"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona
En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local. Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.
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EL CALLEJÓN DE LA PRESA
Dejando el Ejido, a cuya historia hemos dedicado los anteriores cpáginas, bajaremos hacia el centro de la población por la calle Amapolas, retomando el nombre que tuvo hace más de cincuenta años, cuando sólo era un camino, al que se conocía por Callejón de la Presa.
Este callejón o camino era una de las vías por las que se accedía al pueblo en épocas pasadas. Podríamos decir sin equivocarnos que el mismo discurría perfectamente por la actual calle Amapolas, aunque ésta es hoy más ancha y recta, sin los baches y tortuosidades de antaño. El citado callejón estaba custodiado y acompañado por ambos lados por chumberas que atravesaban de forma longitudinal el pago del Molino en su parte este, arrancando desde la misma playa del Rompidillo, junto al Fielato, que era una choza destinada al cobro de los impuestos de aquellos productos que entraban por aquel lugar, hasta morir junto a la vía del ferrocarril, en el pago del Gallinero, junto al Puntal de Levante.
Por cierto que recuerdo una anécdota, que refiere que en la época de la Guerra Civil dió el alto en este callejón una pareja de guardias civiles a un mayeto, que al serle requerida su identificación y el lugar a donde se dirigía, fue brutalmente abofeteado al pensar los de verde que se estaba mofando de ellos, pues repetía una y otra vez: que él era El Gallo e iba pa´ er Gallinero. Y es que aquel buen hombre se apodaba efectivamente el Gallo, y se dirigía hacia el pago de Gallinero. Como decía mi madre, esas son cosas que pueden haber sucedido y no haber pasado...
Cuando el camino partía desde Rota sólo disponía de chumberas por su parte izquierda, y tras las mismas, en una pequeña parcela, tenía su choza el Contento. Tras esta choza, había otras de mayor tamaño algo más adentro, donde vivía la familia de Carmelo Moreno, carnicero y capaó, padre de nuestro querido y polifacético artista local, Rafael Moreno, Cantinflas.
El ya citado camino partía dejando al mar en su margen derecho hasta llegar a la extensa arboleda de eucaliptos de don Francisco Lucero, quien disponía frente al mismo de hornos de cal y un tejar en donde fabricaba ladrillos con el barro extraído de los barrancos, de lo que hemos dado ya cuenta en anterior ocasión.
Durante varios años este tejar fue alquilado por un industrial de Jerez, Juanele Montero, que acabó con una serie de montículos de barro existentes en la misma playa del Rompidillo, y que cubría el mar en la subida de las mareas, desde los cuales los chiquillos nos lanzábamos al agua, al igual que hacíamos desde las piedras de los Calaores. Hay que tener en cuenta que al no existir prohibición alguna, en aquellos tiempos se podía extraer libremente de la playa cualquier tipo de material para la construcción sin preocuparse de la erosión que ello suponía para el medio ambiente; sólo bastaba con pagar un canon a la Marina de Guerra.
El barro para los ladrillos, como las piedras de la playa recogidas para hacer cal, la arena y la grava para la construcción, eran transportadas por los arrieros con sus asnadas como único medio de transporte. El Vélez, los hermanos Caridad, Paco Mendoza, el Tula, el Santo, el Punta, etc., eran los arrieros más relevantes de aquella época, y se dedicaban a acopiar los materiales para las obras a lomos de sus animales, por lo que deberíamos reflexionar sobre lo que significaron los arrieros en aquellos tiempos, ya que gran parte de la Rota moderna de hoy fue portada en los serones, a lomos de las bestias, bajo las especies de cal, arena, grava, ladrillos, etc.
Avanzando por este querido callejón, se abrían en su margen izquierda dos enormes canteras de donde se sacaban la piedra caliza, materia prima que se encuentra en prácticamente todo el subsuelo de Rota, destinada a la fabricación de cal en los desaparecidos hornos de don Francisco Lucero y de don Juan Arjona.
A continuación de los eucaliptos se hallaba el cerro del Tío Malo, lugar de dunas y retamas, donde pastaba sus piaras de cabras y vacas Enrique Alcedo, y tenían sus galleras Juan Cerpa, el Leñero, y Juan, el de las Burras. Hoy esta zona se ha convertido en parte de la barriada de El Molino, que ha ocupado también otra finca importante llamada La Redención, cuyo encargado era Ceniza, casado con Frasquita, y hermano de Félix, Pocos Kilos. Estas tierras llegaban hasta el mismo Pico Barro, y junto a las mismas se encontraba la propiedad del afamado dentista jerezano Dr. Don Vicente Florán, en cuya finca se instaló tras la venida de los norteamericanos un enorme club social, el USO, aprovechando las construcciones existentes, así como innumerables instalaciones deportivas, restaurante, tiendas, etc., al propio estilo norteamericano.
Terminamos la historia de este callejón con una anécdota. Como todo el mundo sabe, en aquella época Rota no disponía de demasiados retretes, por lo que mucha gente utilizaban los caminos pa jiñá, y en ocasiones, cuando algún que otro campero, debido a las heladas se les quemaban las almacigas de sus plantones, recurrían a estos lugares en busca de plantas de pimientos y de tomates, que nacían espontáneamente fruto de las deposiciones de la clientela que, naturalmente, había comido previamente piriñaca...

































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