Quantcast
Sábado, 12 de Enero de 2019

"Cuesta San Cayetano y calle Progreso"

"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona

[Img #106120]En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

 

Os dejamos con:

 

 

"CUESTA DE SAN CAYETANO Y CALLE PROGRESO"

 

En la confluencia de la calle Amapolas, antiguo Callejón de la Presa, y Sagrado Corazón de Jesús, nos damos de bruces con el desaparecido derribo, convertido hoy en plaza de Pío XII. Tomamos, por tanto, la calle Ruiz de Velarde hacia la derecha, dirigiéndonos a la plazoleta del Calvario para subir hacia la Cuesta de San Cayetano, que es nuestro objetivo.

 

Al final de esta calle, en su acerado derecho, existió en los años de 1800 una enorme finca llamada  Buena Vista, en el pago del mismo nombre. Dicha propiedad fue de don José Iznardi, un comerciante gaditano afincado en Rota, que ostentó diversos cargos de responsabilidad en el Consistorio, gozando de un gran prestigio por su honradez, generosidad y compromiso en sus cometidos Municipales, cuya mansión había sido construida junto a la ermita de San Cayetano, que había sido levantada por un voto que hizo el Ayuntamiento el 1 de abril de 1667, tras haber cesado una terrible hambre que se padeció a consecuencia de una plaga de langostas que azotó la villa. Hay que añadir que en Semana Santa se unía a la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno al pasar por dicha ermita, la antigua Dolorosa.

 

La actual calle Buenavista, que hacía esquina con la finca del señor Iznardi, y que seguramente tomó su nombre de la finca de este señor, se llamaba por aquel entonces calle de San Isidoro. En ella el aludido potentado disponía de una gran extensión de terreno en la parte de poniente, dedicado en parte a viñedos y  a árboles frutales. Con el paso del  tiempo, la mansión pasó a diversas manos, terminando como hogar perentorio de gente humilde, entre la que se encontraban varios arrieros, que fueron trasladados en tiempos del alcalde don Antonio García de Quirós a una promoción de viviendas sociales situadas en la calle Calvario, frente a la finca de Aspillaga, donde también se encontraba la malparada plaza de toros que se desmoronó hace más de sesenta años y de la que ya di debida cuenta.

 

De esta cuesta de San Cayetano, convertida hoy en calle, queda poco de lo que fue y conocimos hace cincuenta años, tanto que quizás no sean más de dos las amplias viviendas vecinales que la piqueta de los constructores no han derribado aún para hacer en su lugar ridículos apartamentos, eliminando los espaciosos patios que tanta vida dieron a aquellas casas, donde la convivencia era obligada y la solidaridad entre vecinos era una práctica habitual.

 

Nos vienen ahora a la memoria algunos de los vecinos y negocios entrañables de aquella zona y parte de la calle Progreso, que desemboca en la aludida Cuesta de San Cayetano, como, por ejemplo, la panadería de Manele (Bolindre), la fragua de Juan, el de las Burras, y la de Nicolás. En el entorno se encontraban también otros inolvidables personajes, como el Arropiero, que además era latero, o el tonelero Orcha. Asimismo vivía en la zona un famoso cazador, conocido por el Cojo el Tete, y también trabajadores infatigables, como Amuedo o los Tobalos, el Londro, el Labi, los Pescaillas, los Paquiros, Roque, el Carpintero, y otras personas que eran muy populares en el vecindario, como Manolita, la del Torero, la Boquilla, las Mellizas, que por cierto aparejaban una vaca para sus labores del campo en vez de una burra como los demás camperos, los simpáticos hermanos Alambrito y Sopleo, los Calvitos, los Chispas, Tontón, el de las cabras, y las asnadas de Paco Mendoza y el Vélez, a más de otros  vecinos que no podemos recordar que, como ya hemos dicho, se trasladaron a las nuevas viviendas del Calvario, y sus asnadas fueron alojadas en la casa del Rincón en dicha calle. Esta calle fue también conocida a mediados del siglo pasado con el nombre de callejón de Guisado.

 

La empinada calle fue conocida popularmente, en el tiempo mas duro del franquismo como Barrio de Moscú, cuya mención aprovecho para recordar que en esos tiempos revueltos les fueron rapadas las cabezas a algunas de las vecinas del barrio, que tras su correspondiente ración de aceite de ricino, fueron obligadas a pasear por las calles del pueblo, rodando un barril y con un cartel al cuello, habiendo de parar en las diferentes calles para subirse en el citado barril y tocar un tambor. Dios quiera que estos tristes sucesos, debidos a la intolerancia vivida en aquella época, no vuelvan a repetirse nunca jamás.

 

Adentrándonos en la calle Progreso, podemos recordar la chatarrería de Paquirri, quien la vendió posteriormente a Antonio Canani, y luego fue bodegón de Gallero, y ya en la confluencia de la calle Padre Capote, en el pago conocido por Pandero, se encontraba, haciendo esquina con Inmaculada Concepción, la carbonería de Curro, y a su derecha la fragua del Viejo Agujeta, el cual se trasladó de igual manera a una vivienda social construida en una tercera promoción municipal en lo que fue el antiguo Cementerio del Calvario, las cuales fueron construidas en tiempos del alcalde don Antonio García de Quirós Milán por Juan Arjona Romero, mi padre.

 

Antes de llegar a dicho lugar se hallaba la Bodega Ravina, llamada así por el apellido de su propietario, don José Ravina Eymar, vecino de Cádiz y hacendado en esta localidad, con su enorme patio y el bodegón del Trompero, que significó un vestigio vivo de la antigua villa, que desgraciadamente fue derribada hace unos años, desapareciendo sus enormes arcadas, sus aljibes y construcción en parte de ladrillos toscos, para florecer en su lugar un edificio anodino, impersonal y feo, que dista mucho del desaparecido.

 

En la mente calenturienta de los que siempre intentamos que el sabor de nuestro pueblo, contenido e impreso en las paredes, fachadas y patios de esas pocas viviendas que nos quedan, no desaparezca, instando al Consistorio a que defienda la posibilidad de que esas casas centenarias sean rescatadas para el pueblo como vestigios de nuestro pasado histórico, en lugar de las deformes e impersonales edificaciones sin identidad que están construyendo, convirtiéndolas en talleres y estudios para artistas y artesanos, como bien debería ser una de las varias casas que trascalan en dicha calle Progreso, como es la casa de la Angelita, y como nunca perdemos la esperanza ni el optimismo, aspiramos a que alguna vez quede instalado en el Ayuntamiento un gobierno municipal sensible e interesado por la cultura, protector de nuestra historia y preocupado en conservar nuestras raíces del pasado. Seguro que muchos de los lectores pensarán que soy demasiado optimista, pero al menos mientras no muera, no pierdo la esperanza...

 

Estos datos están recogidos de los trabajos de investigación llevados a cabo por don Antonio García de Quirós Milán

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.150

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.