Elda (por Ángela Ortiz Andrade)
El taxi avanzaba torpemente entre los vehículos por las calles de la ciudad, a esas horas se apresuraban todos en regresar a casa después de una jornada de trabajo.
Abrió su clutch para ver la hora en el teléfono, llegaba tarde a la ceremonia, pero eso era algo que no le preocupaba. -“Una boda con el mar y la puesta de sol como escenario, podrían haberla organizado en un chiringuito en la playa, hubiera sido todo más sencillo. Al menos no nos obligan a ir vestidos de blanco, me niego a semejante horterada”.
Bajó del coche y se recompuso cuidadosamente. Se vio reflejada en las cristaleras de las puertas del hotel: vestido largo elegantísimo, joyas muy discretas y la melena recogida en un moño bajo. –“Pero ¿qué demonios?, ¡estoy espectacular!, definitivamente el disgusto de estas semanas me ha ayudado a perder los kilos de más que tenía”
Cruzó recepción y recorrió un pasillo que la llevó a una gran terraza con vistas al océano, ahora entendía por qué habían escogido ese lugar, era perfecto, mágico a decir verdad. Entró con sigilo y se acercó a una de las sillas vacías junto a la puerta, todos los invitados estaban de pie, así que ella también permaneció así. Vio a lo lejos que dos conocidas la miraban cuchicheando –“¿de qué estarán hablando estas dos? Es imposible que lo sepan, aún es muy pronto”. Un aplauso la hizo reaccionar, sumándose al aplauso con una sonrisa forzada, la ceremonia había terminado.
Los novios saludaban a sus invitados cogidos de la mano. Cuando Isabela la vio, se zafó de su recién estrenado marido, se apresuró en llegar hasta ella y la abrazó. -“Elda, cariño, qué alegría verte aquí. Muchas gracias por compartir conmigo este momento, sabes que te hubiera echado mucho de menos si no me hubieras hecho compañía. Gracias, amiga mía. Que sepas que hablé para que te sentaran en mi mesa, así que no te tendrás que preocupar por conversaciones incómodas”- en ese momento se separó de ella -“Oye, nena, estás divina”- le dijo mientras la miraba de arriba abajo -“te tengo que dejar, tómate algo mientras atiendo a los demás. Luego nos vemos en la mesa”.
Cogió una copa de champán y se puso a deambular curioseando, una de las dos que cuchicheaban antes se le acercó. –“Me he enterado de que te has separado, si quieres quedar conmigo un día para tomar café y charlar, llámame.” Elda le sonrió, se dio media vuelta y cogió otra copa mientras pensaba -“sí, a ti te voy a contar yo nada, que te lo has creído”.
Ángela Andrade Ortiz

































Ángela | Sábado, 18 de Mayo de 2019 a las 19:29:59 horas
Sr. "Lobo" muchísimas gracias. Un clutch es un bolsito de fiesta de pequeñas dimensiones. Saludos.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder