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Redacción
Sábado, 24 de Agosto de 2019

"Una sugerencia"

por José Balsa Cirrito

[Img #120195]Las calles, ¿de quién son las calles? ¿Y las plazas? ¿De quién son las plazas? Muy fácil, las calles y las plazas son de los bares. Y de las cervecerías. Y de las cafeterías. Y de los restaurantes. Y de las pizzerías. Y de los puestos callejeros. Y de las colchonetas hinchables. Y del tiovivo. Y del puesto de los buñuelos. Y de las churrerías... ¿De la gente? De la gente menos. Vamos, casi nada... Sin embargo, justo es que no nos pongamos demasiado soviéticos con el asunto. Después de todo, vivimos en una localidad turística y cada cual tiene que ganarse la vida.


Sin embargo, facilitar la vida a los negocios no significa que los negocios tengan patente de corso e impongan su ley a cerveza y a fuego. Porque el apropiamiento de los espacios públicos por parte de bares y restaurantes y etc. yo diría que está llegando al límite. En más de una plaza el paseante no puede sentarse tranquilamente en un banco sin consumir nada, porque todo está tomado por la hostelería. Y ni siquiera nos cabe decir que lo de Rota, siendo tremendo, es de lo más tremendo que se reparte. De hecho, conozco muchos lugares donde la apropiación de la calle por parte de los bares es muy superior.


Pero habida cuenta de que vivimos en el mundo en que vivimos y que las cosas son como son, tampoco resulta muy práctico llorar o quejarnos por algo que al fin y al cabo es casi inevitable (incluso, hemos llegado hasta tal punto que si encontráramos las calles diáfanas y sin mesas en verano experimentaríamos una desagradable sensación de decadencia). Pero lo que sí que es cierto es que podríamos aplicar una interesante corrección a este sistema. Observen como alrededor de cada uno de estos establecimientos que instalan sus mesas en la calle se desarrolla lo que bien podríamos llamar el cinturón de cochambre. Suciedad depositada por incívicos ciudadanos que termina en las calles que teóricamente son de todos. Si camináramos por la ciudad con la vista fija en el suelo y sin levantar la cabeza, sabríamos fácilmente cuando se aproxima un establecimiento por la cantidad de servilletas arrojadas que se nos vienen a la vista. ¿Es obligatorio que nos traguemos todos los ciudadanos la cochambre ajena? Pues ahí yo diría que no.


Por eso propongo al ayuntamiento lo siguiente. Que de forma obligatoria cada mesa que se saque a la calle por pizzería, restaurante o bar tenga adosada una papelera de buen tamaño, de  forma que los clientes de las terrazas puedan demostrar fácilmente que no son unos gorrinos. Y que esos establecimientos al acabar la temporada de verano aplicaran en la zona ocupada por ellos y en los aledaños una limpieza exhaustiva, con vaporetas que eliminaran restos de chicles y de grasas o líquidos enquistados. De esta forma creo que saldríamos todos ganando. Y no es tan complicado. Disfrutaríamos de un pueblo más limpio y dejaríamos de tener un temor añadido en los días de levante.

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