El Doctor Huesos salía de su guardia cansado, iba ensimismado hablando por whatsapp con su chica. Cuando llegó a su coche, del vehículo que estaba aparcado junto al suyo bajó un adolescente, más bien un hombre muy joven,  tanto como su nueva novia. Éste se dirigió a él: -“Yo era el novio de la que está liada contigo. Lo he descubierto todo y también sé que tienes una pareja que vive tan engañada como he vivido yo y no te lo voy a consentir. O se lo dices tú, o se lo digo yo.”Después de darle este ultimátum, se metió en el coche y se fue quemando ruedas. El Médico se introdujo en el suyo y pensativo estuvo recorriendo la ciudad para buscar la mejor manera de acometer el asunto.  

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Pablo se desvió del trayecto hacia su trabajo para dejar a su amiga en la casa donde tenía algo pendiente, a ninguno de sus amigos les dijo qué. Vio que cargaba una mochila, pero no tenía ni idea de lo que podría llevar dentro. Se bajó dándole las gracias y abriendo el portón le dijo que no se preocupara por ella, que volvería sola porque no iba a tardar demasiado.

Una vez en el dormitorio, Elda abrió la mochila y sacó unas herramientas, también unas bolsas de plástico. Mientras desmontaba su adorada cama de hierro forjado, repasaba todo lo que la había ocurrido durante las últimas semanas: el Doctor la había invitado a cenar en un japonés y ella se puso muy contenta porque normalmente ese tipo de restaurantes no eran los favoritos de su chico, pero sí los de ella. “Ha hecho un sacrificio por agradarme, ¡qué lindo es!”. Fue una cena estupenda, hasta que llegaron al postre; entonces le soltó la bomba: -“He conocido a otra, estoy muy a gusto con ella, creo que nos hemos enamorado.”

Elda, lívida, se vio incapaz de tragar su mochi y tuvo que escupirlo en una servilleta: -“Has escogido un restaurante para que no te forme una escena en público, hijo de puta”. Se levantó, cogió su bolso y salió corriendo, decidió no ir tras ella. No regresó a la casa hasta que se hizo de madrugada, se lamentaba sobre su decisión de irse a vivir a con él, de no haber terminado su carrera a cambio de un trabajo como interiorista que la absorvió por completo, y que terminó con el cierre de la empresa y su despido;  cuando volvió se quitó los zapatos y se acurrucó en el sofá, había estado llorando durante mucho tiempo. Al cabo del rato se dio cuenta de que allí no había nadie, no volvería a haber nadie más hasta que se quedara definitivamente vacía; el Médico se había refugiado en el apartamento de su nueva novia y no regresaría a su casa hasta que Elda recogiera sus cosas y se marchara, tenía para ello un plazo de quince días.

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La cama ya estaba desmontada, entonces abrió las bolsas de plástico con una mueca de asco. Había deshechos de gambas de una marisquería con los que rellenó los tubos huecos de la cama, concluido esto la volvió a ensamblar. Cuidadosamente la vistió y la puso en su sitio, lo recogió todo y salió satisfecha, “cuando pasen unos días no vais a querer estar en esta cama, tampoco en esta habitación y si tengo suerte, ni siquiera en esta casa. Que os jodan”

Cerró con sus llaves y en un contenedor varias manzanas más allá las tiró junto con cada uno de los recuerdos que la vinculaban a su pareja. “Ojalá que te vaya bonito”, iba tarareando mientras recorría las calles sonriendo.

Ángela Ortiz Andrade