"Malapropismo"
por Carlos Roque Sánchez
En busca de significado. Del término que titula esta ‘Opinión’ permítame que le ponga negro sobre blanco lo que seguro estoy que sabe pero, para los intereses que me traen esta semana, la verdad es que me viene que ni pintado. Me explico. Malapropismo es la castellanización del vocablo inglés ‘malapropism’, algo así como el uso incorrecto de palabras que se asemejan en su sonido, pero que se escriben de forma diferente teniendo, además, significados distintos y sin relación alguna entre ellos. Una palabra aún no recogida en el Diccionario de la Real Academia Española, DRAE, pero sí por algunos diccionarios especializados, entre ellos el de términos filológicos de Lázaro Carreter, que aluden a ese uso incorrecto de estos vocablos parónimos, cuyo significado sí recoge el DRAE como “aquellos tienen entre sí relación o semejanza, por su etimología o solamente por su forma o sonido”. Y lo peor, o mejor vaya usted a saber, de esta incorrección son sus consecuencias. Desde, a veces, la cómica situación que genera. Hasta el hecho inexorable por el que, de entrada y en determinado momento, nadie, nadie, está a salvo de convertirse en un malapropista. Pasando por el ridículo que cometen estas personas que, deseando demostrar al interlocutor un nivel cultural que no poseen, terminan consiguiendo el efecto contrario al deseado: demostrar su incultura. Es un fenómeno, en lingüística se conoce como ‘etimología popular’, quizás demasiado próximo al de la ‘ultracorrección’, pero esto solo es mi opinión. Como muestras de este tipo de error o gazapo, en el que se sustituye una palabra por otra de sonido similar pero diferente significado, les dejo estas perlas: “La aspirina fluorescente es más rápida y eficaz”, “Nadando en la ambulancia”, “Es una persona fabulosa, un desecho de virtudes”, “Mi hija es muy pequeña aún; traerla de viaje es muy premeditado” ¿Le suenan?
Por sus malapropismos los conoceréis. Me vienen a la memoria -perdone los ejemplos, pero es que un servidor de usted tiene ya una edad- entre otros: La expresión de una concursante de un conocido programa de telerrealidad, con su “Por favor, endereza tú la ensalada”. Quiero pensar que la ínclita no pretende que le “levante la ensalada porque esté inclinada” sino que “le añada condimento, que se la aliñe”, vamos que la aderece. O la del cantante de un famoso grupo de flamenco-fusión cuando dijo: “No sabemos si es niño o niña, porque aún no le hemos hecho la coreografía”. Ya. Es evidente que el músico no se quiere referir al “conjunto de movimientos y pasos que ejecutan los bailarines”, sino a la ecografía o “método de exploración del cuerpo humano con ultrasonidos, utilizado especialmente para el seguimiento de embarazos”. Sí, va a ser eso.
Claro que aquella folclórica tampoco se quedó atrás con su “Un beso fuerte para Rosario, que lleva en sus gérmenes el arte de su madre” ¡Claro que sí chiquiyo! Ni que decirle tengo que se refiere a los genes o “secuencia de ADN que constituye la unidad funcional para la transmisión de los caracteres hereditarios” y no a esos “microrganismos que pueden causar o propagar enfermedades”. Vamos, vamos. Y por supuesto esa simpar modelo, actriz, empresaria, cuando se descolgó con “Que yo sepa, en mi árbol ginecológico no ha habido duques ni marqueses”. Claro que no cariño, lo “relativo a los órganos sexuales de la mujer” no tiene nada que ver con los antepasados, o sea con lo genealógico. Eso lo saben todas las ramas del árbol del bien y del mal.
En busca de sus orígenes. Todo apunta a que la palabra malapropismo deriva del nombre de un personaje de teatro llamado Mrs. Malaprop, perteneciente a la obra ‘The rivals’ (1775) del dramaturgo inglés Richard B. Sheridan. Se trata de una señora que tiene continuos deslices lingüísticos al confundir palabras fonéticamente similares y, en consecuencia, decir algo totalmente diferente a lo que quiere decir, lo que tiene un efecto cómico. Se cree que Sheridan eligió el apellido en clave humorística a partir del adjetivo y adverbio ‘malapropos’ (inapropiado o inadecuado), que deriva de la locución francesa ‘mal à propos’ (inoportuno) y que se incorporó al inglés a mediados del siglo XVII. A estas alturas del artículo es probable que al lector atento se le hayan venido a la mente más de un conocido malapropismo, y es que sin duda alguna son ya clásicos que pertenecen al acervo común. Claro que, ahora que lo pienso y puesto a recordar, seguro estoy que ha echado en falta a alguien, a otra también modelo, empresaria, actriz, vamos, a la inefable Sofía Mazagatos, mujer en la que el malapropismo deja de tener la condición de anécdota para adquirir el rango de categoría. Pongamos que hablo del ‘mazagatismo’.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia





































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