"Valor de marca"
por Balsa Cirrito
No sé qué fama conserva hoy día Gregorio Marañón. Sospecho que no mucha, más allá de que su nombre figure como el de uno de los hospitales más importantes de Madrid. En su tiempo fue un destacado científico e intelectual. En una época donde los escritores más leídos de Europa eran los autores de biografías como Emil Ludwig, André Maurois o, sobre todo, Stefan Zweig, Marañón contribuyó con algunas sobre personajes españoles célebres que alcanzaron bastante éxito. (En fin, todo este preámbulo me lo podía haber ahorrado, pero como lo escribo por gusto, lo continúo). Marañón fue, además, uno de los tres fundadores de la Agrupación al Servicio de la República junto con Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala. Todos ellos, dicho sea de paso, contribuyeron grandemente al advenimiento de la república, y todos ellos, dicho sea de paso también, terminaron abominando de ella. Pero, a lo que voy. En 1938, en plena Guerra Civil, Marañón publicó un artículo en la prensa argentina que creo que nos viene ahora al pelo: "Lo que caracteriza al hombre de izquierdas - dice Marañón - es el pánico infinito a no parecer de izquierdas. El mayor número de los izquierdistas no se preocupa de lo que significa la izquierda en su hondo sentido, sino en parecer izquierdistas a los demás".
Cualquiera diría que Marañón había visto por una bola mágica lo que iba a ser Podemos. Si nos fijamos en la actuación de la formación morada, el paripé y la foto son más importantes que cualquier otra cosa. Como suelo contar, un amigo mío define a Pablo Iglesias como un presentador de televisión, y así, no hay cosa que le guste más que las apariencias. Si no, no se entiende ese aspecto casi mendicante de su vestimenta, a menudo arrugada, aún para un encuentro con el presidente del gobierno (o, para el caso, para una breve entrevista con Obama). Tampoco se entienden los espectáculos del Congreso, como el de saludar a un compañero varón dándole un piquito, o el de aplaudir que una diputada de su partido dé la teta en el parlamento. Cosas de chavales.
Lo que me temo que Marañón no llegó a vislumbrar fue que iba a venir también una generación de derechistas del mismo calado, que se retaban a ver quién era más de derechas. El pique de majos rizados de Aznar con Abascal en "a mí no me dice usted eso a la cara" refiriéndose a quién tenía menos complejos de ser de la diestra política, nos hace ver que la raza humana española no tiene remedio, y que darían ganas de hacerse catalán indepe si no fuera porque allí te puedes encontrar a Torra, a Rufián o a, Dios no lo quiera, a la bienoliente Pilar Rahola.
En realidad lo de derecha e izquierda ha quedado no sé si como algo anticuado, pero sí como un etiquetado muy poco viable. Un ejemplo. La primera vez que me dio por leer el programa económico de Front National (el partido de Marine Le Pen) que aparece en su página web, lo hice con la intención de encontrar coincidencias con la extrema izquierda española. Y no salí decepcionado: la mayoría de las propuestas económicas del considerado como de extrema derecha Front National serían perfectamente asumibles por Podemos.
Y es que, francamente, cuando escucho izquierda o derecha es como si escuchara un canto folklórico. Son posturas, poses para aparentar. Creo que resulta más definitorio hablar de liberales, ultraliberales, anticapitalistas, comunistas, socialdemócratas, democristianos o conservadores, que nos explican mejor las cosas. Yo, por ejemplo, soy socialdemócrata, aunque estoy por quitarme, ya que ahora casi todo el mundo presume de socialdemócrata.
Porque, a la postre, la realidad tiene una característica, y es que es muy tozuda. Las cosas no son cómo nos gustarían que fuesen, ni como les gustaría a los de VOX ni como les gustaría a los de Podemos, sino como son. A veces hemos escuchado hablar por parte de la izquierda pata negra, en tono de mofa, del PPSOE. O hemos oído decir a Abascal que el PP hace las mismas cosas que el PSOE solo que diez años más tarde. ¿No se han parado a pensar estos fenómenos que lo mismo es que las opciones reales son pocas, y que si en muchos asuntos se parecen los que gobiernan es porque tampoco caben demasiadas formas de encarar esos asuntos? De hecho, el descoyuntamiento de reivindicaciones como las de las feministas y las de los homosexuales provienen de la circunstancia de que los izquierdistas más listos se han dado cuenta de que es el único campo real donde se pueden marcar diferencias notables. ¿No se lo creen? Pues miren a Grecia. Alexis Tsipras llegó al gobierno heleno con una estética y unas ideas calcaditas a las de Podemos. Pero, oiga, a la hora de enfrentarse a la tarea de gobernar ha actuado, aproximadamente, como habría actuado un gobierno de Ciudadanos. No ha visto otra opción. Tsipras, por cierto, ha sido vencido en las recientes elecciones.
¿Quiero decir con eso que da igual a quien votemos? Ni de coña. Siempre digo que para avanzar un país necesita opciones moderadas. Que en España son las que van del PSOE al PP, pasando por Ciudadanos. Votar a uno u otro de estos partidos tampoco es que dé exactamente lo mismo. Pero si tuviéramos que baremar numéricamente cuánto iría de un gobierno del PSOE a uno del PP, que serian los dos extremos de nuestro espectro, yo diría que en una valoración del 1 al 10 andaría por el 3 o el 3,5, tirando largo. Lo cual, pese a lo que se pueda pensar, es bastante, al menos para los países que aspiran a ser prósperos (supongo que nosotros aspiramos a ser prósperos).
¿Y el papel de los extremos, tanto a la derecha como a la izquierda? Pues tampoco es despreciable: evitar que se duerman los de los partidos moderados, especialmente, en el ámbito insondable de la corrupción. Eso sí, de gobernar, mejor no.
Los partidos, y termino, son marcas, y como tales, lo que buscan es distinguirse de la competencia. Pero igual que no nos creemos toda la publicidad de los detergentes o de los yogures con bífidus, tampoco debemos creernos las suyas. No hablan de ideas o de programas. Solo son spots interminables.
PD. Quizás el ejemplo más claro del folklore político y el postureo es el nombre con el que cierta formación se ha presentado a las dos últimas elecciones. Hablo de Unidas Podemos. ¡Unidas Podemos! No quiero resultar muy duro, pero es quizás la estupidez más gruesa que he visto en la política española desde la muerte de Franco. El absurdo hecho carne, el surrealismo sin metáfora, la discordancia en letras de molde. Y, por supuesto, la vaciedad más absoluta.





































Rebelderota | Viernes, 26 de Julio de 2019 a las 19:40:01 horas
Mi pobre usurpador como ya no diferencia la realidad dela ficción se equivocó al no decir que el quiere una dictadura comunista. No te preocupes te lo perdonamos sabemos que el comunismo te lavo el cerebro y por eso solo te llega para usurpar nick y decir memeces para ensuciar los comentarios .
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