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Redacción
Sábado, 02 de Febrero de 2019

"Historia de hijoputas"

Por Carlos Roque Sánchez

[Img #107075]HIJOPUTA I. Hace bastante tiempo que esta historia me llegó por correo electrónico, cuál si no, y no es más que una de esas que, de vez en cuando, suelen llegarnos y a la que no se le presta atención. Sin embargo, no me pregunten la razón, hace unos días al verla me apeteció contárselas. Empieza más o menos así. Una mañana recordé que debía llamar a un amigo, así que de memoria marqué su número y alguien, en tono tenso y con muy mal humor, contestó:

 

- ¿Qué quiere? 

- Soy Mariano, ¿podría hablar con José Luís?, por favor.

- Te has equivocado, gilipollas. Así me respondió y acto seguido colgó, dejándome colgado a mí.

 

Como ya se imagina tiré de agenda y en efecto me había equivocado. Se ve que un número me había “bailado” al marcarlo. Por supuesto que admito y comprendo que una llamada equivocada, en determinados momentos y circunstancias, puede resultar molesta, pero estarán conmigo que el tipo se había pasado bastante. Y como resulta que no soy particularmente bueno, decidí hacer lo mismo. Ya sé que eso no está bien, lo sé, pero lo hice y hecho está. Marqué el número equivocado (no se me había olvidado, qué curioso) y nada más descolgar le espeté:

 

- Eres un hijoputa. Y colgué rápidamente. Por supuesto anoté el número en mi agenda y a su lado puse HIJOPUTA, qué si no iba a poner. Desde entonces cada vez que me apetecía o lo necesitaba por el motivo que fuera, lo llamaba empleando la misma técnica. Eres un hijoputa, le decía y colgaba rápidamente. Venía a ser como una terapia psicológica casera y de las buenas créanme. Mano de santo se lo aseguro, así que por ese lado bien. Lo malo es que se me acabó el chollo psicoterapéutico, cuando me enteré de la existencia del servicio de identificación de llamadas. Un palo para mí, qué se le va a hacer. Está visto y es cierto que a veces, Dios aprieta. Pero no lo es menos que el ingenio es fruto de la necesidad y, mire por donde, tuve una feliz idea. Marqué su número de teléfono y le dije: 

 

- Hola, le llamo del departamento de ventas, quisiera saber si conoce nuestro servicio de identificación de llamadas. 

- No. Me contestó el muy grosero, y colgó. Ni que decirle tengo que me faltó tiempo para volverlo a llamar: Eres un hijoputa. Y vuelta a empezar. Sí, Dios aprieta, pero no ahoga.

 

HIJOPUTA II. Habían pasado ya unos meses de lo que les he contado y perdido su efecto terapéutico, cuando viví un desagradable suceso. Esperando que quedara libre una plaza de aparcamiento en un hipermercado, y a punto de hacerlo, un coche pequeño y negro se metió en el hueco a toda velocidad. Fue visto y no visto, oiga. Le toqué el claxon, pero nada. El buen señor se bajó del coche y salió escopetado hacia el centro comercial. Otro hijoputa de los muchos que por el mundo andan, sólo que éste me ha tocado a mí, qué se le va a hacer, me dije dentro del coche y cabreado. Pues en esas estaba cuando lo que vi, me hizo pensar que sí, que a lo mejor sí se podría hacer algo. Y es que en la luneta trasera del coche invasor, había un letrero que ponía “SE VENDE” y un número de teléfono que anoté ¿Ve por donde voy, verdad? Pues eso, nada más llegar a casa le llamé. 

 

- Buenos días ¿Es usted el dueño de un coche negro que se vende? 

- Sí, yo mismo 

- ¿Podría decirme dónde puedo verlo? Naturalmente me dio su dirección, datos del coche, hora a la que podíamos quedar y su nombre.

- ¿Perdone, puedo decirle algo?

- Sí, claro

- Señor, es usted un hijoputa de la hostia. Y colgué. Ni que decirle tengo que junto a su número, en mi agenda, anoté HIJOPUTA II, y que al primero le añadí un I. Esto marchaba, mi lista hijoputera aumentaba, ahora tenía dos “hijoputas”, y ya se sabe que en la variedad está el gusto. De modo que los iba alternando, del I al II y del II al I, para después volver a empezar. Pero en esta vida todo cansa y me terminé aburriendo. Dios no ahoga, pero apura.

 

ENLAZANDO HIJOPUTAS. Dicen que cuando el diablo no sabe qué hacer, mata moscas con el rabo y eso es lo que me pasó. Se me ocurrió otra idea y llamé al Hijoputa I:

 

- Dígame

- Hola hijoputa, le dije y me quedé a la escucha.

- ¿Estás todavía ahí, cabrón?”

- Sí, hijoputa.

- Deja ya de llamarme o... Si supiera quién eres te rompía la boca, me dijo. Y entonces con toda tranquilidad le di los datos del Hijoputa II: nombre, domicilio, hasta los del coche, vamos.

- ¡Ahora mismo voy para allá!, me gritó.

- ¿Sí? ¡Qué miedo me das, hijoputa! y le colgué. Inmediatamente llamé al Hijoputa II:

- Dígame.

- Hola hijoputa…

- Como te pille algún día...

- ¿Sí?, pues a ver si es verdad. Ahora mismo voy hacia tu casa. Y ahora sí colgué y llamé a la policía. Les dije que estaba en la dirección del Hijoputa II y que iban a matar a mi vecino en la calle. Luego hice otra llamada a una cadena de televisión local y les dije que iba a haber una pelea de pandillas en la dirección que ustedes se imaginan. Colgué, me monté en el coche y me fui para allá a toda pastilla, compréndanme, no me quería perder nada. Cuando el I llegó, el II ya le estaba esperando en el portal. Todo un espectáculo, oiga. Para que se hagan una idea, cobraron hasta los cámaras de televisión. La policía tardó en llegar. Desde entonces no se me ha vuelto a ocurrir nada así ¡Qué pereza, Señor, qué aburrimiento!

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

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