"Luna y música clásica (1)"
por Carlos Roque Sánchez
Si bien es cierto que no fue hasta el 21 de julio de 1969 cuando nuestro único satélite natural, fue pisado por primera vez por el hombre -cincuenta años ya desde entonces de este logro de la ciencia y la tecnología-, si bien es cierto les decía, no lo es menos que, desde muchos miles de años antes el ser humano ya lo había mirado, observado, adorado, dibujado, temido, recitado, estudiado, cantado o grabado, por dejar aquí el relato de acciones luneras. No en vano el hombre actual, ‘homo sapiens’, una especie del orden de los primates perteneciente a la familia de los homínidos y única conocida del género ‘homo’ que aún perdura, es el animal que representa por antonomasia el curioso comportamiento de la curiosidad. Y he aquí que, fruto de ella y de la inteligencia desarrollada evolutivamente durante cientos de miles de años, este animal que somos ha desarrollado toda una serie de conocimientos que de forma simplista podemos englobar en Ciencias y Artes, es decir Humanidades, un sinónimo de Cultura y que no es más que lo que hacemos los humanos. Por así decirlo vendrían a ser como las mil caras culturales de la Luna, y precisamente de una de ellas perteneciente a las artes les escribo hoy, de la música y su relación con la Luna. Y es que, como una antorcha en la noche, nuestro satélite ha alumbrado desde el principio de los tiempos, desde que el hombre es hombre, los sentimientos, los sueños, la inteligencia y los credos de todas las civilizaciones que alguna vez clavaron su mirada en el cielo nocturno. Y claro entre ellos la música, y entre todos los tipos que de ésta hay, empiezo por la clásica de la que les traigo una deliciosa terna decimonónica.
‘Claro de Luna’, de Beethoven. Por orden cronológico de compositor y composición el primer referente relacionado con el satélite corresponde al músico alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827) y a una de sus más famosas composiciones, la sonata escrita en 1801 y publicada en 1802, conocida popularmente como ‘Claro de Luna’. Conocida digo porque, en realidad, se llama ‘Sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor «Quasi una fantasia», Op. 27, n.º 2’, y según cuenta cierta leyenda, no es la única al respecto, su origen está inspirado en una conversación en la que el compositor confesaba de manera sutil a una amiga ciega, la liberadora idea de suicidarse que le andaba rondando por la mente. Naturalmente ella, para animarle y convencerle de lo contrario, le respondió que sin embargo daría la vida por ver una noche a la Luna. Entonces fue cuando Beethoven, impresionado por sus palabras, decidió componer su famosa melodía para que, ya que no podía verla al menos pudiera oírla. En fin, es una leyenda, y aunque ya conocen el proverbio italiano ‘se non é vero, é ben trovato’, también podría ser cierto lo que cuenta, por que no. Como cierto es de toda certeza, que la primera edición de esta obra llevaba escrito el siguiente texto dedicatorio: «Sonata casi una fantasía para clavecín o piano, compuesta y dedicada a la señorita condesa Giulietta Guicciardi, de Ludwig van Beethoven. Op. 27, n.º 2. Publicado en Viena en casa de Giovanni Cappi, Michaelerplatz N º 5.». O sea.
Por otro lado, está demostrado que la familia de dicha señorita estaba emparentada con los Brunswick, muy amigos de Beethoven, y que pronto la joven Giulietta se convirtió en una de sus discípulas aristocráticas, pero no una más. Prueba de ello es que no aceptó ninguna remuneración por sus clases, en la que por cierto se mostraba muy exigente como profesor y que, al cabo de un tiempo, la relación entre profesor y alumna dio un paso más, convirtiéndose en algo más cálido, ya me entienden. Es lo que tiene el roce y al fin al cabo el músico se aproximaba a los treinta años y ella tenía diecisiete. Sin embargo, siempre hay un pero en toda historia romántica que se precie, aunque la relación existió, no fue más que un amor truncado pues, la posición social de ella era demasiado elevada y él no podía pensar ni por asomo en ser aceptado por la familia. De hecho se rompería tras la publicación de la sonata dedicada, casándose la joven al poco tiempo con un hombre de su clase social. O sea que. Bien, de acuerdo con la leyenda, ¿pero de dónde viene lo de ‘Claro de luna’? Pues verán. Por lo que tengo averiguado el sobrenombre empezaría a hacerse popular después de la muerte del compositor, y vendría a raíz de una comparación literaria que el poeta y crítico musical alemán Ludwig Rellstab (1799-1860) realizó, entre el primer movimiento de la pieza y el claro de luna del lago de Lucerna, unos años después de la muerte de Beethoven. Al parecer, en 1835, el crítico describió que el hecho de escuchar esta sonata le había recordado el reflejo de la luna en dicho lago. El resto es historia. (Continuará)
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FUENTE: Enroque de ciencia






































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