"¿Y tú qué número haces? (1)"
por Carlos Roque Sánchez
Recuerdo que de pequeño, cuando las familias numerosas se componían de al menos cuatro hijos, la pregunta que sirve de título era la tercera que nos solían hacer algunas personas mayores después de que hubiéramos respondido a “¿Hijo, ustedes cuántos hermanos sois?”, que por supuesto había sido precedida de forma inexorable por la que es todo un clásico en el asunto del conocimiento coloquial de la gente, “¿Y tú de quién eres?”. Si ha cumplido el medio siglo de edad y además de eso hace ya un tiempo, seguro que le suenan las preguntas anteriores cuando, por ejemplo, ibas por primera vez a casa de un amigo y te presentaban a su abuela o a su madre. “Es Carlos Roque Sánchez”. Era tras, el consabido “Encantado de conocerla señora” por mi parte, cuando te caía de la suya la triada inquisitiva. Ya de la que va, seguro que la expresión “¿Y tú de quién eres?” le suena también, pero como título de una canción perteneciente al disco de 1986 ‘No me pises que llevo chanclas’, del grupo musical español de pop rock homónimo. Por calificarlo, disculpen mi ignorancia al respecto, diremos de su música que es pop humorístico rural, o sea, ‘agropop’.
Les cuento la milonga introductoria de más arriba porque, como hijo de familia numerosa, fuimos siete hermanos, no me sorprendí al leer, hace ya algo de tiempo, unos estudios realizados por un grupo de pedagogos y psicólogos cuyas conclusiones venían a coincidir con la idea que tenemos muchos de los que, por intuición y experiencia, nos hemos criado en ese tipo de familia. Y que no es otra que el hecho de que, al margen del temperamento propio de cada uno, sexo, condición y otros tantos factores, el puesto que se ocupe por nacimiento en la descendencia familiar puede determinar nuestra personalidad ¡Ahí es nada! pensará usted, pero es así. Y la verdad es que no tenemos más que recordar nuestra infancia y adolescencia, para caer en la cuenta de cuánto ha podido influir en nuestra forma de ser el hecho de tener hermanos mayores, si es uno el más pequeño o de los de en medio, o hermanos menores si se es el primogénito o de los de en medio.
Volviendo a la investigación, estos científicos opinan que el orden de nacimiento es una circunstancia, una más, que influye en el comportamiento de nuestros hijos y que, por tanto, su conocimiento nos puede ayudar a entenderlos mejor. Entenderlos a ellos y a nosotros mismos, que también somos o hemos sido hijos y hermanos. Según los expertos, cuando llega un nuevo miembro a la familia y todo cambia, los padres tendemos a adjudicar un papel determinado a cada hijo. Es entonces cuando se hacen frecuentes frases como: “tienes que cuidar de tus hermanos” o “debes dar ejemplo”, destinadas al hermano mayor. O “haz caso de tu hermano mayor” para el segundo. O “no lo tratéis así que es sólo un niño” para excusar al “enano” de la casa. En mi opinión y visto así, parece evidente que la asunción de estos roles debe influir en nuestra formación.
A esta actuación de los padres, los datos obtenidos en el estudio, agregan el hecho de que no siempre abordamos la educación de nuestros hijos de igual forma y que la edad con la que los tenemos y su número, nos afectan. (Continuará)
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FUENTE: Enroque de ciencia






































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