"La mirada de Cajal"
por Carlos Roque Sánchez
Mirada insaciable. Dicen que es la que siempre tuvo Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), Premio Nobel en Medicina y Fisiología de 1906, durante toda su vida. De joven, afilada por la luz de la curiosidad y llena de entusiasmo intelectual, y en sus últimos años, roma por la sombra de la tristeza y medio llena de ¿misantropía? En cualquier caso, en esa mirada, está lo mejor de la inteligencia española, y en los ojos que la proyectan, la agudeza y la intensidad para fijarse en lo que nadie se había fijado hasta entonces, para ver lo que nunca se había visto: arborescencias o masas de raíces que se cruzan entre sí, laberintos de líneas, líneas con forma de estrellas. Es lo que el genio ve a través del microscopio y dibuja a mano con un fino trazo de tinta, gracias a su destreza y a su plástico y firme pulso. Son los dibujos de neuronas con los que Don Santiago nos descubre el laberinto tortuoso por el que circulan los impulsos nerviosos, un mundo rápido, como lo más rápido del universo pues en él todo se mueve a la velocidad de la luz. Unos impulsos que constituyen nuestra inteligencia y nos proporcionan una forma visible del entorno nos rodea, una forma de ver que nos acercan de forma cierta, al sentido hondo de lo que somos. Neurociencia y dibujo. Ciencia y Arte.
Cajal y la parapsicología. A principios de siglo, el neurocientífico se sintió interesado por lo que él llamaba, socarronamente, “psicología morbosa” y que hoy algunos llaman, pretenciosamente, “parapsicología”. Sobre estas investigaciones escribió: “Solo se me resistieron tenazmente esos fenómenos extraordinarios confinantes con el espiritismo, a saber: la visión a través de cuerpos opacos, la transposición sensorial. la sugestión mental, la telepatía...”. Y la razón de ello, resulta evidente: “Bastaba que yo asistiera a una sesión de adivinación, de sugestión mental, comunicación con los espíritus, posesión demoníaca, etcétera., para que, a la luz de la más sencilla crítica, se disiparan cual humo todas las propiedades maravillosas de los médiums o de las histéricas zahoríes”. Algo que por desgracia, para estos supuestos fenómenos paranormales resulta ser una constante. Cuando uno se acerca al mundo del misterio y examina las pruebas con rigor, siempre sucede lo mismo: o bien no existen, o bien son falsas. Y continua el genio: “Los consabidos experimentos de sugestión lo único que me causaron fue un doble sentimiento de estupor y desilusión... Lo admirable de aquellas sesiones no eran los sujetos, sino la increíble ingenuidad de los asistentes”. En fin.
Bueno, pues un siglo ya desde entonces y todo sigue igual, por mor de “ikerizaciones” a todo trapo, a bordo de naves del misterio enmarcadas en el ¿cuarto milenio? En mi opinión es más que probable que Cajal fuera el primer divulgador de la ciencia en España. Lo hizo en un semanario de Zaragoza, y después en Valencia, soliendo firmar sus artículos como ‘Doctor Bacteria’ y, por supuesto, que se consideraba un colaborador científico. Lo digo porque no le tembló el pulso al acusar al mundo del periodismo: “Y los más eficaces sugestionadores son, actualmente, los periodistas..., con sus reportajes sensacionalistas y su no siempre excusable propósito de entretener a los lectores con sucesos supuestamente sorprendentes”. Investigación y periodismo. Ciencia y Arte.
Fantasma, fantasmita, ¿estás ahí? Si es así da un golpe, si no da dos. Con algo más de rigor científico, que el que acompaña a la broma que intitula, se acercó nuestro Nobel al mundo de las alucinaciones del ensueño. Leámoslo: “Continúa la moda inexplicable de la teosofía y del espiritismo. Pena da pensar que, en los absurdos de la moderna brujería, hayan caído hombres de ciencia como Crookes y Richet, ...Yo confieso, un poco avergonzado, mi irreductible escepticismo. Y me fundo, aparte ciertas razones serias (comprobación de las supercherías de los médiums e imposibilidad de demostrar la identidad de los aparecidos), en los siguientes frívolos motivos: en ninguna de las invocaciones de ultratumba publicadas en libros y revistas espiritistas he encontrado una suegra duende turbando la felicidad de su yerno, ni un espectro de poeta chirle infernando, con bromas pesadas, la vida de sus críticos”.
Leo que en la última etapa de su vida estaba fascinado por los sueños y que cada mañana anotaba los de la noche anterior, llegando a pagar a una médium zaragozana para llevar a cabo ciertas experiencias espiritistas. Al parecer la mujer, que decía estar inspirada por el ángel San Gabriel, contestaba por mediación del espíritu de una hermana suya, monja, y muerta hacía tiempo. Pero para su desgracia el neurocientífico la pilló en el engaño. La fantasmal aparición era la misma médium que se disfrazaba y deformaba el rostro utilizando trozos de goma que se metía en las fosas nasales y la boca. Patético y previsible. Psicología y granujería. Ciencia y Arte o sea Humanidades.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia





































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