Quantcast
Redacción
Sábado, 30 de Marzo de 2019

"Tiempos de miseria"

"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona

 

[Img #110222]En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

 

Os dejamos con el capítulo.

 

Los que ya no somos precisamente niños, comentamos en ciertas ocasiones, con otros de la misma quinta, sobre tiempos pasados, quedándonos en el semblante el regusto de haber dejado atrás una época de escasez, hambre para muchos y carencias de lo más mínimo en el amplio sentido de la palabra para la mayoría. Para los jóvenes que se han encontrado un mundo lleno de posibilidades (tal vez ahora ya no tanto) donde los alimentos no los tienen que adquirir mediante cartillas de racionamiento y pueden ingerir todo el pan, leche, carne, pescado, etc. que deseen de sus respectivos frigoríficos y despensas en demasía, les resultarán muy difícil entender que en esa época a la que me refiero, a tan siquiera un tiro de piedra en el tiempo, haya podido existir semejante estrechez y necesidad. Por supuesto que no tengo añoranzas por aquellos tiempos, sólo me sirve para comparar y vanagloriarme de la diferencia al alza que hoy paladeamos y disfrutamos.

 

Si le comentamos a estos jóvenes que había familias que llevaban la casa hacia delante (imaginaros de qué manera) gracias a la recogida de colillas por las calles y bares, pues creo que les resultaría inverosímil de entender,  y por ello lo explico: la miseria era tan grande que la gente no disponía de medios económicos como para permitirse ciertos lujos (porque comer una comida al día ya era un perfecto lujo); por eso había fumadores que el único recurso que disponían era el de adquirir tabaco procedente de las colillas que recogían del suelo, luego desmenuzaban y volvían a liar en papel de fumar... Adquirir medio cuarterón de picadura de contrabando era toda una ostentación que pocos se podía permitir.

 

No sé cuantas personas enfermarían con ese insano hábito, dado que en aquellas épocas los cigarrillos no disponían de filtros, y que por regla natural y por la necesidad existente se apuraba al máximo las colillas hasta la ultima chicotada, lo que conllevaba una enorme carga de saliva de sus propietarios, unos sanos y otros tuberculosos, asmáticos, tísicos, etc.

 

No hace mucho me contaba un señor, que vivió y padeció muchas penurias, que un día cuando se encontraba recogiendo colillas de un bar, el dueño le exigió que le pagara con el beneficio de las colillas dos medias botellas de vino que su padre le debía, bajo amenaza de no dejarlo recolectar las colillas de su establecimiento.  ¿Os imagináis los suelos de las tascas de aquel tiempo? Este muchacho, hoy ya jubilado, me dijo que durante varias semanas le fue pagando poco a poco al tabernero la deuda contraída por su padre. Por supuesto que me reservo los nombres de todas las personas referidas en este artículo.

 

También me narraba una historia que le ocurrió una vez con un director de banco, al que diariamente se le acercaba a pedirle una perra gorda (moneda de diez céntimos de peseta) Una de esas mañanas, encontrándose dicho individuo rodeado de varios personajes del mismo estatus, le dijo al triste chaval que ese día le daría, no una perra gorda, sino una peseta, si se daba contra la pared diez chocazos. El pobre crío, ante la necesidad que tenía, y pensando en la ilusión que se llevaría su madre al verlo entrar con una moneda de cobre en sus manos, aceptó sin rechistar la propuesta, mientras que los señores se reían, mofándose de aquella manera, viendo hasta que punto el hambre obligaba a la gente a hacer cosas tan inverosímil. El chiquillo se marcho a casa con la alegría del dinero conseguido y con sus correspondientes chichones en la frente, al precio de diez céntimos la unidad.

 

Pero la historia no quedó ahí. Pasó el tiempo, y aquel chiquillo, a base de trabajar incansablemente y con la ayuda de ciertas personas que creyeron en él, consiguió montar un modesto negocio, lo que le propició al cabo de varios años y muchos sacrificios, reunir un par de milloncejos. A está cantidad se sumaba  un premio de la ONCE que le tocó de unos tres millones de pesetas, que en  aquella época era todo un capital. Resulta que cuando el aludido banquero, ya algo mayor, se enteró de la suerte de aquel chiquillo que en otros tiempos le pedía una perra gorda todas las mañanas, se dirigió a casa del afortunado para ofrecerle los servicios de su oficina. Quedaron para la mañana siguiente y estando reunidos (casualmente) los mismos individuos presentes en la anécdota anterior, el director le brindó pasar a la entidad bancaria para hacer el ingreso del dinero, a lo que el aludido cliente le contesto: Señor director, si quiere Ud. que le deposite todos mis ahorros tiene Ud. que darse diez chocazos contra la pared. El banquero creyó que estaba de broma, y ante la sorpresa  de éste, el joven industrial le recordó (delante de los amigos del banquero) la historia vivida hacía quince años atrás delante de los testigos allí presentes. Por supuesto que el director no se dio contra la pared, pero tampoco se llevó el dinero a la caja.

 

Fueron tiempos difíciles para la gente que tuvo que soportar la pobreza, las miserias más detestables y miles de sinsabores, enfermedades, paro, humillaciones, persecuciones y sumisión al régimen franquista. Por desgracia, aún anida un gran número de individuos que deambulan por el país, reminiscencias de la opresión, unos porque la padecieron, y otros, creyéndose que aún se encuentran encumbrados, protegidos y amparados por la época dictatorial del Caudillo, por lo que les cuestan mucho trabajo asimilar la democracia que hoy disfrutamos, a pesar de formar parte (algunos de ellos) de una corporación municipal.

 

Tal vez resulte triste para muchos leer estas historias, pero creo que es interesante asimilarlas para comparar el magnifico estado de bienestar en el que vivimos hoy gracias a Dios, aunque sigamos soportando a gente fachosa que se aprovecharon y vivieron a costas de las desgracias ajenas.

 

 

 

 

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.27

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.