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Sábado, 14 de Julio de 2018

Historias populares de la villa de Rota, por Prudente Arjona

En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

[Img #96407]

 

 

EL DERRIBO

 

 

 


Llegados a este punto, vamos a hacer una parada técnica en este espacio abierto al mar, que se comunica con varias calles, como son: Sagrado Corazón de Jesús, la actual Amapolas (antiguo callejón de la Presa), Ruiz de Velarde y Mercedes, la de los Grifos.


Antes de ser convertida en plaza, esta zona no fue otra cosa que una escombrera donde los arrieros volcaban todos los desechos de las obras del pueblo, a cuyo lugar se conocía como el Derribo. También era el taller donde desarrollaban su trabajo al aire libre algunos artesanos, como fue el caso de Bartolo "el Anafero", que tallaba magistralmente los anafes para cocinar, tomando la materia prima de los barrancos del Picobarro y sus aledaños.


El Derribo finalizaba en la calle Ruiz de Velarde, que tenía una sola acera, donde se encontraba un bar conocido como Puerta del Sol, propiedad de Emilio Conde, cuyo negocio había sido construido por mi padre, y tenía como objetivo celebrar en su interior peleas de gallos, aunque por razones que ignoro este reñidero nunca funcionó al público como tal, aunque sí para los llamados golpeos, consistentes en enfrentar a dos gallos de pelea durante un tiempo prudencial para conocer su valentía, resistencia, trapío (término taurino), etc., con la salvedad de que se colocaba a ambos contendientes cintas de tela y esparadrapo en las pullas de las patas para que no se hicieran daño durante el golpeo. El mencionado local, luego de ser traspasado a varios industriales, se convirtió en sede social del partido independiente RR.UU., y más tarde se instaló en dicho negocio la sede de la Tertulia Flamenca "El Viejo Agujetas" antes de mudarse a su actual ubicación en la plazoleta existente entre las calles Argüelles y San Rafael.

 

 

 

Dada la corta extensión del capítulo anterior, esta semana os dejamos do fragmentos de este libro sobre Rota.

 

 


JUANITO EL DE LA FÁBRICA

 


En la última casa de dicha calle, Ruiz de Velarde, que daba al mar y hacía esquina con la actual calle Sagrado Corazón de Jesús, inexistente entonces, ya que era la entrada particular de la finca de don Francisco Lucero, quien tuviera en la misma hornos de cal y de ladrillos, y del que más adelante hablaremos, sólo existía la bifurcación con el callejón de la Presa, hoy calle Amapolas, tras robársele al mar  varios metros por el que además discurre el paseo Marítimo del Rompidillo. La finca en cuestión se encontraba adosada a lo que es hoy Club Náutico U.R.T.A., y a sus espaldas se hallaba una amplia parcela destinada como explotación lechera de Enrique Alcedo. Pues bien, en la mencionada casa, última de la calle Ruiz de Velarde, vivió un funcionario municipal muy popular y de excelente humor, que era además, un gran aficionado a la caza, llamado Juan Montesinos Pérez, conocido por Juanito la Fábrica, apodo que procedía de su trabajo como empleado de una fábrica dedicada al envasado de tomates, que había existido hacía muchísimos años en la casa donde él residía a posteriori  con su familia, fábrica que había pertenecido al industrial don Manuel Benítez de los Reyes, conocido popularmente por Manolito Ramos.


Juanito la Fábrica formaba parte del equipo de empleados municipales encargados de cobrar los arbitrios a toda la mercancía que entraban en el pueblo,  conocidos como rentistas o consumistas, los cuales disponían de unas chozas o casetas de madera, y en algunos casos de mampostería, construidas en las diferentes entradas de la población, conocidas por fielatos, aunque popularmente se le llamaban filatos, desde donde controlaban y cobraban los impuestos que gravaban todos los artículos que entraban por las puertas, virtuales, de la población, de lo que ya dimos cuenta


Este personaje merecería por sí solo un capítulo aparte, en el que me gustaría algún día poder recopilar las mil y una anécdotas vividas por él; no obstante, os adelanto unas cuantas que amablemente me ha pasado uno de sus hijos, concretamente Daniel Montesinos, una de las cuales la viví yo junto con mi tío Carlos Lobato Chirado, que por cierto fue funcionario y compañero de Juanito el de la Fábrica, ejerciendo también de Consumista.

 

 

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