Balsa Cirrito
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A VUELTAS CON LA CALLE CHARCO
Parece que la calle Charco está siendo motivo de cierto encono. El PP no acudió al estreno de la remodelación por motivos que se me antojan un tanto esotéricos. Supongo que tiene que ver con que andamos en año electoral y hay que tratar de pinchar donde se pueda; lo malo es que en el PP parecen no haber entendido que tocar las narices también es un arte, y que si se quiere fastidiar hay que hacerlo con más talento e ingenio del que van mostrando. Para estas (y para otras) me temo que Liaño lo hacía mejor.
Pero saliéndonos de asuntos laterales, hay una cuestión que si merece su pizca de disputa, y es la de la estética de la calle. Leo y escucho acá y allá, y hay bastante gente a la que no terminan de gustar algunos elementos. Evidentemente, en este aspecto solo se pueden dar opiniones, y nadie debe presumir de llevar la razón absoluta. Lo que es a un servidor de ustedes sí que le gusta. Como ya dije la semana pasada, lo que me molesta es la falta de civismo ciudadano, que tiene las baldosas sucias y llenas de cadáveres de chicle desde antes que se inaugurara. Pero el resto lo encuentro muy agradable y, sobre todo, muy en la línea de lo que se hace en otros lugares, dentro y fuera de España. Particularmente, los maceteros verde luminoso fantástico parece que han molestado algunos sentimientos estéticos, sin embargo, lo que es a mí, podría jurar que son lo más chulo de la rúa, muy especialmente de noche, donde dan infinita alegría a una calle que - hora es de confesarlo - lleva unos años muy tristes, con el cierre de muchos comercios y la grisura que se diría que impregna su espíritu. Este verde de las macetas con las luces reflejándose en ellas es una especie de tráiler de un futuro mejor de la que, al fin y al cabo, es nuestra arteria principal, una suerte de negativa al hundimiento del centro de la ciudad. Y si tenemos un poco de perspectiva, estaremos de acuerdo que acompaña al estilo de la muy cercana plaza de Jesús Nazareno, donde se encuentran las fantásticas esculturas de Román Lokati.
Hay también quien lamenta la desaparición de los naranjos (desaparición relativa, ya que se han instalado arbolitos en los maceteros que, supongo, irán creciendo), idea que parece digna de tenerse en cuenta. Sin embargo, existe una cuestión con la que casi todos estaremos de acuerdo, y es que los árboles destruyen el enlosado con las raíces, como bien se quejaba un lector en esta página con respecto a otras zonas de Rota, sin que nadie lo haya remediado hasta el momento. Por tanto, lo de macetear los árboles no creo que sea muy descabellado.
La última cuestión es la de los bancos. Parece que hay a quien le molestan. No deja de ser curioso. Personalmente entiendo que los bancos son un recurso estupendo en las calles comerciales, como es la calle Charco; creo, eso sí, que deberían haber sido un poco más modernos y no tan convencionales, pero supongo que a los responsables les parecía que con los maceteros luminosos ya habían agotado su cuota de osadía.
En todo caso estas discusiones estéticas sobre las calles de Rota me parecen muy divertidas e interesantes. Hace años, cuando inauguraron el monumento de las manos, el entonces concejal del equipo de gobierno, Antonio Alcedo, dijo unas palabras que a mí en el momento me parecieron una chorrada, pero que pasados los años creo que resultan bastante justas. Venía a decir Alcedo que las novedades casi siempre caen mal, y que cualquier salida de las formas tradicionales en el ornamento urbano irrita a mucha gente, pero que el tiempo solía ser el mejor remedio para esta irritación. Estoy de acuerdo. Es más, me puedo imaginar que dentro de treinta años, otro ayuntamiento (no creo que para entonces Javier siga de alcalde, así que debe ser otro) decide cambiar la calle Charco. Y muy posiblemente, algunos de los que ahora se enfadan (los que sigan vivos) digan entonces que la calle Charco estaba más bonita con sus maceteros de colores y no con las porquerías que están instalando en el año 2050. Y es que todo cambia. Sin ir más lejos, la calle Charco cuando yo era niño se llamaba Calvo Sotelo. Y no estuvo mal ponerle otro nombre.












Altamirano Athapuerca | Lunes, 20 de Agosto de 2018 a las 18:09:54 horas
Deben de entender ustedes al señor Derechistaderota, él es conservador convencido, ultramontano podrian decir mucho, y estas cosas progres le intimidan y le agobian. Es de una rama o falange, uy no lo malinterpreten, de la sociedad que prefiere y añora lo vintage. Si por ellos fuese, eliminarian la televisión y volveriamos a la radio de valvulas, cambiariamos el coche por el burro, la ducha por la palangana, el inodoro por el corral de gallinas, las "piniculas" por la misa, el psicologo por el cura, las elecciones por un señor uniformado con voz de pito y así hasta el infinito. Es de los que maldicen cada dia al señor Flemming por haber descubierto la "pinicilina" y peor no haberla privatizado y comercializado, que tipo tan loco.
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