No, no. Esto no se trata de un eufemismo, ni pretende ser simbólico; el asunto de este texto se presenta tal cual, así de rotundo.

En mi patio hemos visto hoy una rata. Hace tres días dos empleados de la limpieza vieron entrar dos ratas enormes en el patio de al lado; cómo serían que uno de ellos porfiaba que una era un gato. Días atrás tuve la suerte de poder acabar con una de ellas en el paseo marítimo, a escasos diez metros de mi casa. El vecindario relata los alarmantes paseos y carreras de estos asquerosos bichos por la zona donde vivo, cómo trepan por las palmeras o se cobijan en las copas de los árboles cercanos, cómo se sienten cómodas en los jardines o cómo se enseñorean del verde de la zona de la bajada a la playa. Todo muy lamentable.

Ni que decir tiene que, al menos desde mi casa, se hacen de inmediato las consiguientes llamadas telefónicas a los servicios municipales pertinentes y se denuncia en las redes sociales, incluyendo la misma en páginas del ayuntamiento. Sólo que todo esto parece que no le importa mucho a las personas responsables que debieran actuar para dar solución al problema. Luego, como de costumbre, saldrá la demagogia de turno que se molesta porque se dice que hay barrios de Rota que van a dos velocidades, y el mío, El Molino, es uno de los segundos.

Podría escribir páginas de los riesgos, de los peligros, de las enfermedades que acarrean las ratas, pero me quedaré en estos comentarios. Que hay que vivir durante tres días con una rata dentro de la casa, que hace desaparecer veintiún bolsas de veneno, que no sale por mucho que se la busque y que la última noche aparece en el cuarto de baño y ¡métete ahí para acabar con ella, porque no te queda otra! También que hay que aguantar que busques soluciones donde las tienen y vengan con justificaciones peregrinas para no actuar de inmediato y con contundencia. Son años sin dar respuestas eficaces, que seguro que las hay. He vivido en una ciudad en la que todas las noches salir a tirar la basura al contenedor era encontrarte con decenas de estos bichos ¡Y hoy no queda una!

Ya lo dije otra vez, las ratas, por muy abundantes que sean en Rota, no son animales en peligro de extinción que hay que proteger como a los camaleones; éstas sí que tienen que desaparecer de Rota, pues posiblemente no haya animal más perjudicial entre los que pueden vivir en nuestro entorno.

A la espera de medidas, no me costará felicitarles si cumplen con su obligación.

Manuel García Mata