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Sábado, 15 de Diciembre de 2018

"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona

En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

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EL TREN DE LA COSTA

 

 

 

 

-Venimos en el tren de la costa, un tren de juguete único en el mundo, que permite al viajero que vaya en cabeza apearse tranquilamente, escoger cualquier sabroso fruto de los que afloran a ambos lados de la vía y volverse a subir por la cola sin que el renqueante artefacto haya aminorado su pintoresca marcha.

 

Así inicia el Quinqui un inspirado artículo dedicado a nuestra Villa bajo el título de Pocas Líneas, aparecido en la revista Rota del año 1936, en el que abundan sabrosas referencias a este tren y a su vieja locomotora, o cuerdomotora, con su resoplar asmático y su marcha cansina, tan peculiares y conocidas en nuestra villa y lugares cercanos. Lo que quizás no sea tan conocido a propios y extraños es que esta línea, hoy cerrada en nombre de la rentabilidad y de la modernización, estuvo a punto de convertirse en la pionera del ferrocarril en España.

 

Es de sobra conocido que la primera línea férrea inaugurada en nuestro país fue la de Barcelona-Mataró en 1848. Pocos saben, no obstante, que para aquel entonces el proyecto original de la línea Jerez-El Puerto de Santa María-Rota-Sanlúcar yacía olvidado en un cajón desde hacía ya dieciocho años, a tan sólo cinco de que el primer tren circulara en Inglaterra y a dos de Francia.

 

Continuando con la historia del tren de la costa, tenemos que decir que su puesta en funcionamiento no se llevó a cabo de la noche a la mañana, ni muchísimo menos, pues las razones económicas y comerciales, que eran en realidad el fin del proyecto, no acaban de llegar a su destino, pasando de promotor en promotor, que asimismo intentaban contar con el apoyo y respaldo de organismos oficiales, como fueron los distintos ayuntamientos por donde transcurría el carril de hierro, la Diputacion Provincial, e incluso fue solicitado apoyo estatal.

 

La idea principal del proyecto, concretamente el trayecto entre Jerez y Rota, no era otro, según sus promotores, que permitir el embarque de los vinos jerezanos en el muelle de nuestra villa, desde donde viajarían en tránsito hasta el puerto de Cádiz para su exportación a Inglaterra, país muy relacionado con la industria bodeguera jerezana y pionero también en la implantación de este medio de transporte.

 

No obstante, desde que en 1830 se concede a don Marcelino Calero y Portocarrero la construcción de este ferrocarril, hasta su conclusión en 1892, el proyecto pasaría por diversas alternativas a lo largo de las cuales el muelle de embarque, situado inicialmente en Rota, cambiaría de posición al compás de los intereses de los accionistas.

 

Precedente de este proyecto fue el presentado por el comerciante gaditano don José Díez Imbrechts en 1829 para construir un carril de hierro desde Jerez a El Portal, o muelle sobre el Guadalete, orientado a los fines ya indicados. Para ello formó sociedad con el expresado don Marcelino Calero, si bien el señor Díez Inbrechts abandonaría en breve el proyecto ante la fata de recursos económicos, cediendo sus derechos al señor Calero, el cual obtendría en 1830 nueva concesión para un trazado más ambicioso: una linea que uniese Jerez de la Frontera con Sanlúcar de Barrameda pasando por El Puerto de Santa María y Rota, pero el capital privado y los ayuntamientos se mostraron retraídos ante la invitación a participar económicamente en este  proyecto, caducando la concesión en 1838 sin haberse iniciado los trabajos.

 

Respecto a la realización del proyecto de construcción del tren de la costa, fueron innumerables los concesionarios que se sucedieron en la realización de dicho proyecto, como asimismo mucha la dilación en el tiempo, hasta que a las cinco de la tarde del 9 de Julio de 1876, con asistencia del Ayuntamiento portuense bajo mazas acompañado de las autoridades de la provincia y de los pueblos limítrofes congregadas en el paseo de la Victoria, se procedió a la inauguración oficial de las obras, que fueron bendecidas por el arcipreste de la ciudad.

 

Asimismo, se organizaron diversos actos festivos, tales como repiques de campanas, bandas de música, función de teatro y fuegos artificiales, así como el reparto entre los pobres de mil quinientos bonos de pan y otros tanto de carne de gayumbos que se corrieron en la tarde del día 8, víspera de la inauguración.

 

Respecto a nuestra Villa, según recogen las Actas Capitulares, el acto inaugural tuvo lugar en la mañana del 25 de Septiembre del mismo año, acordando el Ayuntamiento festejar el acontecimiento con algunos actos, y entre ellos un banquete a los señores concesionarios e ingeniero de la dicha línea con asistencia de aquellas personas que la Alcaldía consideró dignas de ello. Habría que hacer aquí una comparativa con el acto de inauguración llevado a cabo por el Ayuntamiento de El Puerto, pues mientras éste invitó a los pobres al acto, el alcalde de Rota no los consideró dignos…

 

Por fin, tras dieciséis años de trabajos, interrupciones por la falta de recursos, cambio de concesionarios, etc., a las 13,30  horas del 16 de Noviembre de 1892 se llevó a cabo en El Puerto de Santa María el acto de inauguración de la línea con una ceremonia religiosa presidida por el arcipreste de la ciudad, que bendijo la línea desde un pequeño altar instalado en la sala de descanso de la estación portuense.

 

Seguidamente, el tren, que se hallaba engalanado con gallardetes y banderas, en tanto la máquina lucía en su frente el escudo de España, inició su marcha hacia nuestra población, donde el pueblo se agolpaba en confuso tropel en torno a la adornada estación, dando vivas al Rey, al señor Robert, ingeniero de la línea, y a Rota, continuando luego su marcha hacia la vecina población de Chipiona.

 

La Compañía Belga de Ferrocarriles Vecinales de Andalucía, que se hizo cargo de la línea un año después de su puesta en explotación entre El Puerto de Santa María-Rota-Chipiona-Sanlúcar de Barrameda, llevó a cabo innumerables mejoras en cuanto a rapidez, puntualidad y seguridad de los pasajeros, consiguiendo un tiempo récord de treinta y un minutos en el trayecto entre El Puerto de Santa María y Rota, ya que en aquellos momentos estaba prestado por un pequeño tren, casi un juguete a decir de los que lo conocieron, compuesto por la máquina y tres vagones, dos para viajeros y otro para mercancías, con alumbrado de aceite. Alcanzaba una velocidad media de unos veinte kilómetros a la hora, cuyo andar cansino proporcionaba al viajero una ocasión incomparable de disfrutar en toda su plenitud de las bellezas naturales que ofrecía este panorama de la campiña y la costa de la bahía gaditana, con Rota acercándose mientras el tren discurría por entre los pinares del Chorrillo, dejando entrever la ensenada de nuestro puerto y la deslumbrante blancura de las casas roteñas, mientras Cádiz a lo lejos descansaba, levemente difuminada sobre el horizonte.

 

La empresa en cuestión terminaría integrándose en la RENFE a partir de 1941, la cual mantuvo la línea hasta el 31 de Diciembre de 1984, día en que hizo su último viaje, sobre cuyo cierre apareció publicada en el Diario de Cádiz del miércoles 2 de enero de1985 la siguiente reseña:

 

El tren que cubría el servicio  entre las ciudades de El Puerto de Santa María y Sanlúcar, pasando por Rota y Chipiona, hizo el pasado lunes su último viaje, después de que uno de los últimos Consejos de Ministros de 1984 decidiera su cierre definitivo por su poca rentabilidad.

 

Como todos los días, el pasado lunes a las tres menos veinte de la tarde, salió de la estación de El Puerto de Santa María el ómnibus-ferrobús que hacía el servicio. Numerosas personas hicieron el último viaje y también en las estaciones del recorrido (Rota, apeadero de la Ballena, Chipiona y Sanlúcar) se habían congregado más gente que de costumbre.

 

Tras la llegada a Sanlúcar sobre las tres y media de la tarde, concluyó la historia de este tren, que se remonta a unos cien años (concretamente, noventa y ocho años de actividad) La poca demanda del servicio, que ha acarreado perdidas económicas a RENFE, ha sido la causa determinante del cierre de la línea férrea El Puerto-Sanlúcar.

 

A los que nacimos muchos años antes de la desaparición del caballo de hierro nos viene a la memoria imágenes nítidas de la actividad que se desenvolvía alrededor de aquella ennegrecida máquina, que más que tren parecía una enorme cafetera, cuyos bufidos de vapor de agua la hacía parecer avanzar como un gigantesco espectro surgido de cenagosas tinieblas. No obstante, la llegada del tren y su nostálgica partida hacia las estaciones próximas estaban  cargadas de romanticismo, dándose cita imágenes pintorescas en aquel inolvidable trasiego de personas, animales y mercancías, que luego se esfumaban, dejando limpio el lienzo donde minutos antes se había plasmado de manera impresionista, tal vez la escena de unas monjitas de la Caridad, con aquellas enormes tocas almidonadas, que parecían inmaculadas pamelas, o quizás una pareja de la Guardia Civil transportando algún desgraciado esposado y con una manta hombro, camino del Penal de El Puerto. Asimismo te encontrabas con estraperlistas y vendedores ambulantes procedentes de Sanlúcar y Chipiona, con sus canastos de mimbres o cañas, vendiendo pescado o dulces, o tal vez a José Herrera, el Cristo, pregonando sus cacahuetes, corrucos, polvorones y sabrosos cortadillos de sidra, cuya imagen se confundía con las de marineros y soldados de tierra, enfundados en sus correspondientes uniformes y la figura de Monje, el guardagujas, descargando mercancías y las sacas del Correo, mientras otros pasajeros se refrigeraban en el kiosco del Pagüelo...

 

A la espera de toda aquella parafernalia se podía ver asimismo a don Juan, el jefe de estación, con su gorra roja sobre su pelambrera blanca y su banderín o farol en la mano, siempre presto para dar la oportuna salida al convoy. Al otro lado de la sala de espera aguardaban los coches de caballos de Flaviano, Juan Saborido, Cantarito, Manuel Bolaños Sánchez o los carruajes de Manuel Caballero Castellanos e hijos para transportar a los viajeros. Estos vehículos  tenían su parada en la actual plaza de Andalucía.

 

Con el paso de los años, y tras el cambio de dueño, en este caso, RENFE, se quiso también modernizar esta línea, sustituyendo la  máquina de vapor por automotores y vagones motorizados o ferrobuses, con lo que, si bien ganó en eficacia y velocidad, perdió gran parte de su encanto anacrónico, hasta que el 31 de diciembre de 1984, ya en manos de la RENFE desde 1941, el romántico tren de la costa hizo definitivamente su último viaje por no ser rentable, según argumentaron los explotadores de la línea, de lo que de todo ello se da cuenta en el extracto de la publicación del Diario de Cádiz de la fecha.

 

Naturalmente, esto no es lo que opinan los roteños. La gente piensa que hubo otros intereses, pues esta línea era muy importante para la población. Su desaparición se llevó a cabo sin una alternativa adecuada, teniéndose en cuenta que el tránsito por carretera desde nuestra población hacia otras localidades ha supuesto desde entonces a los habitantes locales un incremento adicional de trece kilómetros, por tener que rodear las instalaciones de la Base Aeronaval, lo que incrementa considerablemente el precio del billete de los autobuses y del transporte marítimo, para cuya fijación no se ha tenido en cuenta que el pueblo no tiene culpa, ni le pidieron opinión sobre la instalación de la Base, para verse perjudicada con un alejamiento mayor de los demás pueblos colindantes, así como de las autovías nacionales de importancia. ROTA sólo ha importado a los gobernantes del país para su propio provecho, sin preocuparse del servilismo que ha de soportar, no valorando nunca el importante servicio que presta a nuestra nación y al resto de los países comunitarios, incluido los EE UU de América.

 

Antes de cerrar este capítulo y a título de curiosidad, de entre los pocos vestigios que aún quedan de la desaparecida línea férrea, aparte del aparcamiento y los edificios de la antigua estación, hoy convertida en oficinas y salas de espera de la estación de autobuses, se halla el almacén colindante, donde se ubica la Academia Municipal de Música, destacaría el puente de cemento situado en el Chorrillo, dentro del recinto de la Base, por debajo del que pasaba el romántico tren, y por encima la carretera de cemento camino a El Puerto de Santa María, por lo que sugiero que no destruya nunca ese puente, y sí que se coloque una placa grabada de cara a la posteridad con la historia de lo que significó ese puente. Además, y para perpetuar el recuerdo de aquel glorioso acontecimiento histórico que vivió la villa y se benefició su población. Con su desaparición Rota quedó marginada, incomunicada en la punta de un calcetín en la bahía por no confesados intereses, pero que tanto perjudican a nuestra población. He pedido muchas veces al Ayuntamiento, como una perenne reivindicación de sus ciudadanos,  que coloque un trozo de vía férrea en el Parque Carlos Cano e instale sobre él una máquina antigua y algún que otro vagón con la idea de perpetuar el recuerdo del Tren de la Costa en nuestro pueblo, que al igual que la solicitud de construcción de un molino de viento en el pago del mismo nombre habrá sido archivada en alguna papelera como siempre. Confío que alguna vez, y espero que sea antes de morirme, lleguemos a disponer en esta localidad a la que quiero tanto de una Corporación Municipal sensible, imaginativa y dialogante con sus conciudadanos.

 

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