Evidencia: por mucho que se moleste el sector hooligan del gobierno municipal, Rota está sucia. No hay más que salir a la calle y mirar.

Ante tal afirmación tan fácilmente demostrable es inútil ponerse a discutir. Nadie va a poner en tela de juicio la seriedad y la dedicación del actual responsable técnico, Jesús, quien se desvive por cumplir con su cometido. La preocupación por el problema es clara y no es ajena ni al alcalde ni al concejal, a quienes se puede ver en ocasiones al lado del amplio equipo de limpieza cuando la situación ha sido más llamativa. El gran número de personas empleadas en la tarea y el enorme desembolso que supone para las arcas municipales son prueba evidente de que se hace lo que se puede, que ya es mucho.

¿Entonces? Si el ayuntamiento cumple con sus cometidos y no se cubre el objetivo ¡Qué!

Si por mucho que se limpie siempre se note la suciedad es porque se mancha mucho más de lo que se puede esperar de una población educada. Es imposible mantener limpia una ciudad si sus habitantes normalizan una serie de conductas inadmisibles: llenar el suelo de paquetes de tabaco, colillas, envoltorios de los caramelos, de snacks, de patatas fritas, de los dulces, de los chicles … ¡ojo! Los chicles, una vez rechupeteados, si van al suelo, nos acompañan con la vocación de eternizarse en el cemento de nuestras aceras, ya que son prácticamente imposibles de eliminar... Aléjense a lugares más reservados y podrán encontrar tampax, condones, kleenex con determinadas sustancias orgánicas, acompañando a los citados anteriormente; en cuanto a otros restos de origen animal, mierdas, orines, escupitajos y vómitos, de orígenes diversos, incluso al lado de cualquier vivienda; zonas de recogida de residuos, que no se utilizan debidamente, dejando muebles, aparatos eléctricos y de otro tipo, fuera de las horas y días regulados, y que hay gente que dice que no toca los contenedores porque le da asco. Esta gente sí que da asco, dejando residuos donde no debe. Hay quien limpia el coche, quien hace otras reparaciones, quien cambia el aceite, quien engrasa la moto, etc., y se quitan todo cuanto les estorbe poniéndolo sencillamente en los lugares que el resto usamos; quienes realizan obras dejando los vertidos en cualquier lugar, excepto del debido; quienes dejan sus zonas de reunión, jóvenes y mayores, sembrado de pipas, papeles, bricks de zumos, latas de refresco, botellas de plástico y de cristal, y otro montón de residuos de cualquier clase, aunque tengan una papelera a dos metros.

Ahora debería venir aquello de que “No es más limpio quien más limpia sino quien menos ensucia”. Hay quien aboga por freír a multas a quien incumpla manchando innecesariamente: si se pagasen, tampoco estaría mal. Pero la única vía coherente es la E-DU-CA-CIÓN. ¡Ay! ¿Es que acaso a quien es capaz de mostrar tan poca sesera y nula responsabilidad le vas a pedir que confíe en el profesorado?

Manuel García Mata