Carlos Roque Sánchez
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“QUERIDA, VIVIMOS EN UNA ÉPOCA CONVULSA”
Cuentan que es lo que Adán le iba diciendo a Eva, mientras eran expulsados del paraíso. Una historia antañona casi tan vieja como el hombre, aunque la cita no lo es tanto pues data de principios del pasado siglo XX. Se le atribuye a William Ralph Inge, conocido defensor de los derechos de los animales y reconocido teólogo británico, aunque por razones obvias dudo muy mucho que el buen hombre estuviera allí para oírlas.
Pero lo cierto es que bien pudieran ser éstas las palabras con las que nuestro supuesto primer padre advirtiera a nuestra fabulada primera madre, a propósito de lo que se nos venía encima como animales racionales. Unos tiempos de tribulación intelectual en los que como seres pensantes, no tardamos en hacernos ciertas preguntas digamos incómodas, al menos para algunos. Preguntas del tipo: si es cierto que fuimos creados de forma expresa por Dios, en un acto creador; o si nuestro mundo cuenta con, tan sólo, poco más de cuatro mil años de edad; o aquella otra, nada trivial, de si tenían ombligo Eva y Adán.
Son sin duda cuestiones de calado con rango de categoría, bajo cuyas respuestas subyace un interesante dilema que, aún en los albores del siglo XXI, perdura. El que surge de enfrentar dos hechos, creación y evolución, y los dos pensamientos que las sustentan, creacionismo y evolucionismo.
De un lado tenemos una doctrina bíblica según la cual la Tierra fue creada hace unos pocos miles de años a través de un acto divino. Se trata por tanto de una credulidad que por cierto, se ha demostrado errada. Luego el creacionismo, además de equivocado, no es ciencia. Y del otro está la teoría de la evolución. Un cuerpo de conocimientos basado en el mecanismo de la selección natural, que está sólidamente fundamentado desde el punto de vista científico. Es decir, el evolucionismo sí es ciencia cierta.
De modo que una y otra, doctrina bíblica y teoría científica, no están en un mismo plano de racionalidad, por lo que no se pueden ni deben comparar ya que no es justo ni para una ni para otra.
Además como argumentos, la prueba de algo y la fe en algo, son planteamientos excluyentes. O lo demuestro o lo creo, o lo uno o lo otro, pero no los dos juntos. Por lo general ciencia y creencia suelen ser malas compañeras del viaje racional y no deben estar juntas, sólo cuando acabe una debe empezar la otra. Y no importa en qué orden lo hagan.
No están en el mismo nivel de racionalidad, como tampoco lo está la nueva cara que nos quieren ofrecer del creacionismo y que han dado en llamar ‘creacionismo científico’, así con apellido. Un error tanto en el fondo como en la forma. De hecho en el aspecto formal se trata de una expresión poco afortunada pues si se fija bien, en realidad, es un oxímoron. O se cree uno doctrinalmente que fue creado por Dios, o demuestra científicamente que evolucionó de otros seres. O lo uno o lo otro, pero los dos juntos no. Lo dicho un oxímoron pseudocientífico.
Y respecto al fondo del asunto, tres cuarto de lo mismo. Se trata del mismo viejo creacionismo, sólo que revestido de un supuesto barniz científico que, en realidad, es falsa ciencia. Debajo de él subyace una idea también pseudocientífica que atiende al nombre de ‘diseño inteligente’. Por cierto que en relación con los tiempos convulsos de los que les hablaba al comienzo, me ha venido a la mente la cita del fundador de los jesuitas, Ignacio de Loyola, quien aconsejaba “No hacer mudanzas en tiempos de tribulación”.
Claro que tengo para mí que el consejo del hombre santo nada tenía que ver con el asunto que nos trae, o sí. Verán por donde voy. Sucede que lo que él pretendía con el consejo de la no mudanza, nada tenía que ver con un superficial cambio de sede, no. Él iba tras algo más profundo, o sea que no.
Más bien trataba de resistir los embates de los poderes terrenales, al fin y al cabo otra forma natural más, de supervivencia evolucionista. O sea que sí. O sea que.
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FUENTE: Enroque de ciencia












Hermano Lobo | Sábado, 28 de Julio de 2018 a las 20:42:21 horas
Interesante, como siempre.
Trato de evitar, con amigos y familiares, tratar, ni siquiera rozar, temas de religión, principalmente porque entre ellos hay muchos católicos, o así quieren creer que son, a los que aprecio y respeto.
Sin embargo, percibo con desmayo el grado de crédula ingenuidad de la mayoría, cuando se ha hablado de este asunto. Me refiero a que son convencidos, casi fanáticos, creacionistas. El mero hecho de mencionar la filosofía panteísta los ha escandalizado.
Por lo dicho, ya he expuesto mi postura y creencias al respecto.
Saludos
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