Pues sí, Pedro Sánchez ha decidido dar el pistoletazo de salida a este año que acumulará elecciones como ninguno en nuestra historia. Salvo aquellas autonómicas del 151, todas las demás han de pasar en el curso actual. Tampoco hay que descartar otras en Catalunya, con la reimplantación del artículo 155, que anuncia la derecha y parece que serán quienes tengan la sartén por el mango.

Llegar hasta aquí era la crónica de una muerte anunciada. Pedro Sánchez echa mano del fracaso de sus presupuestos para justificar la decisión, si bien las fuerzas de la derecha ya se están jactando que la insatisfactoria concentración del 10 de febrero fue la llave para abrirle las puertas de salida al presidente.

Puede que Pedro Sánchez haya elegido el momento menos oportuno. Una convocatoria de elecciones en el momento que los socios de la moción de censura rompen relaciones no parece lo más apropiado: o bien debería haberlo convocado poco después de llegar al gobierno o debería haber apurado al máximo la legislatura. Ante el electorado mejor hubiera parecido seguir adelante, utilizando el Decreto-Ley cuando fuera necesario, y explicando lo que no puede hacer con el boicot interesado de quienes se opongan, fácil de rentabilizar ante la ciudadanía.

Porque ¿cómo se presenta ahora sin haber solucionado apenas nada de lo prometido, metido en berenjenales de difícil salida y con una perspectiva de una derecha dividida, pero que se une sin rubor, y unas fuerzas progresistas cada cual a su aire?

Del presidente se puede destacar su valentía en detalles, algunos importantes, como la subida del salario mínimo interprofesional, la mejora de la dependencia y otros temas sociales; arriesgando su propia estabilidad tratando de buscar solución al tema catalán, aún sin tener una alternativa medianamente atractiva, como se ha demostrado.

Es de reconocer su buena voluntad, pero en lo esencial su etapa de gobierno ha resultado muy pobre; nos deja sin tocar reivindicaciones fundamentales como la supresión de la Ley Mordaza y de la Reforma Laboral o la Reforma de la Ley Electoral.

Más le vale que, fiándose en la poca memoria de la mayoría, consiga encandilar a suficiente electorado como para mantener el poder, pues lo que puede venir, como se ve palpablemente, en el tono ácido, desabrido, agresivo, maleducado, de esta derecha en tres versiones distintas pero una única idea, no resulta nada apetecible.

Y para más inri, Campaña en Semana Santa ¡La de púlpitos que van a barrer para casa!

Manuel García Mata