Tiempos viejos (por Manuel García Mata)
Este año, entre otros muchos fenómenos, el renacer de la extrema derecha en nuestro país ha resultado ser uno de los sucesos más impactantes. Sacar de nuevo muy sesudos argumentos de la inconveniencia del hecho, ni es nuevo, ni va a aportar nada, pues quien ha querido estará más que bien informado de los pormenores del tema. Personalmente, sin pretender restarle un mínimo de significado al suceso, coincidiendo con esa melancolía nostálgica de la Navidad, me ha venido a la memoria todo aquello que hacía muy diferente aquella época de la actual. Sabido es que del conjunto de votantes del nuevo partido un elevado y mayoritario tanto por ciento son gente que no vivió la “época dorada” que esta ideología pretende resucitar.
Como está claro que aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor no deja de ser una frase estúpida y sin substancia, no estaría de más recordar a quienes no vivieron aquello algunos detalles, para algunos anecdóticos, relevantes para otros, de lo que suponía esta forma de vida. No, en absoluto voy a hablar de política, para qué rememorar esas violaciones continuas de los Derechos Humanos, hablar de ello ya era motivo de sufrir la represión; sólo de situaciones que hoy son tan normales y que entonces eran imposibles, sobre todo porque había quienes se encargaban de acabar con esas posibilidades: Los dos pilares ideológicos del franquismo, el Movimiento y la Iglesia, que eran uña y carne con el régimen. Cosa tan sencilla como que la religión católica, (una, santa, apostólica y romana, además), estaba por encima de todo, y nadie se podía sustraer a esa realidad. Como consecuencia de ello se perseguía todo cuanto la iglesia, voz espiritual del régimen, considerase que no debía consentirse. Para ello existían leyes, como la Ley de Vagos y Maleantes, donde encajaba cualquiera que observase una conducta que desagradara a las autoridades religiosas. La moral, palabra sagrada de la época, se quebrantaba, por ejemplo, por darse un beso una pareja en la calle, y si el cariño pasaba a mayores la que te caía podía ser de abrigo. ¿Acaso esta juventud que ha llenado las urnas con votos al partido de las tres letras se piensa que podría estar manteniendo relaciones sexuales en cualquier sitio público como hoy en día se da?
La iglesia, para asegurar que el rebaño iba por el buen camino, se encargaba con representantes del brazo político del partido único de la censura de las publicaciones. Periódicos, libros, revistas, películas, canciones, espectáculos, etc, se permitían o no según su decisión. Para refuerzo de todo esto eran sus miembros quienes otorgaban los Certificados de Buena Conducta desde la parroquia, imprescindible para montones de situaciones cotidianas: estudios, trabajos, ayudas, etc. ¡Ay de ti si no recordaba el párroco que fueras a misa!
No nos vamos a detener en cuál era el trato a los homosexuales, trans, travestis, etc; ni la situación de inferioridad, legal y práctica, de las mujeres; o cómo se consideraba a las minorías étnicas; o de quienes se señalaban en los trabajos por reclamar lo que sabían que era justo. Eso es política y de eso no hablamos.
En cuanto al uso de substancias prohibidas, que es como se denominaba a las drogas, ni blandas, ni duras, por el mero hecho de consumir o sólo con llevar una pequeña porción te aplicaban la famosa ley citada anteriormente, previo paso por el lugar de detención.Tampoco es que se vaya a justificar las faltas de respeto a determinados colectivos, para nada, pero es bueno saber que entonces el mínimo reproche a cualquier autoridad la respuesta inmediata era un guantazo, que se multiplicaba por N si la actitud se consideraba más grave. Las frases o palabras irrespetuosas con la religión recibían una respuesta del mismo orden, más la multa correspondiente. La libertad de reunirse con quien quisieras y dónde hacerlo era impensable. Los lugares públicos exigían unas normas, que se cumplían sí o sí, lo mismo que los horarios. ¿Botellonas? Ni en sueños.
Es muy posible que haya quienes de aquella época quizás solo tengan buenos recuerdos. No se puede generalizar por injusto, pues entre los miembros del clero, de las fuerzas de orden, incluso en el ejército y hasta en el partido único, habían muchas personas que no se pueden incluir en esto; pero que no quepa duda, solo hay que escarbar un poco, que lo aquí expuesto, como ya se anunció no son más que algunos detalles de lo anecdótico.
Pero, por salud democrática, la gente es libre, incluso para equivocarse.
Manuel García Mata

































Chico | Jueves, 02 de Enero de 2020 a las 18:56:02 horas
Un buen y necesario artículo para l@s jóvenes y desmemoriados.
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