimo.
Me imagino que para esos colectivos que se autodenominan "progresistas" serás un "facha".
La cultura democrática de confrontar ideas no va con ellos.
Te seguiré leyendo aunque a veces no coincida contigo.
Salud
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