"Guerra, Navidad y fútbol"
por Carlos Roque Sánchez
Esta sorprendente triple conjunción bélica-religiosa-deportiva del titular tuvo lugar hace ciento cinco años -el 24 de diciembre de 1914, día de Nochebuena que entonces cayó en jueves-, y es uno de esos números redondos que tanto nos gustan a los humanos, en esta ocasión el de su centésimo quinto (105. º) aniversario. Naturalmente algo extraordinario sucedió en dicha fecha, razón y causa de esta mi ‘Opinión semanal’, que me dispongo a contarle empezando por donde debe, por el principio.
Una guerra y dos bandos. Por supuesto que ella no es otra que la Primera Guerra Mundial (PGM), librada en la segunda década del pasado siglo XX, y uno de los conflictos bélicos más sangrientos y devastadores de la historia, que será recordado por la millonaria cantidad de bajas que produjo. Una confrontación que centrada en Europa empezó en el verano de ese año, el 28 de julio de 1914, y finalizó en el otoño de cuatro años después, el 11 de noviembre de 1918. Y en el interín se estima que se produjo la muerte de casi diez millones de personas, hubo más de veinte millones de heridos (mutilados en sus extremidades, ciegos o inútiles para moverse) y desaparecieron cerca de ocho millones de jóvenes pertenecientes a setenta países, agrupados en dos bandos: de un lado los alemanes y del otro los aliados. Una auténtica calamidad humana se mire donde se mire. Sin embargo, apenas transcurridos unos meses de iniciado el conflicto, ocurrió algo inesperado, un sucedido asombroso que tuvo lugar cuando el espíritu navideño se apoderó de las trincheras y de los hombres que, en medio del barro y la miseria, en ellas se protegían. Una especie de mezcla entre historia y leyenda, de esas que a veces depara el devenir de los años, y que ha hecho de aquel suceso algo milagroso y milagrero, bastante increíble pero real, porque no es un cuento de navidad.
‘Tregua de Navidad de 1914’ y villancicos. Por la documentación existente está confirmado que, en determinados y muy pocos lugares del frente, durante unas pocas horas se realizó un alto el fuego no oficial entre el día de Nochebuena y el de Navidad, siendo uno de los más publicitados el de Ypres. Una localidad belga en el frente occidental, indistinguible de otros tantos barrizales helados en un invierno que era de los de antes, quiero decir sin tanto cambio climático ni calentamiento global. Un lugar que tomamos como epicentro de este fenómeno y en el que según algunos historiadores en la tarde del día 24, los soldados del ejército alemán comenzaron a poner en sus trincheras unos pocos adornos navideños, a la vez que empezaron a cantar el villancico ‘Stille Nacht’ (Noche de paz) compuesta casi un siglo antes por el sacerdote J. Mohr, autor de la letra, y el maestro y organista F. Gruber, autor de la melodía. Sin duda, ‘¡Stille Nacht! ¡Heiligen Nacht!’, es mucho más que una canción de Navidad. Una actuación que al terminar fue aplaudida por los aliados (franceses, británicos y belgas), que respondieron con otro villancico que a su vez fue aplaudido por los alemanes que volvieron a cantar otro y así se fueron alternando cada bando hasta que los aliados cantaron ‘Adestes Fideles’, al que se unieron los alemanes pues la letra era en latín.
‘Tregua de Navidad de 1914’ y trueques. Dos enemigos que dejaron de serlo en mitad de la guerra para celebrar la Navidad, aunque sólo fuera por unas horas, teniendo como uno de los reactivos al villancico, y como catalizador a una lengua muerta (‘circa’ siglo VII), el latín. Lo que estará conmigo lector es mucho decir, tanto de la composición musical como de una lengua, para más ‘inri’ declarada por muerta. Bueno esto lo digo yo, que al fin y al cabo que sabré de lo uno y de lo otro. Y tras los turnos de villancicos parece ser que son también los alemanes los que propusieron a gritos una tregua, las trincheras de ambos lados estaban separadas por pocos metros, y sin armas empezaron a acercarse a los aliados que, aunque con reservas, empezaron a hacer lo mismo. De esta forma fue, por lo que sabemos, cómo se empezó a componer esta estampa navideña en la que, en tierra de nadie, soldados alemanes y aliados comenzaron a saludarse, descansaron juntos, charlaron e hicieron trueques intercambiando de todo lo imaginable: tabaco, los ingleses se pirraban por los cigarrillos alemanes; comida, los germanos suspiraban por las raciones de ternera británicas; alcohol; noticias; tabletas de chocolate; regalos recibidos desde sus casas, y hasta botones del uniforme para guardarlos de recuerdo. Naturalmente durante la tregua se retiraron los heridos que permanecían en el suelo, los cadáveres de ambos bandos que se pudrían desde hacía semanas, y hasta hubo tiempo para jugar un partido de futbol. Como lo lee. Quizás el partido más hermoso de la historia de la humanidad jamás jugado, y en el que el resultado fue lo de menos ya que la paz fue en él la verdadera y única ganadora.
Pero esa es otra historia de la que opinaré e informaré el sábado que viene, equidistante como éste de la Nochebuena y la Navidad, aprovechando para desearles ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Pascua de Navidad!, lo mejor para ustedes y los suyos y, como no, paz para todos los hombres (masculino genérico) de buena voluntad.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia





































Hermano Lobo | Lunes, 23 de Diciembre de 2019 a las 19:10:48 horas
Aficionado como soy a la historia, habiendo leído mucho, aunque nunca suficiente, sobre las dos guerras mundiales, esta maravillosa historia no la conocía con tanto detalle.
Gracias de nuevo. Leyendo tus artículos siempre se aprende algo.
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