Balsa Cirrito
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MÁS LEJOS SIN COMPLEJOS
Cuando yo era niño vivía en un país acomplejado, sumamente acomplejado. Un país llamado España. Los españoles creíamos realmente ser inferiores, y por ello estábamos constantemente diciendo que no lo éramos; y por idéntica razón recordábamos todo el tiempo el Siglo de Oro, a Carlos V, al Gran Capitán, a Isaac Peral y al sitio de Zaragoza.
Yo diría que en la década de 1980 comenzó a cambiar todo eso. El elemento fundamental fue la Transición, que había mostrado al mundo un modelo para pasar de una dictadura a una democracia sin cargarse a medio país, y que se convertiría - sigue siéndolo hoy - en el patrón para todos los países del planeta que aspiraban a acabar con una dictadura de forma pacífica. Los españoles en aquel momento nos sentimos orgullosos de nuestro proceso y comenzamos a perder algunos traumas.
Me parece que otro dato que nos hizo mejorar ante nuestros propios ojos fue la llamada Movida Madrileña, con sus equivalentes de la Movida Gallega, o Movida Valenciana. Los españoles ya no éramos rancios y folklóricos, sino que éramos supermodernos, el no va más. Una frase de la graciosísima película de Almodóvar Laberinto de pasiones refleja aquel estado de ánimo. Imanol Arias - que hace de iraní - está hablando por teléfono y le dice a alguien en el extranjero: "Me encuentro en Madrid, la ciudad más divertida del mundo". Toma ya.
En seguida entramos en la Comunidad Europea, lo cual nos hizo también sacar mucho pecho, y, a partir de las Olimpiadas de Barcelona en 1992, conocimos un fenómeno alucinante, que fue el de los éxitos deportivos españoles. Con anterioridad, habíamos disfrutado apenas los triunfos de Perico Delgado y Seve Ballesteros, y algunos campeonatos menores de motociclismo de Ángel Nieto; pero desde entonces los éxitos fueron tantos y tan continuados que en muchos países, sobre todo los más lejanos, si dices España piensan instintivamente en los deportes, en Nadal y en nuestra liga de fútbol.
El remate fue la riqueza y la prosperidad desatada que empezamos a amasar, la mayor de nuestra historia, que se extendió durante los gobiernos de Felipe González, al principio y al final (con una crisis en medio), José María Aznar y la primera legislatura de Zapatero. Recuerdo a Gabriel García Márquez que había estado unos años sin venir a España y que se acercó a nuestro país a principios de los 90. García Márquez quedó alucinado: "¿Qué ha pasado aquí?", exclamó con una mezcla de admiración y envidia. Una prosperidad, dicho sea de paso, a la que contribuyeron decisivamente los dos partidos que gobernaron durante esos años, el PSOE y el PP, y a la que no fueron ajenos los partidos de oposición, principalmente el PCE, cuya moderada actitud facilitó la calma social.
¿Por qué cuento todo esto? Pues por dos razones. La primera es que me gusta recordar ciertas cosas, sobre todo las buenas. La segunda y fundamental es que voy estando hasta el gorro de esa corriente que parece decidida a volvernos a acomplejar.
Una de las técnicas más comunes para acomplejarnos es catalogar como exclusivamente españoles defectos que son comunes a otros muchos países, lo que JL Alborg llamaba "canutismo", es decir, mirar el mapa por el ojo de un canuto y ver solo la península ibérica (y tampoco toda), olvidándonos de lo que ocurre fuera. El ejemplo más claro es el de la corrupción. Como si en Italia, Alemania, Francia, etc. no hubiera políticos corruptos a punta pala. A decir verdad, en España la percepción de la corrupción (según indican las encuestas internacionales) es muy superior a la corrupción real. Sin embargo, por motivos políticos interesados hay muchos españoles (y no hablo de separatistas) empeñados en presentarnos como un país de tercera. Parecen obsesionados con volver a introducir en nuestros cerebros aquellos viejos complejos que habíamos logrado olvidar.
Pues no, somos un país de puta madre, con la mejor cocina del mundo, con el tercer mejor sistema de salud del planeta (y me atrevo a decir que la sanidad andaluza es la mejor de España, lo digo como persona que conoce varias comunidades), que dona órganos como nadie, que está llena de turistas todos los días del año (si vienen por algo será), que tiene la ciudad más bonita del orbe según The New York Times: Sevilla, que además somos los primeros en la investigación de energías alternativas, que hablamos un idioma estupendo (el segundo de la Tierra en hablantes nativos), que incluso nuestros políticos, tan denostados, son menos fantasmas que lo que se ve por ahí, y de hecho somos casi el único país occidental desarrollado donde no ha crecido ningún movimiento xenófobo con gran apoyo popular... El año pasado, Deloitte, la firma de auditoria más importante del globo y el SPI designaron a España como "El mejor país del mundo para nacer". ¿Algo que objetar?
Podría seguir muy largamente, pero no quiero extenderme. Por mi parte no voy a volver a sentirme acomplejado por ser español. Y cuando analice los defectos que tenemos, que como ocurre en todos los países son muchos, los pondré en su justa perspectiva, sin exagerarlos y sin dramatizar. Y sin utilizarlos para fines muy oscuros.
Termino de escribir. Diez y veinte de la noche. 12 de octubre.












Hannibal Lecter | Viernes, 19 de Octubre de 2018 a las 22:37:57 horas
Es curioso como algunos, que se autodenominan demócratas, se empeñan en querernos hacer creer que la transición española fue modelica y que quienes dicen lo contrario o son anti-españoles o son revanchistas o son golpistas. Cuando en realidad los golpistas fueron los que impusieron una dictadura y la prologaron mediante una vergonzosa transición, donde se mantuvo a todos los altos cargos del ejercito, la judicatura, los cuerpos de seguridad y la politica procedentes de la dictadura franquista y donde no se llevó a la justicia a ninguno de loss criminales de guerra ni de los culpables de terrorismo de estado, contra el pueblo. Y estos que dicen defender esta pantomima de transición se autodenominan patriotas y democratas, ¿existe mayor contradicción y cinismo? Algunos parecen tener una fobia enfermiza a la Republica, deben ser gente que disfruta siendo serviles vasallos y abyectos subditos o gente que tienen terror a que una Republica ponga las cosas en su sitio y se les acabe los privilegios a tantos herederos de las corrupción franquista. Muchos imperios y fortunas levantados a costa de sangre inocente y latrocinios ignominiosos.
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