La semana pasada comentaba la excelente Mientras dure la guerra, pero hubo un detalle que no mencioné porque quería dejarlo para otra ocasión. Por ejemplo ahora. (Es un detalle positivo, así que agárrenlo con las uñas).

En la película salen con cierta frecuencia soldados. Hay una escena en la que una larga fila de legionarios (creo que son legionarios) avanza por una carretera mientras Millán Astray los arenga.  En varios momentos se ven también nutridos grupos de falangistas uniformados. Y, por fortuna, es el detalle menos histórico de la obra.

¿Por qué digo eso? Vayan a internet y observen cualquier fotografía de soldados españoles de la Guerra Civil. De cualquiera de los dos bandos, que para esto da igual. Y verán a jóvenes de veinte años envejecidos, con cara de tener treinta tirando bajo. Pequeños, canijos, cetrinos, malnutridos. Y ahora echen el ojo a los soldados de la peli de Amenábar. Tíos apretaos, rozagantes, grandotes, con aspecto de haber comido mucha Nutella y mucho Navidul, y de no haberse tenido que levantar antes de amanecer para salir al campo. (Vamos, que casi dan ganas de echarse novio de Infantería).

Nada más que esta imagen debería de hacernos sentirnos orgullosos.  Pienso en aquellos desgraciados reclutas de los años 30 y cuánto les hubiera gustado desayunar como  los jóvenes españoles actuales (y, a poder ser, a la misma hora). Uno casi puede entender que aquellos encanijados se embarcaran en una guerra. Después de todo tampoco perdían tanto.

Como se ve, hemos mejorado mucho físicamente. Hemos de esperar que también lo hayamos hecho con las ideas. Como decía el rey Juan Carlos hace unos cuantos años: "Tranquilo, Jordi, tranquilo".