Elda III (por Ángela Ortiz Andrade)
Isabela tuvo un viaje de regreso algo extraño. Viajar en avión la ponía muy nerviosa, así que antes de salir tomó unos ansiolíticos; una vez en el aire se bebió un whisky, sabía que esto era infalible para dejarla K.O durante la mayor parte del tiempo.
Su subconsciente la zambulló en un recuerdo que ahora cobraba vida y era muy real, tanto que podía tocarlo con los dedos; se trasladó en el tiempo hacia el pasado, a su época de estudiante y vio a una jovencísima Isabela arrancando del tablón de anuncios un papelito con un número de teléfono que ofrecía sitio en un apartamento de estudiantes en la Universidad de Arquitectura. Elda reclamaba una compañera de piso e Isabela fue la elegida, las dos congeniaron desde el primer momento y se convirtieron en verdaderas amigas, compañeras, cómplices, paño de lágrimas y consejeras. Ambas llegaron al último curso con muchas noches de café, apuntes y esfuerzo a sus espaldas.
Isabela despertó cuando su marido la avisó de que iban a servir la cena, comió un poco y se recostó, la ensoñación volvió a atraparla: ahora se vio en la cama de un hospital entre monitores y goteros, Isabela comenzaba a recobrar el sentido; cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue el rostro de su amiga. Había estado varias semanas en coma tras un accidente de tráfico que le encharcó en sangre los pulmones y le fracturó medio cuerpo. La recuperación se antojaba larga y exigente; la madre de Isabela era una señora enferma, dependiente, la pobrecilla se lamentaba de no poder ayudar a su hija. Elda no se lo pensó dos veces y le aseguró que ella se ocuparía de todo, que estuviera tranquila. Y así fue: durante varios meses vivieron juntas en el hospital y afrontaron cada duro proceso con determinación y ánimo; hasta que llegó el momento en el que recibió el alta completamente recuperada, con el deseo y la obligación moral de agradecer a su amiga cada instante de su nueva vida. Habían perdido el último curso de la carrera pero a cambio Isabela obtuvo salud y Elda un compañero de vida; se trataba del traumatólogo que día a día trabajó para que su paciente recobrara la movilidad de las extremidades; un especialista con la carrera recién terminada, delgadísimo, con melena, ojos verdes y aspecto de surfero. Isabela lo bautizó muy acertadamente con el apodo del “Doctor Huesos”, no por su especialidad, sino más bien por su apariencia.
La azafata pidió a los pasajeros que se abrocharan los cinturones porque iban a tomar tierra, Pablo la avisó para que se incorporara. Un coche los esperaba para llevarlos a casa, a Isabela el tiempo y el trayecto se le antojaron demasiado largos, estaba muy preocupada por su amiga. Pablo no la había visto sonreír en horas, algo insólito en ella, así que para tranquilizarla le dijo: -“No tienes que preocuparte por nada, yo te apoyaré en lo que haga falta. Ahora vamos a ir a casa, vamos a refrescarnos y la llamaremos a ver dónde está para ir a su encuentro. Todo se va a solucionar, ya lo verás.”
Elda estaba en casa del Doctor, tenía aún unos cuantos días para recoger sus cosas y abandonarla, pero no sabía dónde ir. Sus amigos fueron a recogerla, la ayudaron con algunas cajas y se dispusieron a regresar todos juntos a la de ellos. De vuelta en el coche, Elda telefoneó a su expareja. –“Te llamo para decirte que por favor me dejes llevarme la cama. Sí, la de hierro forjado, sabes que fui yo quien la escogió porque me gustaba muchísimo, es lo único que te pido” Al otro lado se escuchaba una voz masculina que hablaba muy rápido, ni siquiera la dejaba replicar, -“Pero… Es q…” -” Bueno, vale adiós”.
Su amiga se dio la vuelta en su asiento cuestionando cuál había sido su respuesta, Elda, mientras miraba por la ventanilla contestó con calma: -“no quiere que me la lleve, dice que a su chica le gusta mucho y se la va a quedar; mañana necesito volver a su casa por un rato. Quiero hacer una última cosa”, dijo sonriendo mientras no apartaba los ojos del infinito. Pablo miró interrogante a su chica y ella se encogió de hombros. No tenía ni idea de qué estaba tramando su amiga.
Ángela Ortiz Andrade

































Ángela | Jueves, 23 de Mayo de 2019 a las 14:07:15 horas
Muchas gracias a ambos por vuestros comentarios.
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