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Redacción 1
Sábado, 27 de Abril de 2019

"23 de abril (Breve historia de un día)"

por Carlos Roque Sánchez

[Img #112288]Día del santo. Como suele ocurrir con algunos otros, de San Jorge, ese es el hombre que conmemoramos este día, no sabemos a ciencia cierta ni siquiera si existió, así que mucho menos es lo que conocemos de sus supuestos martirio, leyenda y santidad. Pero el caso es que ahí está y es lo que tienen las credulidades humanas, para las que de nada sirven ni las pruebas ni sus ausencias. De él dicen que fue un soldado romano del siglo III, Jorge de Capadocia, muerto el 23 de abril de 303 y, lo mismo que les digo que su historia, en el mejor de los casos, es más que dudosa, tampoco les oculto la pronta y fervorosa veneración que, como mártir, comenzó a tener entre la gente. Tanta, que en el 494 fue canonizado por el papa Gelasio I, y si bien todo apunta a que no las tenía todas consigo, este Santo Padre llegó a decir de él: “…es uno de esos hombres justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios”. O sea, que sí pero no. Recibido mensaje, Vaticano. Una sombra de duda santera que no fue óbice para que, a lo largo de la Edad Media, su popularidad siguiera creciendo, de hecho, hasta en el mundo musulmán fue venerado en un claro fenómeno de sincretismo. Una piadosa historia la de San Jorge que, de forma sorprendente, ya en el siglo IX se mezcla con otra. La de un valeroso caballero de brillante armadura y brioso caballo, un dragón malvado y flamígero y una dulce princesa en peligro. Sí, la leyenda de San Jorge, el probable origen de todos los cuentos de hadas que sobre princesas y dragones en Occidente han sido, un santo pues para los enamorados.

 

Día del caballero, los dulces y el ramo de flores. Éste es el Sant Jordi de los catalanes, que desde el siglo XV se celebra el 23 de abril, y en el que era habitual obsequiar a las damas con dulces y un ramo de flores. Un día pues para el amor terrenal, que no divino, dado que hace cincuenta años, en 1969, y visto lo visto con el dragón y la princesa, el papa Pablo VI lo bajó del santoral. A diferencia de su predecesor él sí las debía tener consigo, aunque tampoco del todo porque, el hecho de si era santo o no, la verdad es que lo dejó a la opción de cada cristiano. Sí, lo que lee. Que cada uno creyera lo que quisiera, vino a decir este otro Santo Padre, como poniéndose de perfil frente al asunto de la santidad jorgiana. Una decisión bien rara, o quizás no tanto si lo piensa, y verá por qué le digo esto. Resulta que, como ahora sucede, por un lado iba la Iglesia mandando cumplir sus creencias y, por otro, la devoción popular iba haciendo con ellas lo que le parecía mejor. Y dado que la fe en el santo (o no santo) no decaía y las donaciones en los conventos no cesaban de llegar, ¿quién es nadie, verdad, para afirmar algo categóricamente? No, nadie es nadie. Sabido es que en esta vida, nada es verdad ni nada es mentira pues todo depende del color del cristal con el que se mira. O que poderoso caballero es don dinero. Pues visto así, a lo mejor no fue tan rara la decisión. A lo mejor. Al Cesar y a Dios hay que darle lo suyo a cada uno.

 

Día del santo, la rosa y el libro. Pero no quedó la cosa ahí. Allá por 1926, y en Cataluña, la fiesta del 23 de abril se mezcló con el Día del Libro en un vínculo que hizo cambiar algo las costumbres, pues trajo algunas novedades. Una de ellas social pues, de un lado, el hombre ya sólo regalaba una rosa a la mujer, en vez de un ramo de flores y dulces y, del otro, como contrapartida a la rosa, las mujeres regalaban un libro a los hombres. Otra calendaria, ya que cambió de fecha al trasladarse al 7 de octubre, por ser éste el día del nacimiento de Miguel de Cervantes. Una acertada elección sin duda, al tratarse de un escritor bien relacionado con Barcelona, ciudad a la que dedicó elogios en su ‘Don Quijote de la Mancha’ y donde hace que su protagonista visite una imprenta. Pero la verdad es que el nuevo emplazamiento para el librero día no tuvo mucho éxito y, en 1930, se trasladó otra vez al 23 de abril, día éste del fallecimiento de Cervantes. Lo que también venía al pelo, aunque habría mucha tela que cortar de este telón obituario, pues el manco en realidad no murió ese día.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

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  • Uno del centro

    Uno del centro | Miércoles, 08 de Mayo de 2019 a las 13:19:20 horas

    A usted nadie le hace comentarios porque no sabemos lo que quiere decir .
    Hagame caso y deje de hablar en parábola, que no lo entiende ni Nostradamus.

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