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Redacción
Sábado, 17 de Agosto de 2019

"Sobresobresaliente"

por Balsa Cirrito

[Img #120009]Soy medio italiano. Lo digo porque tengo numerosa familia en el extranjero, familia que de vez en cuando se pasa por nuestras tierras. Para ser sincero, pocos de estos parientes viven en Italia, sino en otros lugares de Europa, ya que los italianos en el asunto de la emigración son casi como los gallegos, y andan por todas partes.


La cuestión es que la pasada semana vinieron ciertos deudos procedentes del norte de Francia, y se deshicieron en alabanzas de muchos aspectos de la vida española. Por supuesto, elogiaban nuestra gastronomía (si no lo hubieran hecho yo les habría disparado), y la amabilidad y buen humor generalizados de dondequiera que fueran. Pero dentro de las cuestiones más concretas, hubo una que los dejó maravillados.


Mi tío tiene casi 91 años. Ni mucho menos está impedido, pero, por supuesto, su movilidad no es precisamente la mejor. De muchos años atrás recordaba con nostalgia los baños en la playa de La Costilla. La cuestión es que en su actual estado físico, y con el oleaje de esos días, iba a ser difícil volver a experimentarlos. Por fortuna, mi mujer recordó el servicio de Protección Civil que ayuda a personas con dificultad motora a meterse en el océano.

 

Nos pusimos en contacto y se obró el milagro. Subieron a mi tío a un vehículo que al principio lo amedrentó un poco, pero que luego le resultó sumamente cómodo y lo llevaron al agua. Durante casi media hora tres personas estuvieron pendientes de él mientras mi tío disfrutaba del agua del mar. Y no solo es el hecho de que estuvieran pendientes, porque uno puede hacer las cosas de muchas maneras, sino que todo el rato lo trataron con enorme simpatía, amabilidad, agrado y otros varios sustantivos positivos que no escribo para no ponerme muy pesado. Al acabar el baño, lo trasladaron hasta unas duchas especiales y lo pusieron bajo el grifo hasta que perdió el salitre. Mientras se bañaba en el mar, grabé a mi tío con el móvil, y durante los días siguientes veía una y otra vez el vídeo de aquel rato placentero. Fue durante aquella tarde inmensamente feliz. Por supuesto, mis familiares repitieron hasta hacerse pesados que de un servicio semejante no se podía disfrutar en Francia ni de coña, especialmente, de forma gratuita. (Se entiende que pagando se encuentra de todo en todas partes).


Añado una cosa. Al día siguiente mis familiares trataron de repetir la experiencia en una playa de El Puerto de Santa María, localidad donde se habían instalado, y aunque también fue un ejercicio satisfactorio, ni la amabilidad ni las facilidades alcanzaban los niveles de Rota. Cuento todo esto porque, igual que nos hallamos en un mundo donde todo Duos se despepita por encontrar errores, maldades y corruptelas por cualquier lado, también es justo que alabemos las cosas buenas, que no son pocas. Y en esta ocasión, el equipo de Protección Civil que nos atendió en la playa de la Costilla merece un 10. 

Y hasta un 10,5.
 

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