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Redacción 1
Sábado, 05 de Octubre de 2019

"Tentación de exculpación"

por Carlos Roque Sánchez

[Img #122555]“El amor no existe”. Es normal que cada uno se consuele en esta vida como bien pueda o entienda, y que por lo general es echando balones fuera, entiéndanme, culpando a alguien o a algo de nuestras propias debilidades y limitaciones. Ya ven por dónde voy hoy. No es que eso esté bien, lo sé, claro que lo sé, no es más que una muestra de la estupidez humana, pero qué quieren, resulta tan, tan, reconfortante hacerlo que la verdad, no sé de nadie que no se haya resistido a dicha tentación, en algún que otro momento. Y así, cuando sufrimos por culpa del desamor, solemos repetir a todo el que esté dispuesto a oírnos, expresiones del tipo: “Yo ya no creo en los hombres” o “Las mujeres no me interesan”. En definitiva, un rotundo y genérico “El amor no existe”, y lo malo es que nos quedamos tan a gusto al hacerlo, como si de verdad nos creyéramos lo que decimos.


Es como si en su vida profesional, un químico dijera: “He dejado de creer en el oxígeno; no ha funcionado bien un experimento”. O un filósofo, inmerso en la nebulosa de un conflicto cognitivo de sus propias cogitaciones, nos iluminara con un: “La oscuridad es propia del pensamiento”. Ya.


Por no hablarles de aquel novelista que, agotado el manantial de sus inspiraciones, le suelta al mundo aquello de: “La novela ha muerto, las novelas son cosas del pasado”. O del pintor que incapaz de pintar una circunferencia con un canuto, intenta convencer a todos que no hay nada mejor que la pintura abstracta. Vamos que no, y no les cuento de más profesiones por no cansarles, que ustedes ya ven por dónde voy más o menos. Por donde les decía más arriba, ¡sálvese el que pueda del comportamiento estúpido!


Comportamiento estúpido. Algo por otro lado humano, consolador y normal, sobre todo por lo frecuente que resulta. Pero también les digo que es muy poco inteligente, no ya porque no sea cierto lo que afirmamos, sino porque en realidad se trata de un consuelo con engaño que, lejos de aliviar nuestra desdicha, la acrecienta. Precaución. O sea que es un comportamiento más que estúpido, una beocia que añade al dolor que ya sentimos, el del hecho de tratarnos nosotros mismos como si fuéramos idiotas. Y es que, aunque no lo reconozcamos, en nuestro interior sabemos que nos estamos engañando, que estamos ante una estulticia perpetrada por y contra nosotros mismos. Caución. Un acto del que, antes que después, nos terminaremos dando cuenta y esa toma de conciencia podría llevarnos, sin solución de continuidad, de la sensación de desdicha a la de desesperación, y este es un límite que pudiera llegar a ser insostenible para algunos. Cautela.


Y en ese sentido, por lo que tengo leído, uno de los consuelos inteligentes que podemos emplear es la lectura de los moralistas clásicos, tan empeñados ellos en hacer que el sufrimiento humano sirva para hacer menos puritana a la sociedad. Lo que la verdad sea dicha, no siempre conseguían a pesar de las ventajas evidentes que tal pensamiento ofrece. Claro que en frente tenían a las religiones, tan empeñadas ellas también y precisamente, en todo lo contrario. En fin. No hace falta que les diga qué bando ha ido ganando hasta hoy, pero sí les digo que no hay que perder las esperanzas pues, parece, que los tiempos están cambiando. De hecho, hace ya algún que otro siglo y al respecto, algo escribió un tal Príncipe de Ligne.


Príncipe de Ligne. Un aristócrata dispuesto a no amargarse por nada, a reírse de todo y eso que vivió ¡como aristócrata! la Revolución Francesa, uno de los tiempos más denso y libertino que los hombres han vivido. “Soy como todo el mundo. Mejor de lo que algunos piensan, peor de lo que piensan otros. Y la reputación depende siempre de demasiadas personas que, además, no la tienen”. La escribió el Principe de Ligne, quien a lo largo de su vida se trató con lo más granado del intelecto de la época, vamos que no era un mindundi, y no crean que les exagero lo más mínimo. Sirvan de botón de muestra el filósofo francés Rousseau, la zarina Catalina de Rusia, el filósofo y escritor francés Voltaire o el polifacético Casanova. Espíritus superiores sin lugar a duda, pero también humanos.


Les digo esto porque el príncipe contaba que, en cierta ocasión, oyó tirarse a Voltaire un pedo extraordinario, mientras escribía en su cama y pensaba que estaba solo en su estancia. Al parecer fue una ventosidad pedregosa, ‘de albañil’, ya me entienden, y es que como dijo otro filósofo: “somos humanos, demasiado humanos”. Por lo demás, ignoro si el príncipe llevó a la práctica su máxima y si ésta le hizo más feliz, sabido es que del dicho al hecho… ¡Ah! Yo soy como el príncipe de Ligne.

 


CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia

 

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  • Hermano Lobo

    Hermano Lobo | Sábado, 12 de Octubre de 2019 a las 13:29:11 horas

    Yo también. Reírse de todo, el culmen del sentido del humor, como signo incontrovertible de inteligencia, es reírse hasta de uno mismo.
    Como siempre magistralmente ameno y didáctico. No te preocupes si hay gente que sabe leer y no sabe interpretar lo escrito, que haberlos haylos y lo sabes.

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