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Redacción 3
Lunes, 24 de Junio de 2019

Elda X y último (por Ángela Ortiz Andrade)

Isabela bajó temprano al buffet para tomar el desayuno, no esperaba encontrarse allí con su amiga, cabizbaja, dándole vueltas a la cucharilla en el café hasta el mareo; parecía resacada. La tarde anterior había sido la inauguración del restaurante “Ca Paco”, la cual terminó con una fiesta que tuvo lugar en el salón del hotelito. Fue engalanado para ello por sus decoradoras oficiales: infinitos y delicados adornos florales, velas de aromas deliciosos, telas exóticas… Amenizado por una orquesta y la intervención espontánea de algún cantante conocido que de vez en cuando se hospedaba allí, buscando descanso y paz, que aceptó la invitación al evento; el salón tenía terrazas desde las que se veía el mar, que esa noche lucía tranquilo.

  

En una de estas se hallaban Elda y los dueños del hotelito-restaurante. Ella tomaba champán, como acostumbraba en esas situaciones de relax. Comentaban satisfechos lo bien que había quedado todo y la buena acogida del público, al cabo del rato Fernando carraspeó tocándose el cuello de la camisa, entonces su padre y su hermano se despidieron apresurados diciendo que tenían que atender a los invitados y los dejaron solos. Elda se apoyó en la barandilla de la terraza, cuando apuró la copa, notó que algo extraño le tocaba los labios. Lo cogió y miró de qué se trataba, era un anillo de pedida. Fer se lo colocó en el dedo mirándola sonriente y a ella la asaltaron muchos sentimientos a la vez: sorpresa, halago, miedo, inquietud… Le devolvió el anillo negando con la cabeza y él le preguntó el por qué:

 

    -“Te quiero, pero no creo que yo sea tu mujer ideal, si me pides que demos un paso más en nuestra relación, supongo que será porque quieres formar una familia, tener un hogar con hijos y todo eso. Siento decirte que yo no estoy dispuesta a dar ese paso, no quiero hijos, no deseo responsabilidades de ese tipo, quiero acostarme cuando me dé la gana y levantarme donde me plazca, sin las obligaciones ni ataduras que una familia  conlleva. Quiero seguir siendo yo sin tener que cambiar para cuidar de nadie, ni siquiera de ti. Perdóname, pero no estoy hecha para una vida rutinaria.”

 

Se fue a toda prisa de allí sin dejar que él pronunciase una palabra, estaba angustiada porque se sentía culpable de no poderle dar a su chico la vida tranquila y convencional  que cualquier pareja deseaba. Pero ella no era así, no tenía ganas de dejar de ser ella misma para ser un “nosotros”, de dejar de trabajar hasta la madrugada para luego levantarse a mediodía e ir a almorzar con algún cliente y si le apetecía pasarse toda esa tarde de compras para el negocio o para sí misma. Sin explicaciones, sin compromisos ni exigencias. Era complicado de entender para alguien tradicional, pero para ella era algo sagrado, su libre albedrío estaba por encima de todo y de todos.

 

Isabela se sentó a su lado, mirándola en silencio. Entonces su amiga, aún cabizbaja, le dijo:

 

    -“Tengo que salir de aquí”.

  

Isabela, sin preguntar nada, le contestó: -“Espera, que voy a por mis cosas y nos vamos.”

  

En cinco minutos ambas salieron en un coche rumbo a la ciudad.    Durante el viaje de vuelta, Elda se lo contó todo. Isabela que la escuchaba atentamente, le palmeó una pierna para tranquilizarla. -“Tú eres así, si hubieras hecho lo contrario, te hubieses mentido a ti y al resto de los que te conocemos  y vuestro futuro no sería feliz. No cambies, yo estaré aquí para lo que necesites y si él te quiere, también hará lo mismo, dale tiempo para aclarar sus ideas y prioridades”.

    

 Varias semanas después Elda despertó en un hotel de la costa gallega, llamó para que le subieran el almuerzo;  mientras tanto, encendió su teléfono para comprobar qué hora era. Vio que tenía dos whatssaps y una llamada perdida, el primero era de su amiga:

 

   -“Cariño, acabo de salir del examen para la plaza del Ayuntamiento, me ha salido GENIAAAL. Y no te lo vas a creer, el hijo de Cuca no se ha presentado, qué contenta estoy.”

 

El segundo era del Doctor Huesos:

 

   -“Tenemos que hablar, te necesito”.

  

La llamada perdida era de Fernando.

 

   Hemos llegado al final, como podéis ver es un desenlace abierto para que cada cual eche a volar su imaginación. Espero que os haya entretenido tanto leerlo como a mí escribirlo. Muchas gracias por vuestro tiempo.

 

Ángela Ortiz Andrade  

  

      

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  • Ángela

    Ángela | Miércoles, 26 de Junio de 2019 a las 21:51:27 horas

    Estimados ambos. Muchas gracias por vuestros comentarios. Es todo un honor para mí.

    Accede para responder

  • Prudente Arjona

    Prudente Arjona | Miércoles, 26 de Junio de 2019 a las 08:39:06 horas

    Ángela, precioso aperitivo para una deliciosa comida. Me ha encantado tu manera de escribir y te auguro un gran éxito si continúas —y eso espero— en tu línea. Sitúas al lector, de la forma mas sencilla y natural en el plató de los acontecimientos y los haces compartir del argumento. Espero impaciente tus nuevas "ocurrencias". Mucha suerte.

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  • Antonio Lobatón

    Antonio Lobatón | Martes, 25 de Junio de 2019 a las 08:37:28 horas

    Te he seguido desde el principio porque se nota que pones interés, pasión, en lo que haces. Y me gusta como lo haces, me encanta, tema aparte, tu estilo directo, claro, en lenguaje sencillo exento de circunloquios.
    Demuestras tener un original, a la vez que complejo, sentido del humor pues después de seguirte con expectación durante semanas encima nos obligas a tener que pensar, con lo peligroso que puede ser eso.
    Quedo a la espera de tu próxima ocurrencia; que no tarde mucho.
    Saludos.

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