LAS CAUSAS LAS PIERDEN LOS TONTOS

¿Es posible defender una idea sin llegar al fanatismo o a la estupidez? Comienzo a tener mis dudas, dudas muy intensas. Verán ustedes, por ejemplo, esta semana se ha producido una huelga de estudiantes en los institutos. La convocatoria llevaba por lema: "fuera el machismo de nuestras aulas". Juraría que el machismo en las aulas está básicamente desterrado, incluso que más bien sufrimos la situación contraria, pero, bueno, si el sindicato de estudiantes lo dice es que el sol sale por Antequera. Otra. Esta misma semana, el gobierno navarro ha recogido una lista de canciones poco recomendables para su uso docente por su contenido machista, que si bien es verdad que no ha sido una prohibición, como en un principio se dijo en la prensa, sí que la recomendación parte de una idea muy querida por el radicalismo feminista, que considera el amor intenso como una dependencia emocional intolerable (de paso le recomendaría al gobierno navarro que también desaconsejara la lectura de La Celestina, de Romeo y Julieta, de Don Álvaro o la fuerza del sino y, ya que estamos, de casi toda la poesía de Garcilaso de la Vega, además de impedir la audición de La Traviata, de Madame Buterfly y, sobre todo, de Carmen, que acaba muriendo a manos de Don José) (Por supuesto, Carmen es un ser detestable, pero en las óperas y en las pelis los malos solo pueden morir si son hombres, si son mujeres, no).
    

Traigo estos dos ejemplos, relativos a un tema concreto, porque han coincidido estos días, pero podrían aplicarse a prácticamente todo. Entiendo que no  hay ninguna causa lo suficientemente noble como para que los imbéciles no se apropien de ella. Pasa con el feminismo y pasa con cualquier asunto. Y no es algo que haya pasado siempre, o, al menos, con tanta intensidad, sino que se trata de un fenómeno contemporáneo. Por supuesto, los fanáticos que propagan las actitudes estúpidas no se dan cuenta de que hacen un flaco favor a las causas que defienden. Sin ir más lejos, la huelga de estudiantes de esta semana ha sido la menos exitosa que recuerdo, y eso que mira que hay pocas cosas en las que resulta más fácil obtener el éxito que en una huelga de estudiantes, pero parece que incluso un colectivo tan fácilmente soliviantable como el estudiantil, ha decidido que la propuesta no era muy interesante.
    

El problema es que los frikis de las ideas nobles perjudican las mismas ideas que se creen que defienden. Y lo que parecen ignorar es que el paso siguiente es el retroceso, la involución. Son muchos los que, cansados de la exageración radical, terminan dando la espalda a las ideas progresistas, y se acaban dirigiendo hacia las ideas contrarias. El ejemplo más claro es lo que acaba de pasar en Brasil con Bolsonaro. El alimento de todos los populistas del mundo: los Trump, los Le Pen, los Salvini, los Orban, los Kaczyński, los brexiters es precisamente la estupidez de los fanáticos, que comienzan defendiendo causas nobles y terminan haciendo el carajote. Por supuesto, y hablo por experiencia propia, hacer el carajote es algo intrínseco de la naturaleza humana, pero cuando un servidor hace el carajote se trata de algo que afecta exclusivamente a un servidor y a su imagen. Los frikis a los que me refiero, por el contrario, hacen bueno el dicho manchego: "un tonto jode a un pueblo". Nosotros somos el pueblo.