En verano creo que todos, o casi todos, visitamos otros lugares, y, cuando volvemos, traemos nuestras correspondientes batallitas, más floridas cuanto más lejano haya sido nuestro viaje. Pero no se asusten, no voy a contar las mías, sino que voy a dejar caer una comparativa que no se refiere a la última temporada, por llamarla así, sino a una especie de ranking acerca de mi experiencia.

Hablo de España. No conozco minuciosamente nuestro país, pero me atrevo a decir que la comunidad autonómica más sucia es Andalucía, solo ligeramente inquietada por algunas zonas de la Comunidad Valenciana. Aunque, para ser justos, deberíamos decir que el pecado recae sobre todo sobre Andalucía Occidental, ya que, hasta donde sé, hay muchos pueblos cordobeses y jiennenses extremadamente limpios. Y dentro de Andalucía Occidental, lamento decir que la provincia de Cádiz es la más cochambrosa de todas, campeonando en este desagradable escalafón la ciudad de Jerez, quizás la ciudad más sporca de España. También es cierto que Rota es de las localidades más presentables y de las más, aproximadamente, limpias, pero ni muchísimo menos estamos como para tirar cohetes. Ante este panorama, me pregunto qué piensan todos esos pichistas profesionales que tanto abundan en las redes sociales y que proclaman que Cádiz es algo así como la envidia de Occidente, y que los gaditanos somos como los miembros de un club distinguido, con un adn más selecto que el de los sobrinos de Puigdemont. ¿Nada que decir a este respecto? ¿Somos tan graciozoh que no importa el pequeño detalle de la porquería? Lamentablemente, la limpieza pública va unida a la educación, y nuestro amor por arrojar las bolsas de patatas fritas vacías a las vías urbanas es solo un índice de nuestra escasa educación y cultura. Me gustaría pensar que tenemos remedio. Que podemos convertirnos en un pueblo culto y cívico. Que podemos en este aspecto actuar como los suizos y no como los naturales del Tercer Mundo. Porque la porquería en la calle es una señal de desarrollo más fiable que el mismísimo PIB.

Sería una pena que no lo intentáramos, porque en otras cuestiones somos imbatibles. Cada vez que salgo de Andalucía Occidental me topo por casi todos lados con gente seca y antipática, gente que triste que parece salida del velatorio de un familiar cercano. ¿Es imposible que seamos a la vez simpáticos civilizados? Yo creo que no. Yo espero que no.