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Redacción
Sábado, 06 de Abril de 2019

"El Conde de Sandwich"

por Carlos Roque Sánchez

[Img #110922]¡Qué hambre! Es, más o menos, lo que venía a decir el inglés John Montagu, en medio de las interminables partidas de juego, a las que era tan aficionado. Hombre violento, de carácter colérico y atrabiliario, amante del buen comer y beber era, sobre todo, un empedernido jugador pues no en vano se pasaba días y días en las mesas de juego, vamos que no se levantaba ni para comer. Por eso sus sirvientes, cuando lo oían gritar, ya sabían qué hacer y le servían unos filetes de carne entre finas rebanadas de pan, lo que se dice un tentempié, que su señor se comía mientras los otros jugadores tiraban los dados o repartían las cartas. Y como la idea era estupenda prosperó, y fueron muchos los que lo imitaron de modo que pronto se hizo popular y, todo aquél que necesitaba comer rápido por el motivo que fuera, hacía que se la prepararan así. Se me olvidaba decirles que el tal Montagu era el cuarto conde de Sandwich, por eso, esta forma de preparar la comida se pedía “al estilo del conde de Sandwich”, el resto es historia. Sustituyendo la carne por jamón o embutidos, al invento se le empezó a llamar “sándwich” y el nombre, ya común, pasó, prácticamente, a todas las lenguas. Pérfida Albión.

 

La ofensa hawaniana. Pero entre partida y partida, en honor a la verdad, nuestro conde tuvo tiempo para desarrollar alguna que otra actividad más. Entre otras hizo la carrera militar, llegó a Lord del Almirantazgo, y se dedicó a la política ocupando los puestos de vicetesorero de Irlanda, embajador en Madrid y secretario de Estado. No está mal, nada mal. Precisamente en sus tiempos de Lord tuvo bajo sus órdenes a uno de los más grandes aventureros y navegantes de la historia, el capitán J. Cook. Un destacado naturalista del siglo XVIII, descubridor de innumerables islas como Australia, Nueva Zelanda y las Sandwich (siempre conocidas como Hawai). Precisamente se cree que Cook murió en estas islas, al intentar resolver un incidente con los nativos, algo relacionado con el robo de un bote, pero, hasta donde me consta, no se sabe con certeza cómo fue. Así que un misterio su muerte, al que hay que añadir el hecho de que sólo se encontró de él una mano, como lo lee, y sabemos que era la de él porque fue reconocida gracias a una cicatriz que tenía en el dedo pulgar. Hay quienes piensan que quizás fuera devorado por los indígenas, pero, como antes, carecemos de pruebas, de manera que ahora estamos ante un enigma, el de la desaparición del cadáver, o de buena parte del mismo. Bien visto, lo de Cook es lo que se dice, un misterio dentro de un enigma. Hay una anécdota, supuestamente ocurrida hacia finales del siglo XIX y relacionada con este presunto acto caníbal. Al parecer, la última reina de Hawai, una impresionante mujerona de 1,80 m de altura y 120 kg de masa, le dijo en una recepción a la pequeña reina Victoria: “Yo también llevo sangre inglesa como tú”. La reina, sorprendida, imagínense, le preguntó: “¿Cómo puede ser eso?” La otra reina contestó: “Porque uno de mis antepasados se comió a tu capitán Cook”. Sí, toda una real ofensa, vía canibalismo.

 

El misterio de la isla de Pascua. Un poco antes de descubrir Hawai, el capitán Cook visitó la isla de Pascua, cuando ya era una roca estéril en medio del océano y, casi, con menos habitantes que estatuas. Sus pobladores se mal alimentaban de ratas y los monumentos estaban caídos, o mejor, derribados en el suelo, ¿qué había pasado en ese perdido rincón del mundo? Por lo que sabemos, unos siglos antes, la isla había estado cubierta de palmeras, poblada por numerosas especies de mamíferos y pájaros, y habitada por dos grandes tribus en continuas peleas, unas disputas que resolvían levantando cada vez más y mayores estatuas en honor a sus dioses. Una muestra de su supuesta superioridad tribal, en realidad loca estupidez, que condujo a una tala masiva que terminó provocando una deforestación total. Por su causa la tierra se volvió estéril y casi se agotó todo vestigio de vida animal y vegetal, no quedando por tanto animales que cazar, tierra fértil que sembrar o madera con la que construir chozas. De hecho terminaron viviendo en cuevas, practicando el canibalismo y, entre desesperados y exasperados, a finales del siglo XVII derribaron y destrozaron un buen número de esas estatuas. No en vano habían sido la causa de su desgracia y testigos mudos de su delirante creencia. Así es la inteligencia del hombre. ¡Ah!, por supuesto que las estatuas las construyeron los nativos, con ingenio y herramientas humanas, nada de naves extraterrestres provistas de “avanzadas técnicas antigravitatorias”, eso es ignorancia científica y pura camelancia platillo-volantera “titotatín, tatín, tatín”. La inteligencia humana también es así.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

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