La reciente Cumbre del Clima ha supuesto, al menos en su aspecto exterior, algo así como la apoteosis del perroflautismo. Quizás la imagen más terrorífica de la cumbre fuera la manifestación que se desarrolló por las calles de Madrid. En primera línea, sosteniendo pancarta, veíamos a diversos individuos (e individuas), juraría yo que disfrazados de carnaval. Uno con un tocado de plumas como el de Toro Sentado, otra vestida con un ropaje que me pareció andino, el de más allá, lleno de colorines al estilo africano... El remate, lo mejor, en segunda fila, un cartelón que decía: "solidaridad con el pueblo mapuche".

Por lo que se ve, hay muchos que no se han enterado de qué va esto. El pueblo mapuche, con todos mis respetos, me importa un pepino. Resulta que estamos según todos los indicios bajo el riesgo de una emergencia climática, y me salen con una historia de indios chilenos.  Por algún motivo que nunca he llegado a entender, hay quien piensa que por aparecer vestido con una ropa que no se pone nadie, se es más auténtico. ¿Entenderá esta gente que el de planeta es un concepto gordo y colectivo al que se la soplan los mapuches, los korubos y los indios tabajaras en tanto que mapuches, korubos e indios tabajaras y solo importan como miembros de la raza humana?

Todo esto del cambio climático es demasiado serio para dejarlo en manos de los perroflautas. Yo, como la mayor parte de la población, carezco de conocimientos técnicos para saber cuánto de cierto hay en ello; sin embargo, si considero que como el 90% de los científicos están de acuerdo en que ese cambio se está produciendo y que está provocado por el hombre, tiendo a creer (con algunas lógicas reservas) en lo que estos me cuentan.

(Por supuesto, existe un 10% de científicos, gente seria y respetable, no charlatanes, que no está de acuerdo con la opinión dominante, por lo que tampoco es imposible que la realidad sea la contraria).

En todo caso, el ecologismo radical y otras opciones radicales producen en los últimos años una figura que me parece altamente posturera, por no decir ridícula, y es la del "activista". Por definición, activista debiera ser alguien que actúa, que hace algo por una causa. Sin embargo, lo que caracteriza al activista es que perroflautea sin reparos.

Para entendernos, un activista por el medio ambiente debería ser alguien que realizara actividades como la limpieza de plásticos de las playas y la siembra de árboles o que promueve con el ejemplo la no utilización de elementos contaminantes, y no un día para salir en Facebook, sino como norma de vida.

Sin embargo, se le llama activista al perroflauta que se manifiesta, que realiza performances o que se disfraza de koala en algún acto donde haya gobernantes para poder dejar clara su protesta.

Pero estos perroflautas debieran saber que hay tanta gente protestando por todo que ellos no hacen falta (salvo como palmaria demostración de la estupidez humana). Lo que necesitamos son activistas que actúen, gente que haga cosas, gente que contribuya con hechos, no con flautas. Si realmente la situación es tan grave y perentoria como nos presentan muchos científicos, todos vamos a tener que actuar, pero a actuar de verdad. Sin performances. Sin perroflauteo. Sin pancartas sobre los mapuches. Nos va en juego algo tan grande como que nos va Todo. Todo con mayúsculas.