Balsa Cirrito
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SI SÍ ES NO Y SI NO ES SÍ
No estoy muy seguro de qué quería ser yo cuando era niño. Francamente no lo recuerdo, pero supongo que querría ser espía o cow boy o pirata. Tampoco tengo muy claro que quieren ser los niños de ahora - aparte de futbolistas -; lo que sí veo diáfano es lo que no quieren ser. No quieren ser políticos. No es extraño. Si digo la palabra político, instintivamente se asocia con una imagen negativa. ¿Recuerdan haber visto alguna película de los últimos veinte o veinticinco años donde aparezca un político honrado? Seguro que no. Pero digo más, ¿alguna peli donde salga un cura y no sea un fanático o un pederasta? Añado, ¿un filme donde un militar de alta graduación no sea un psicópata (seguro que han contemplado muchas veces la siguiente escena: el presidente de los EEUU tiene un marrón muy gordo y no sabe cómo actuar; el militar que está sentado en la mesa dice invariablemente: "hay que bombardear, señor")? O, por decir más, ¿no se han dado cuenta de que todos los profes malos de las películas son aquellos que tratan de hacer uso de su natural autoridad? (personalmente, el profesor más capullo que recuerdo es el profesor Keating de El club de los poetas muertos).
Supongo que es uno de los signos de nuestro tiempo. La autoridad es intrínsecamente mala y hay que luchar contra ella. Pero, ¿realmente es cierto? ¿Tan malo resulta que alguien dé órdenes y otros las reciban? Pues mire usted, según y cómo. Igual que ocurre en casi todas las cosas, ne quid nemis, o sea, de nada demasiado, y lo que es un humilde servidor de ustedes, no lo ve del todo claro. Eso sí, sobre lo que no tengo ninguna duda es que el desprecio de la autoridad sea una actitud rebelde, sino más bien todo lo contrario.
El caso es que el mundo ha dado un vuelco tan enorme que aún no ha dado tiempo de organizar las trincheras, y tengo sensación de que muchos andan, andamos, en la trinchera equivocada. Quiero decir, la rebeldía, la insubordinación, lo valiente es tocar las narices, y las narices se tocan justamente de la forma contraria. Se da la paradoja que lo que es realmente antiautoritario y rebelde es defender una autoridad fuerte. A veces me río cuando algún artista - un pintor, un músico, un literato, un cineasta - ataca con mala leche los dogmas de la Iglesia con la esperanza de que lo tachen de sacrílego y para que digan de él que es un tipo valeroso. Pero no, para lo que hay que tener cataplines hoy día no es para ir contra la Iglesia, sino para defenderla. Y como este ejemplo con casi todo.
Puede que resulte extraño, pero lo rebelde, lo que se posiciona contra el poder establecido no es ser antiautoritario, sino proautoritario. No es ser feminista, sino machista. No es ser tolerante, sino homófobo, etc. Por la sencilla razón de que estas posturas son las que ostentan el poder. Y quien lo dude lo tiene fácil para comprobarlo. Solo tiene que convencer a un personaje conocido para que lance un tweet con un mensaje moderadamente homófobo del tipo de, pongamos por ejemplo: a mi no me gustan los homosexuales. Sin duda alguna, el personaje en cuestión ya podría olvidarse de tener una carrera pública, porque destruirían su imagen forever. En cambio, ese mismo personaje lanza un tweet desaforada y bestialmente homófilo, del tipo de: todo el mundo debería practicar la homosexualidad, y quien no lo haga es una persona incompleta y prácticamente no recibiría ninguna crítica, pese a que se trate de una gilipollez mayúscula y - ahora sí - autoritaria. (Por cierto, la historia de estos dos tweets es verídica).
Evidentemente, y me da hasta vergüenza explicarlo, no intento decir que lo correcto es mostrarse como un machista, un homófobo o un defensor de Mussolini, ni de lejos; la condición de las mujeres, de los homosexuales y de las razas despreciadas son tres campos donde hemos conseguido algunos los mayores avances de nuestro tiempo (quizás en lo de las razas algo menos). Sino que hemos llegado a un punto en el que todo lo que no es excesivo está mal, todo lo que no es radical es ser fascista, todo lo que no es dar brochazos gruesos es mostrarse tibio. He llegado - y no una, sino muchas veces - a leer ataques contra "el sentido común". Y, por supuesto, los matices quedan desterrados: hay que hablar a lo bravo, sin medias tintas, como un bulldozer por en medio de la selva amazónica. En política, por ejemplo, hemos pasado de la lógica crítica de la corrupción a al tiquis miquis, al espanto ante las menudencias, al infantilismo y al pensamiento micurria. Y uno de los principales damnificados es el sentido del humor, porque, ¡vágame el cielo y que en serio nos tomamos todo! Uno se pregunta sobre qué puñetas se puede ahora hacer un chiste.
¿A qué obedece todo esto? Pues hasta ahí no llego: no lo sé. Lo que si alcanzo es que estamos llegando a un punto en el que lo revolucionario no es ser revolucionario sino ser moderado. O sea, si vemos a una persona que afirma ser revolucionaria y archiprogresista es que no es ni revolucionaria ni progresista. Aunque... ¿Podemos ir más lejos? Seguro que sí.
¿Se ha sentido usted en algún momento irritado conmigo leyendo este artículo? Entonces es que llevo razón. ¿Está de acuerdo con lo que he dicho? Pues entonces es que ando equivocado...












Hortelano de a pie | Jueves, 04 de Octubre de 2018 a las 22:14:49 horas
Por cierto, la campaña Xtantos, y el blog al que alguien remite, pertenecen a la Conferencia Episcopal Española, osea a la Iglesia. Tan sospechosa de hacer campañas para desinformar sobre los 11.000.000.000 con los que es financiada, como Trump de hacerlas contra los hispanos...
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