"Calle Nuestra Señora del Rosario"
"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona
En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local. Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.
Os dejamos con el capítulo
Esta calle parte de la plaza de Andalucía, atraviesa la de Castelar, y termina en la de Isaac Peral. Comienza a edificarse a principios del siglo XVII. Por ser la primera de las calles que tuvo pavimentación en la zona de extramuros, fue conocida con el nombre de Empedrada, ya que su calzada fue de piedras de la playa y arenas; aunque su primer nombre oficial fue el de Fuente.
En 1668 existía en esta calle una accesoria en la casa núm 41, propiedad de doña Leonor Celis de Lamadrid, montañesa, con un pozo o aljibe que abastecía de agua potable a parte de la localidad en virtud de una obligación que tenía dicha señora por escritura pública. Con ese motivo esta calle fue conocida durante muchos años con el nombre de calle de la Fuente o de la Fuente Vieja.
El 7 de septiembre de 1873 acordó el Ayuntamiento darle el nombre de Manrique de Lara, en homenaje al diputado posibilista por este distrito Antonio Manrique de Lara, que en las elecciones de 1882 llegaría a obtener cuatrocientos votos en esta localidad, repitiendo en el cargo en 1886. Esta denominación fue, sin embargo, efímera, ya que al año siguiente acordó el Ayuntamiento devolverle el nombre de calle de la Fuente que había venido ostentando desde tiempo inmemorial. En 1886, y por acuerdo municipal de 7 de diciembre, se rotula con el nombre de Rosario, en honor de la Patrona, ya que la calle que ostentaba este nombre era de muy poca categoría urbanística.
En l931 el Ayuntamiento de la II República acordó quitar a esta calle el nombre de la Patrona de Rota, bautizándola Libertad. Esta decisión municipal causó un gran revuelo en la población, e incluso hubo manifestaciones públicas de protesta, actos de desagravios y pliegos de firmas con más de dos mil quinientas de ellas, cuya exposición de motivos la encabezaba y razonaba el secretario del Juzgado, don Juan A. Liaño Santos, pero a pesar de todo el nombre de Libertad presidió la rotulación de la calle hasta que el 11 de noviembre de 1936 acordó el Ayuntamiento volver a denominarla Ntra. Sra. del Rosario.
En 1933 se instaló en el número 12 de esta calle la primera fonda o casa de huéspedes que hubo en Rota, conocida por Fonda de la Narcisa, que estuvo siempre muy acreditada, hasta el punto de que en ella se hospedaron prelados como el cardenal Almaraz, militares como el duque de Nájera, escritores como Dionisio Pérez, políticos como Isaac Peral, comediógrafos como Pedro Muñoz-Seca, pintores como Gonzalo Bilbao y Guillermo Gómez-Gil, toreros como Manzantini y Joselito el Gallo, y teólogos y predicadores como don José Verea Bejarano y don Bartolomé Romero Gago. Destacamos a don Marcelo Spínola y Maestre, que hoy ostenta el honor de los altares, que se hospedó en dicha fonda el día 10 de enero de 1897 con motivo de una de sus visitas pastorales.
En la casa número 6, hoy desaparecida, y en la número 27 existieron amplias casas señoriales con grandes patios y muy buena construcción, propiedad de las familias Ruiz-Mateos y García de Quirós, respectivamente.
En la número 15 estuvo instalada durante los años de la segunda década del siglo XIX la oficina de Correos, y en el número 6 Telégrafos, que luego pasó a ser Caja de Ahorros de Ronda.
A primeros del siglo pasado existió en la casa número 4, luego Caja de Ahorros de Cádiz, y en la actualidad oficinas de Recaudación Municipal, una tienda de comestibles y rebaso de Miguel García Vázquez, conocido por Miguel, el de la Harina, que en 1923 compraría al doctor Díaz Rocafurt, de Cádiz, la casa número 12, antigua Fonda de la Narcisa, en cuya planta baja, haciendo esquina a la calle Poeta Felipe Benítez Reyes, estuvo instalado durante muchos años el establecimiento de ultramarinos Las Antillas, de la familia Gallego. Hemos de añadir que dicha finca pertenece hoy en su conjunto a la viuda y herederos de don Ignacio A. Liaño Pino, que fue cronista de la villa e investigador de muchas de estas historias que hoy contamos, además de maestro nacional, director de la Caja de Ahorros de Cádiz y alcalde de esta villa, que Dios lo tenga en su gloria.
Por el mismo tiempo tuvo Antonio Pizones un despacho de carnes de vaca, ternera, cordero y cerdo muy acreditado, en una accesoria de la casa número 1. En la número 17 tenía Manuel Caballero Castellanos carros de transportes con servicio a todos los trenes.
En el número 19 existió en las primeras décadas del siglo XIX un bazar, y posteriormente una sombrerería propiedad de José Márquez Ramírez, más conocido por el Aceitero. Junto a la sombrerería, y en número 21, existió también una tienda de bebidas y licores con cuartos reservados de Federico Gómez de la Torre.
En los años veinte se abrieron dos fondas más en esta calle: la de Morera, en el número 1, y la de José Jaén, conocido por el Culón, en el número 6.
No podemos tampoco dejar de mencionar que en la casa-bodega número 35 vivió su propietario, don José Ruiz de La Canal, que fue alcalde de esta localidad. Su vino tintilla era muy afamado, hasta el punto de ser exportado al extranjero, como lo hicieron también otros viticultores locales a través de la firma González, Dubosc y Cía, que muchos años más tarde, y una vez asociado con el mayor importador de vinos del Reino Unido, el señor Byass, pasaría a denominarse Gonzáles Byass, que aún perdura.
Y para terminar, hemos de decir que en la casa número 38 tenía su corral, el cabrero Sebastián Martín-Bejarano, que vivía de la leche de sus cabras. Sebastián paseaba por las calles con sus animales vendiendo directamente el producto a los vecinos. Este hombre fue víctima de una desagradable broma. Una noche entraron en el corral unos desconocidos, que procedieron a atar una con otras, veinte cabras. Se las llevaron hasta el barranco del Rompidillo, donde amanecieron por la mañana tratando de soltarse. El autor de tan pesada broma había sido, al parecer, un competidor suyo conocido por Mascahierro.
Marchena Domínguez, J. Burgueses y caciques en el Cádiz de la Restauración. Universidad de Cádiz, 1996, p.202 y





































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