"Presencia de ánimo" de Oscar Wilde
por Carlos Roque Sánchez
¿Recuerda el cuento ‘La actriz’, que le traje a primeros del mes pasado?, pues hoy otro igual de curioso del genial escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés Oscar Wilde (1854-1900), de quien ya sabe fue también un gran orador, cualidad que solía prodigar en tertulias y charlas con amigos y conocidos en las que desparramaba sus maravillosas narraciones. Unas tristes, otras irónicas, estotras cargadas de humor y esotras de las de dejar la boca abierta con su final, pero todas de obligada lectura si uno quiere realmente conocer el talento de Wilde.Wilde, el cuentista.
‘Presencia de ánimo’, una expresión para el título cuentero cuyas palabras desde el punto de vista de la etimología provienen del latín -presencia de ‘praesentia’, cualidad de estar adelante; y ánimo de ‘ánimus’, carácter, coraje, valor-, y con la que nos referimosa esa serenidad o tranquilidad que conserva el ánimo ante cualquier situación, tanto en los sucesos adversos como en los prósperos. En ese sentido la utilizamos, por ejemplo, al decir: “Antonio mostró mucha presencia de ánimo en unos momentos tan duros”. Pero ni que decir tiene que, mucho mejor de lo que acabo de poner negro sobre blanco, lo relata el cuento:
“Mi joven amigo el actor interpretaba el papel principal de una obra extremadamente popular. Durante meses no había quedado una sola localidad libre en el teatro, y en el momento mismo de la representación las colas para la platea y la galería se extendían varias millas; de hecho, llegaban hasta Hammersmith (aunque debo agregar que la obra se representaba en Hammersmith).
Una noche, durante la representación, en el terriblemente tenso momento en que la pobre florista rechaza con desdén las detestables propuestas del malvado marqués, una enorme nube de humo se extendió por los costados del escenario, que fue sitiado por grandes lenguas de fuego. Aunque el telón descendió de inmediato, el público estaba aterrorizado y se precipitó hacia la salida. Se desató un pánico horroroso: los hombres comenzaron a gritar y a empujar, las mujeres daban alaridos y se tiraban de las ropas. Había el grave riesgo de que varios espectadores murieran pisoteados y, de hecho, algunas faldas se ensuciaron y varias camisas de vestir quedaron arrugadas.
En el clímax del estruendo apareció por la puerta de la orquesta mi joven amigo el actor -que en la obra ama y es amado por la florista-, contempló la situación de un vistazo y trepó al escenario. Allí parado, ante el telón de hierro, erguido, con la mirada destellante y el brazo levantado, ordenó que se hiciera el silencio con una voz que resonó en todo el teatro, como una trompeta. El público conocía bien esa voz y se sintió reconfortado: el pánico remitió de inmediato.
Les dijo entonces que el fuego ya no era peligroso, que ahora estaba bajo control. Sin embargo, explicó, el miedo de todos constituía un peligro muy real y, dado que sus vidas dependían de que mantuvieran la calma, era necesario que regresaran de inmediato a sus asientos. Todos hicieron lo que se les dijo, sintiéndose muy avergonzados. Y cuando las salidas quedaron despejadas y todos los asientos fueron ocupados de nuevo, el actor dio un ligero salto sobre las candilejas, alcanzó la platea y se esfumó por la primera puerta a su alcance. Entonces el humo saturó el auditorio, las llamas irrumpieron a cada lado y ninguna otra alma salió con vida del lugar. Es así como podemos apreciar la utilidad de la presencia de ánimo”.
Una auténtica maravilla, ¿no le parece? Por cierto, creo que no les he dicho que todos estos cuentos wildeanos están recogidos en el libro ‘El arte de conversar’, publicado por Editorial Atalanta, 2007. Le dejo con una cita, me ha llegado a última hora pero viene que ni pintada, del literato inglés John Dryden (1631-1700) que reza así: ‘Presencia de ánimo y valor en la adversidad, valen para conquistar el éxito más que un ejército’. Pues puede que sí.
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FUENTE: Enroque de ciencia





































Hermano Lobo | Martes, 14 de Enero de 2020 a las 16:11:53 horas
Me encanta el ingenio y, pese a ser irlandés, el humor inglés de Oscar Wilde. He leído muchas de sus obras, algunas más de una vez, como "El retrato de Dorian Gray" o "La importancia de llamarse Ernesto"
Sin embargo, usted siempre me sorprende, nunca había leído la fábula negra con la que nos ha obsequiado hoy. Típica obra, muy en línea con el humor sardónico, descarnado a veces, cínico de O. Wilde.
Es cruel, muy cruel, pero casi me levanta la carcajada. ¡Qué cabrón, el joven actor!
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